domingo, 28 de marzo de 2010

OTRA VUELTA CON CANTINFLAS

Al día siguiente del fallecimiento de don Mario Moreno Cantinflas, muy tempranito, fueron trasladados sus restos a la agencia Gayosso de Félix Cuevas como un segundo velatorio. Yo tuve un nuevo impulso de asistir,  ahora sería en ese lugar, así es que como a las nueve de la mañana camino a mi trabajo,  hice una escala en la funeraria.

Ingresé a la sala de espera de las capillas A y B que habían quedado integradas en una sola y me encontré que estaba repleta de gente. Al fondo, por la luz de los reflectores,  noté la presencia de las cámaras de TV y al conductor que era nada menos que Rolando Medina . Rolando era amigo de mis hijos y visitaba mi casa con mucha frecuencia.

Al verme me llamó y me hizo pasar al frente, nos saludamos y cambiamos impresiones mientras le daban la señal de iniciar la transmisión. La capilla todavía estaba cerrada. Entre la gente que estaba ahí presente con la intención de estar cerca de su ídolo, se encontraba un Pastor de no se que religión que en voz alta comenzó a recitar sus aburridos Salmos.

De pronto, apareció la impactante imagen de una mujer rubia, una linda señora que ingresaba al lugar con notoria desorientación. Rolando, micrófono en mano la invitó a pasar al frente y me presentó con ella. Se trataba de la guapa Irán Eory por todos sabido que fue el gran amor imposible de don Mario Moreno.

En eso, el tal Pastor, pidió a los asistentes, tanto a los que abarrotaban la amplia sala como a los que se asomaban desde afuera, que nos tomáramos de la mano para rezar alguna oración. Yo tuve el gusto, la tan significativa e inolvidable oportunidad de tomar de la mano a esa guapa señora, el amor del gran artista que a unos metros de nosotros dormía ya su sueño eterno. 

Después de unos segundos se escuchó el aviso del Canal 2 que anunciaba  la transmisión, se suspendió la oración y Rolando inició el interesante control remoto presentando y haciendo inteligente y sentida entrevista a tan significativa personalidad, la bella señora Irán Eory.

Por mi parte, muy satisfecho por haber tenido la ocurrencia de asistir  una vez mas a homenajear a don Mario Moreno, me retiré para iniciar mi rutina de trabajo. Todo lo anterior lo guardo dentro de mis consentidos e imperecederos recuerdos. 

UNA VUELTA CON CANTINFLAS

El 20 de Abril de 1993 México entero y algunos otros países se colapsaron con una triste noticia: Mario Moreno Reyes, “Cantinflas” ha fallecido. A mi en lo personal me causó una sincera y profunda pena porque fui su admirador y a través de sus películas tuve la oportunidad de disfrutar sus travesuras, sus gestos, su forma tan peculiar de decir tanto sin decir nada. Considero que fui uno de sus múltiples Fans.

Esa noche, por cierto una noche lluviosa, esperé que se hiciera tarde y alrededor de la media noche, tomé mi auto y me dirigí al Teatro Jorge Negrete en la colonia San Rafaél. Al llegar, me llevé la sorpresa de que no obstante la hora y la llovizna, las colas eran enormes y daban vuelta en las dos esquinas. La gente, su pueblo, sus admiradores, deseábamos acercarnos al ataúd y de ser posible hacer una guardia.

Al convencerme de que esa intención iba a llevarme mucho tiempo y una buena empapada, opté por inventar mi muy personal estrategia. Enfundado en mi gabardina, a un lado de la ordenada fila, subí la escalinata y llegué a la puerta. Con voz firme pregunté a los que controlaban el paso de la gente, si ya había llegado Amparito Garrido (amiga mía que trabajaba en la ANDA desde hacía mucho tiempo) y me dijeron que si, que ahí estaba, entonces, aparentando mucha seguridad simplemente me abrí paso y me acerqué al foro en donde se había instalado la capilla fúnebre.

