El pasado fin de semana, a unos cuantos días de haber iniciado el nuevo año 2019, Cristy, mi linda esposa a lo largo de ya 58 añitos y yo, nos organizamos una pinta.
Con toda intención no le quisimos decir a nadie de la parentela sobre nuestro plan porque estábamos seguros de que se iban a oponer a nuestro plan, "por lo peligroso de la carretera y porque ya estás muy grande para manejar y sobre todo ese auto tan pequeño y tan correlón", etc. etc...........asi es que como dijo Pedro Infante: pa'delante. Así fue que decidimos hacerlo y lo hicimos dentro de la más completa discreción.
Eran las doce del medio día, nos montamos en el precioso Mazda que con motivo de mi cumpleaños 86 en el pasado mes de Agosto me obsequiaron espléndidamente mis queridos hijos Mauricio y Esperanza.
Se trata de un automovil Mazda de dos plazas, blanco y para completar descapotable y con una máquina muy respondona.
La verdad es que se me pasaron cuatro meses pensando en el día adecuado para hacer un paseo fuera de Miami y ese día por fin había llegado.
Se trataba de un esplendoroso día, lleno de sol y de vivos colores. Colocamos en la cajuela una pequeña maleta para sobrevivir un par de días y después de comprar un buen bloqueador, arrancamos nuestro paseo.
Decidimos tomar hacia el Sur de la Florida con la intención de llegar hasta donde se acaba el territorio, asi que nuestro destino era Cayo West, en gringo: Key West, que nos quedaba a unas cuatro horas. Nos cubrimos del sol, yo con una gorrita y Cristy con un sombrerito a la Kim Novak y comenzamos a disfrutar de un paisaje tras otro.
El día realmente esplendoroso, el cielo no podía ser más azul; las nubes nos iban ofreciendo distintos cuadros de acuerdo a sus distintas formas. Así fue que recorrimos un buen número de millas de la magnífica carretera disfrutando de los paisajes que nos regalaba el mar y los complementaba el cielo.
No tardamos mucho en pasar por la famosa Isla Morada recordando los agradables momentos que tiempo atrás disfrutamos con Gabriel jr., Loren y su familia. Así, seguimos avanzando disfrutando de los comentarios que nosotros mismos hacíamos de lo que ibamos descubriendo.
Por fin llegamos al famoso puente de siete millas de largo y construido sobre el mar. La verdad es que no todo es contar con el dinero para hacer una obra de esa magnitud. Se necesitan conocimientos, capacidad, preparación y decisión para realizar una obra de ingeniería civil de ese alcance.
Cuando recorrimos ese larguísimo tramo hicimos comentarios recordando la película del impresionante actor austriaco Arnold Schwarzenegger en la que se libra una verdadera batalla precisamente en ese puente, testimonio de los resultados de la buena aplicación de la ingeniería civil.
Por fin y después de esa experiencia y siendo ya las cuatro de la tarde, arribamos a nuestro destino final, esa isla situada en el punto meridional conocida como Cayo West (Key West), que se encuentra en el punto más cercano a la isla de Cuba, solo a 90 millas, mar de por medio.
La impresión que nos dió este lugar fue muy positivo. Se trataba de una simpática ciudad que además ofrecía al turista muchos puntos interesantes para ser conocidos por los visitantes.
Nosotros, a bordo de nuestra nave cruzamos la población con la idea de llegar directamente a nuestro Sheraton Hotel, donde nos registramos, dada nuestra previa reservación ubicándonos finalmente en la habitación número 150.
En seguida y aprovechando la tarde, abordamos uno de los autobuses del hotel que hacen un recorrido de rutina apegados a un horario y un recorrido preciso y puntual al servicio de sus huéspedes. Dejamos el autobus en una simpática placita a la orilla del mar llamada Mallory Square en donde se encontraba el restaurante de comida del mar Conch Republic Seafood.
Desde luego que no nos hicimos del rogar, ingresamos, nos instalamos y nos dimos el gusto de consumir unos muy buenos platos.
Cuando salimos de ese restaurante, después de caminar por un rato, abordamos nuestro autobus hotelero y volvimos al Sheraton para tomar nuevamente nuestro auto y asi, descapotado y disfrutando de una fresca tardecita peinamos la ciudad en los mas variados sentidos y rutas para volver ya por la noche para cenar y luego descansar.
Al día siguiente, después del desayuno, abordamos nuestro autobus particular y volvimos a la ciudad. Esa mañana fue de caminar y caminar. Por cierto que ahí nos sucedió algo increíble. Al ir por la banqueta nos cruzamos con dos señores que venían en sentido contrario y pensando que ahí vivian, nos dieron confianza para preguntarles por la casa del expresidente Harry S. Truman. Entonces uno de ellos preguntó si yo (Gabriel) era profesor porque tenía la idea de que me conocía, luego vió a Cristy y de pronto expresó y con mucho gusto: Ya se de donde los conozco!, yo sabía que los conocía, ustedes estuvieron invitados en el programa de TV de Jaime Bayly!! y a la vez le contaba a la persona que iba con él sobre los pormenores de esa entrevista en la tv de Miami.
Llegado el momento, volvimos al hotel, checamos, cargamos nuestro equipaje abordamos nuestro noble y ágil carrito y volvimos a tomar la carretera pero ahora de regreso a casa. Eran las dos de la tarde. Estábamos muy satisfechos de nuestro paseo. La verdad es que no tuvimos ningún contratiempo, todo resultó bien.
En nuestro recorrido con rumbo a casa, otra vez en la famosa Isla Morada, hicimos escala para comer en el restaurante World Famous Isla Morada Fish Co., en donde en otras ocasiones nos habían invitado Gabriel y Loren y ahí, otra vez más a la orilla del mar, disfrutamos de una exquisita comida y de muy buena atención.
Ya satisfechos de semejante banquete y de la espléndida tarde, volvimos a tomar camino y al fin y al cabo llegamos a Miami y en un rato más a nuestra querida y confortable camita.
Solamente para concluir....Gracias a Dios que nos permitió ir y venir con bien; Gracias a la vida que como dice la canción: que nos ha dado tanto y gracias a nuestro pequeño auto que nos llevó, paseó y regresó con mucha efectividad y todocon un solo tanque.
GABRIEL Y CRISTY.