miércoles, 31 de mayo de 2017

CLAUDIO

     Como cada año, llegó la fecha en que el Instituto México celebraba su Kermesse anual. Los alumnos debían comunicar y motivar a sus padres para que ayudaran en tal organización. Se trataba de ayudar a los Hermanos Maristas que operaban, dirigían y administraban tal institución que estaba situada en la calle de Amores de la Colonia del Valle. 



El Instituto México. Primaria    
     Esa prestigiada primaria (Calle de Amores) que después se convertiría en Secundaria (Avenida Popocatepetl) y posteriormente en Preparatoria con el nombre de CUM, Centro Universitario México (Nicolás San Juan y Concepción Beistegui también en la del Valle), presumía de haber tenido como alumnos a jóvenes que llegaron a ser muy respetables personajes como puede ser Plácido Domingo y un centenar más. 

     Cada año, los padres de familia podíamos participar en sus kermesses en cualquiera de sus áreas como podían ser el cuidado y control de acceso y salida de los juegos mecánicos, el tiro al blanco, los bolos, la cárcel, el puesto de los aros que debían atinarle a los postecillos, etc., y fue en ese en que a nosotros como familia nos correspondió cooperar.

     Desde una línea trazada en el suelo del gran patio, había que tirar seis aros de madera de los que usan las abuelitas para bordar su “Punto de Cruz” y si el concursante acertaba ensartándolo en su postecillo en un mínimo de cuatro, era merecedor de un premio consistente en un simpático pollito vivo antes de emplumar. Esos pollitos eran una verdadera bolita amarilla que les encantaba a los niños y disgustaba a sus padres.

     Pues la Kermesse corrió, se inició con la puntualidad de costumbre y cubrió sus programadas nueve horas de duración con todo el éxito programado.

     Aunque se pensaba que ese puesto de los aros era una ganga porque no significaba gran trabajo, pues los postecillos de madera que se plantaban en el suelo y se sostenían por una basecita redonda; una vez distribuidas en el piso ya no había para que moverlas. Los aros los llevábamos ensartados en el brazo y de ahí se los íbamos proporcionando a los participantes que concursaban con la ilusión de llevarse su pollito empacado dentro de una bolsa de papel  profusamente perforada para su sobrevivencia. 


Como éste….. 299 más.    
     Los pollitos estaban aguardando ser entregados a los participantes con mejor tino, quienes para recibir su dotación de seis aros, debían entregar su comprobante que había sido comprado en la casetita de la entrada en donde había la típica ventanilla bajo el letrero de “BANCO” en donde fluía la lana.

     Así corrió el domingo, hubo algo de mortandad de pollitos, por asfixia, angustia, pleito, o por ser maltratados  por sus compañeritos dentro de las cajas de cartón perforadas para dar la ventilación requerida.

     Pues resulta que al sonar la campana a las siete de la noche y después de nueve horas de darle cuerda al público asistente, suspendimos la operación del puesto y comenzamos a recoger todo el tilichero. Ahí fue que nos dimos cuenta de que sumando los pollitos que habían sobrado en cada una de las cajas, teníamos una existencia de treinta y seis pollitos.

     Comenzamos a pensar en regalarlos y Sergio nuestro hijo, que habrá tenido en ese entonces unos diez añitos y que al igual que sus hermanos mayores era alumno de ese colegio y a la vez responsable de la friega que nos pusimos, porque por lo pronto yo, ya no aguantaba el dolor de espalda pues me tuve que encorvar unas 18,500 veces a recoger los aros que ensartados o no, estaban en el suelo, pues Sergio nos pedía suplicante que le permitiéramos llevarse los pollitos a casa y que el nos prometía que al día siguiente les organizaría con tela de alambre y tiras de madera un corralito para que crecieran y ya más grandecitos venderlos a buen precio.

Los simpáticos pollitos amarillos    
     A su mamá y a mí nos conmovió y nos gustó sentir su visión comercial al plantearnos su proyecto a futuro y simplemente… aceptamos.

     A partir de ese día, parece ser que nos cayó una especie de maleficio porque no obstante que Sergio cumplió con empeño y cuidado la hechura de su gallinero y que  los animalitos ya estaban en libertad y que el gallinero ya gozaba de calefacción gracias a un par de focos que estaban prendidos de  día y de noche, a veces amanecía uno que otro descansando en paz.    
     
     No obstante los esfuerzos de su protector y representante de la empresa que se estaba comenzando a fincar, continuó la mortandad con un impresionante resultado final: solo un pollito vivo.

     Ya para entonces, aquellas simpáticas bolitas amarillas, se habían transformado en un adefesio que tenía el aspecto de un calcetín mojado, pues lucía muy flaco y sin plumas… era una deplorable figura. Ante esa triste situación no nos quedó más que observar los pasos que Sergio iba dando. Tuvo mucho cuidado de proteger a su pollito sobreviviente que parecía rescatado de un naufragio a medio océano. Lo arropaba, le daba de comer directo al pico, le administraba diariamente unas gotitas de vitaminas que guardaba la mamá en el botiquín familiar, le ponía música, preferentemente la grabada por el gran Louis Armstrong a quien Sergio le rendía culto y la verdad es que el horrible pollito comenzó a reponerse, salvó la vida y comenzó a embarnecer y a emplumar.