Le pedí a los elementos que dosificaban de ocho en ocho las sucesivas guardias que me incluyeran en la siguiente y así fue que hice mi muy sincero y sentido homenaje de cariño y admiración al genial artista. Cuando tomé mi lugar a un costado del ataúd, noté que los fotógrafos de prensa disparaban sus cámaras apuntando a una dama que quedó ubicada delante de mi y eso me dio la seguridad de que mi imagen estaba saliendo en todas esas fotografías. Después me enteré de que se trataba de la actriz de la película de moda “Como agua para Chocolate”.

Al término de la guardia, abordé a uno de esos fotógrafos y le dije que quería que me vendiera una de esas tomas, al negarse explicándome que el era enviado por el periódico El Norte y no me las podía vender. Entonces saqué dos billetitos de cien pesos y los corté por la mitad, le ofrecí las dos mitades junto con mi tarjeta diciéndole que cuando me las entregara le daba la otra parte de los billetes.

Me retiré del Teatro muy impresionado pero muy complacido y llegué a mi cama sobre la una y media del día siguiente para rumiar mi aventura mientras conciliaba el sueño.  Mas tarde, a la hora de la comida, llamaron a la puerta y atendí al fotógrafo que me llevaba mi foto del recuerdo a cambio de las dos mitades de billetes que le quedé a deber.  


   

sábado, 27 de marzo de 2010

ADIOS A DON ADOLFO, HOLA DON GUSTAVO

Se avecinaba el 1 de Diciembre de 1964, día de la transmisión del poder presidencial de don Adolfo López Mateos a don Gustavo Díaz Ordaz. En la constructora donde yo trabajaba, mi jefe muy contrariado se jalaba los dieciséis pelos que le quedaban. Le habían encargado hacer todo lo necesario para esa importante ceremonia que debía efectuarse en el gran foro del Palacio de Bellas Artes.

De cualquier modo tuvo que aceptar el encarguito y él simplemente me lo encargó a mi. Acudí de inmediato a entrevistarme con la arquitecta Ruth Rivera, hija del gran Diego, quien fungía como jefa del Departamento de Arquitectura de ese Instituto

Ella, a quien ya conocía con anterioridad, me advirtió que contábamos con poco tiempo para desmontar dos filas de butaquería, construir la rampa de acceso al foro, el gran presidium con sus correspondientes escaleras,  y unas graderías especiales para los gabinetes entrante y saliente, mucha alfombra por colocar, mucha madera por barnizar, molduras por dorar, escudos por instalar, una enorme bandera por elaborar y colgar, etc., etc.; analizamos los planos y  me los entregó y con un beso de amiga y un: Buena Suerte colega,  se despidió y desapareció.

A partir de ese momento, la responsabilidad era nuestra, (yo la sentía muy mía), nos dedicamos a adquirir todo el material que pudiera necesitarse, a reunir al grupo de carpinteros, ebanistas, electricistas, barnizadores, doradores, colocadores de alfombra y hasta costureras y les fuimos dando entrada de acuerdo al orden y avance de los trabajos.

Llegó el día, yo presencié la ceremonia entre las cortinas laterales del foro a las que por error la gente les llama bambalinas. La ceremonia que fue muy seria y muy impresionante al fin y al cabo terminó. 



Los Presidentes entrante y saliente abandonaron juntos el formidable recinto y abordaron el Mercedes Roadster convertible negro dispuesto para uso del Presidente.

En seis ó siete minutos el Teatro se quedó totalmente desocupado, en medio de un intenso silencio solo se escuchaban los clarines de los cadetes que abrían paso con dirección al Palacio Nacional.

Totalmente exhausto por la presión de esas tres semanas, se me antojó sentarme en el sillón que unos cuantos minutos había ocupado el expresidente López Mateos y al poner mis manos sobre la cubierta que tuvieron enfrente se me ocurrió despegar el paño color vino que la cubría. La hice un rollo, la coloqué bajo mi brazo y salí del Teatro.

     Años después, tuve la suerte de realizar una obra para la familia Díaz Ordaz y en una conversación con don Gustavo se lo conté. El rió y me dijo: Ese paño debe tener el sudor de mis manos porque yo me aventuré a pronunciar mi protesta de memoria. Por que no me lo trae y se lo firmo… y se lo llevé y lo firmó y lo conservo con mucho gusto.



EN LA CLASE DE CINEMÁTICA

En vísperas de la iniciación de clases en primero de Preparatoria, los alumnos que nos precedieron nos recomendaron que no aceptáramos tomar la de Cinemática con el titular de esa   materia porque faltaba mucho, no sabía enseñar y reprobaba a la mayoría del grupo como para ocultar sus deficiencias.  

De inmediato escribimos y firmamos un pliego dirigido al señor  Director de la Institución solicitándole nos asignara un nuevo maestro. En unos cuantos días apareció en el pizarrón de avisos: Los alumnos del grupo de Cinemática ya pueden asistir a tomar la clase en el salón X con su nuevo maestro el Ingeniero Militar Teniente Coronel Salvador Valdés Bravo.

Asistimos a nuestra primera clase y a la hora en punto ingresó al salón un chaparrito vestido de militar que dando unos sonoros taconazos y de un brinquito subió a la tarima del pizarrón. De pronto, emitió un sonoro grito:  ¡Firmes!  y de inmediato todos sorprendidos, nos pusimos de pie.

Acto seguido nosleyó la cartilla”: Cuando yo entre al salón todos en silencio se ponen de pie; prohibido hablar y fumar en clase; el que se atreva a pasar lista por otro será expulsado de inmediato. Ahora voy a pasar lista. Cuando pronunció mi apellido y nombre yo dije: ¡Presente!, entonces, suspendió la lista, se quitó los anteojos y me preguntó: Eres de Puebla?...Si Profe…Acaso eres hijo de Enrique, de Humberto ó de Fernando?....de Humberto Profe…..Entonces, bajó de la tarima, se dirigió a mi abriendo los brazos y me dijo entre sollozos: ¡Querido Sobrino,….. Sobrino!!!

En ese momento el grupo entero no se aguantó y reventó en gritos de fiesta y burla, haciendo que el Profesor volviera en si reaccionando muy enojado: A partir de éste momento todos quedan expulsados y no vuelvan a contar conmigo. Rápidamente volvió al estrado, tomó la lista, sus lentes y su gorra y salió a buscar su coche.

Al día siguiente escribimos y firmamos otro pliego dirigido al Director solicitando nos asignara un nuevo Maestro.  

DEBUT Y DESPEDIDA

Allá por 1950 era el Foot Ball Americano el deporte preferido de la juventud. Los equipos que destacaban en las grandes temporadas eran:  “Los Burros Blancos del Poli”, “Los  Pumas” de la Universidad,  el México City College, “La Normal” de la Escuela Nacional de Maestros y  el Colegio Militar.


Los juegos se celebraban en el Estadio de la Ciudad de los Deportes, ahora propiedad del equipo de Soccer Cruz Azul. Las temporadas eran apoteóticas; el clásico de clásicos: El Poli-Universidad. En ese entonces, la estación de radio que diariamente  a las seis de la tarde daba santo y seña de los famosos juegos, era la Radio 6.20 que se encontraba en el tercer piso de un edificio situado en la esquina de avenida Juárez y Balderas.

Auténticamente, yo soñaba con la oportunidad de poder hablar ante esos micrófonos. Un día me decidí y me colé por ahí entre las cabinas desde donde transmitían y empecé a relacionarme con los distintos personajes en torno a esos programas.

Un buen día, el cuate que pasaba la sección de “Efemérides” simplemente no llegó y el operador se propuso a poner música para cubrir ese tiempo, entonces le dije que yo podía hacerme cargo de pasar las notas porque estaba yo enterado de los acontecimientos de actualidad y el tal operador sintió confianza y abrió el micrófono.

Después de quince minutos de improvisar no se cuantas cosas, me felicitó y me dijo que a quién suplí lo reportaron telefónicamente, había caído enfermo y lo habían internado en el hospital y me invitaba a que continuara haciéndome cargo de esa sección por algún tiempo. Desde luego que acepté encantado de la vida, así que al día siguiente a las seis menos quince estaba estacionando mi auto sobre avenida Juárez.

Después de poner el freno de mano y apagar el motor, abrí la portezuela para bajar cuando inesperadamente en medio de un ruido como de un cañonazo mi portezuela había servido de efectivo freno a un repartidor de la ¡Extra! del Excelsior que justamente se distribuía a esa hora. El periódico estaba a una calle de distancia y los repartidores salían volados para distribuir el periódico en determinadas esquinas de la ciudad.
          