     Sergio, feliz porque sintió que ya su sobreviviente animalito se había salvado e iba para arriba, organizó su bautizo. Invitó a dos de sus mejores amigos y ahí en la azotea y con la presencia de su mamá y de sus hermanitas, celebró la ceremonia del bautizo imponiéndole el nombre de “CLAUDIO”.


Claudio en proceso de emplumar.    

     Claudio continuó emplumando y ya daba señales de vida, al grado de que su amo comenzó a inquietarse para saber como podía convertir a Claudio en un valiente gallo de pelea. Decidió dejar correr el tiempo para que el pollo se fortaleciera y abundada en cuanto a su plumaje. El animalito comenzó a dejar de limitarse al territorio que tenía marcado por nosotros allá en la azotea y comenzó a dejarse ver en determinados lugares dentro de la casa. Como quien dice, comenzó a tomar la categoría de irrespetuosa y abusiva mascota.

Claudio sobre la cabeza de Lili. Sergio checándolo.  
     La casa de nosotros estaba situada en aquella área aledaña a la Ciudad Universitaria precisamente en la avenida Copilco. Era una casa de dos pisos, de cuatro recámaras y cuatro y medio baños, al frente tenía situada la cocina, la entrada principal y la cochera para mi pollito particular llamado Harley Davidson.

     El techo de la cochera resultaba ser en la planta alta era una especie de azotea-terraza que colindaba precisamente con el cuarto de baño de la casa vecina y ahí, en esa terraza, Sergio comenzó a entrenar a Claudio para que aprendiera a volar. Yo le decía que no exagerara que esperara a que acabara de emplumar porque las plumas eran importantes y necesarias para el vuelo, pero no me hizo caso y prosiguió.

     Nuestros vecinos eran un apreciable y respetable pareja de ancianos muy buenas personas. El señor, por su edad, procuraba no tener que moverse porque aún ayudado por su andadera, muletas o bastón, le costaba mucho dolor y trabajo moverse. La señora estaba dedicada a tejer, no se que o a quien le tejía pero lo hacía todo el día.

     Una mañana en que Sergio disfrutaba de las vacaciones escolares de Semana Santa, decidió someter a Claudio a su acostumbrado entrenamiento para que le perdiera miedo al vuelo. Como era su costumbre, mediante un nudo muy de Boy Scout, ataba con un cordel una de sus alitas a medio emplumar y comenzaba a hacerlo girar como una hélice horizontal dando en cada vuelta más y más cordel aumentando la velocidad y el diámetro del giro. 

El a veces “infallable” nudo Scout    
     Pues resulta que la mala suerte le jugó muy rudo a Sergio y en uno de tantos giros, cuando ya había alcanzado unos cinco metros de diámetro, se chispó el referido cordel del aloncito de Claudio saliendo el pobre animal tangencialmente y a una velocidad como de setenta kilómetros por hora directamente a la ventila del espacio de la ducha del cuarto de baño de nuestros vecinos introduciéndose en medio de un gran escándalo aleteando y piando tan escandalosamente que ya se podían calificar de graznidos.

La ventila del baño del vecino    
     Desgraciada y coincidentemente, en ese preciso momento la anciana vecina estaba tomando su baño dentro de la cabinita de la regadera y justo en ese instante tenía los ojos cerrados debido a que estaba con su cara enjabonada.

     Eso me hace suponer que el susto que se llevó fue mayúsculo porque calculando que a su edad, le agregas la ceguera por jabón, oír los desesperados graznidos, sentir el golpeteo del ave asustada golpeándole y repapaloteándole en diferentes partes del cuerpo, tomó la decisión de abrir la cabina y salir corriendo a la vez que desesperadamente gritaba: El Diablo!!!, el Diablo!!!... y al mismo tiempo, mientras pegaba unos alaridos como de parturienta arrepentida de haber pecado y así “encuernavaca” salió corriendo del cuarto de baño pasando intempestivamente sobre el cuerpo 90% inerte de su anciano esposo que oyendo disfrutaba de su reposet oyendo la Sonata para piano número 14 conocida “Claro de Luna” de Ludwig Van Beethoven y que le relajaba mucho. 

     Como consecuencia de la sorpresa que le acababa de regalar su amada compañera, sufríó un síncope que lo sacó momentáneamente de pantalla, por lo que hubo que asistirlo de urgencia llamando al servicio de paramédicos a domicilio.

Víctima de un pollo llamado Claudio    
     Cuando nosotros nos enteramos de lo sucedido, nos invadió una enorme pena y un gran complejo de responsabilidad por lo que le prohibimos a Sergio que pretendiera reclamar la posesión del inocente pollo que ya había causado tan delicados problemas, pero para el era tan importante su hijastro, que fue y lo rescató.

     El pollo también sufrió la consecuencia de los golpes que en defensa propia le propinó la abuela enjabonada y no tuvo más remedio que enfermarse y morir. Ahora Sergio convocaba a sus amigos para que le acompañaran en tan triste trance. Ahora se trataba del funeral de Claudio.

     Sus restos mortales fueron depositados en una cajita de sus recién adquiridos tenis y el entierro fue esa misma tarde en el parque de la Colonia Copilco a un lado de la banca en donde el Padre Dominico Vicente rezaba harto y bastante antes de ejecutarse la misa de ocho todos los días. 

    RIP


Descanse en paz el amigo Claudio
CLAUDIO ABAROA SUZARTE

Nació en el Instituto México

Murió asustando ancianos

       

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