        La bici quedó hecha charamusca sobre mi difunta portezuela y el repartidor salió por encima como un proyectil hasta unos seis metros de distancia. La gente se juntó, llegaron dos gendarmes, la ambulancia de la Cruz Roja, uno de los jenízaros se subió a mi auto y me llevó en calidad de preso a la cárcel de Revillagigedo y como en ese entonces los escasos teléfonos útiles normalmente no estaban útiles y no se habían inventado los celulares, no pude avisar a la 6.20 y al día siguiente simplemente ni siquiera me permitieron entrar al edificio,……….. ¡estaba Despedido!!!!!.

EL FAMOSO CHANO URUETA

          Corria el año 1957 y también corría mi flamante Forcito convertible del año 36 por la amplia y entonces poco transitada avenida División del Norte. Al llegar a la Glorieta del Riviera, me alcanzó un hermoso Cadillac Coupé de Ville verde a dos tonos, se me cerró obligándome a frenar y de él bajó un extraño ser, se trataba de un viejo delgado de abundante y blanca greña con un aspecto como de caw boy con camisa de cuadros, chaleco de cuero, pañuelo anudado en el pescuezo y fina tejana. 

        Se me dejó venir y honradamente me saqué de onda. Me dijo: Óyeme tal por cual, como me costó trabajo detenerte, que no sabes quien soy?........yo soy Chano Urueta, el director de cine…..me estás oyendo?........A lo que contesté: Si señor, mucho gusto……y que pues?

        A continuación me expresó que quería comprarme el auto porque lo necesitaba para una película que estaba empezando con la presentación del  Raúl “Ratón” Macias  que estaba en la cúspide de su brillante carrera como boxeador y de la simpática Anabel Gutiérrez en los papeles protagónicos.

Le dije que definitivamente no vendía mi auto porque lo acababa de restaurar, entonces me propuso que se lo rentara y yo acepté. Quedé de llevarlo al día siguiente a las diez de la mañana al Foro dos de los Estudios Churubusco.



Así lo hice y de acuerdo con el trato lo entregué. Le pedí autorización para quedarme un rato dentro del foro observando como filmaban una escena muy conmovedora en la que el “Ratón” arrodillado al lado de la cama en la que agonizaba su  madre lloraba desconsoladamente.

Al término de la escena, Director, Productor, Fotógrafo, Actores y Técnicos, aplaudieron convencidos de la magnífica actuación de Raúl.

Entonces se me ocurrió ponerme la cachucha de “Metiche”, me acerqué al Director y le dije: Oiga don Chano….y por que no prendieron la veladora de la repisa de la virgen por arriba de la cabecera de la cama de la moribunda???’…acto seguido, sencillamente furioso, se volteó y dirigiéndose a sus técnicos, gritó:…..Óiganme  bien punta de *&%$@*&%, es la última que se las paso, como es posible que un pobre $#@^&*% como éste extraño que nos visita me haga notar que corrimos la escena con la veladora apagada, préndanla alúmbrenla y va de nuevo, lo siento Ratoncito pero así es esto. 
Después de que todos los presentes se acordaron de mi mamacita, me despedí y me retire. 

DERROTA MUNDIAL

          Aquella noche contra la costumbre, surgió una interesante conversación en torno a la Segunda Guerra Mundial y no tardó en salir a relucir el libro prohibido que fue perseguido y por lo tanto decomisado y escondido de la autoría de un tal Salvador Borrego E.  

Se trataba de una detallada crónica de los impresionantes acontecimientos que sucedieron durante la espantosa guerra (1939 a 1945) pero que tendenciosamente se inclinaba a favor de una de las partes provocando odios y grandes rechazos por parte de los simpatizadores de la otra.

Me obsesioné por tener el libro y me dediqué a buscar al autor. Después de algunas semanas de seguirle la pista me enteré que tenía su habitación, bodega y oficina en un pequeño y muy antiguo departamentito en las calles de Varsovia.

Entré y tomé la vieja y crujiente escalera de madera casi podrida para llegar al tercer piso buscando el departamento 31. A medida que ascendía el espacio se oscurecía mas y mas. Cuando casi llegaba al tercer nivel, me movía a base de llevar los brazos estirados hacia el frente temiendo accidentarme. Así, pude detectar la puerta del famoso departamento y toqué la puerta. Toqué una vez mas y entendí que no había nadie.

De pronto escuché que alguien subía, los escalones rechinaban como cuando yo subí. Temí sorprender y asustar con mi presencia a la persona que se acercaba y me decidí a pronunciar algunas palabras:  A la persona que está subiendo, no se vaya a sorprender por mi presencia, estoy en la oscuridad esperando que me abran.  La persona que se aproximaba no dijo nada, simplemente seguía subiendo.





Sentí que ya estaba arriba, se aproximó a mi y entonces por su voz supe que se trataba de un varón y que llegaba precisamente al departamento 31. Entonces me dijo: A quien busca?  --Busco al señor Salvador Borrego --Para que lo necesita? – Quiero ver si me puede vender un ejemplar de su Derrota Mundial.  En ese momento sentí que estaba junto a mí y escuché como accionaba su llavero para abrir su puerta. Al entrar la luz proveniente de una ventanita de daba a la calle pude ver su figura, se trataba de un anciano enfundado en un abrigo y cubierto con un peculiar sombrero de ala muy amplia.

Giró hacia mi y me dijo: Pase usted y dígame, para que quiere ese libro? –Sabe usted que un amigo me lo prestó lo leí y se lo devolví. Ahora me interesa poseerlo y tenerlo en mi biblioteca personal, me haría usted favor?.......Lo pensó un momento, abrió un mueble parecido a un ropero y me dijo: Aquí lo tiene, son cien pesos.

          Le pagué, le pedí que me lo dedicara, le dí las gracias y me despedí, bajé de la oscuridad a la luz y desde entonces soy dueño de ese histórico ejemplar.

CUANDO DEBUTÉ EN EL CINE

Corría 1948, yo estudiaba tercero de secundaria en el Instituto Oriente de la ciudad de Puebla. Recién iniciadas las clases llegaron dos sombrerudos enviados por Emilio “El Indio” Fernández, solicitaban al Director de la Escuela que permitiera a los componentes de la banda de guerra que colaboraran en la filmación de la película “Enamorada” protagonizada por Pedro Armendáriz y María Félix.

En la Escuela nos dieron permiso y nos trasladaron con todo y tambores y cornetas en un autobús a un punto cercano a Cholula, locación donde se filmaba la película. El fotógrafo era  nada menos que Gabriel Figueroa.

Yo sentí que estaba viviendo mi ingreso al cine, sentí que era un actor en ciernes. Soñé que podría llegar a alternar con bellezas como Miroslava, con Silvia Pinal ó con Elsa Aguirre y además ganar mucho dinero.

En un momento dado, nos saludó muy amablemente Pedro Armendáriz (el Galán), Julio Villarreal (el Hacendado ricachón), y Fernando Fernández (el Padrecito). En contraste, María Félix nos ignoró con su acostumbrada altivez y petulancia.

Nos habían dicho que nuestra participación sería breve y nos llevaría lo que restaba del día,  pero la verdad es que nos pasamos cuatro días al rayo del sol y en la noche en una tienda de campaña muriéndonos de frío. A la hora del corte para comer nos daban una bolsita de papel con un plátano, una pera, un huevo cocido, un bolillo abierto con un  poco de queso y un horrible refresco embotellado que se llamaba Neo Ferro Fosfatado.

Para completar nuestro “éxito artístico”, repetimos cuatro y cinco veces cada una de las tomas en las que por lo regular aparecíamos vestidos con calzón y camisa blanca, enorme sombrero de petate, huaraches, cananas, Mauser y tambor ó corneta, marchando a paso de camino atrás de la caballada y pisando casi descalzos la majada que generaban los condenados animales.



         Cuando después de esos cuatro días dejaron de necesitarnos, nos despedimos de don “Indio” Fernández  y yo aproveché en aclararle: Señor, mucho gusto, está usted servido y por favor para su próxima película no cuente usted conmigo porque he descubierto que no sirvo para artista.