No cabe duda de
que cuando algo se pone de moda o se dispara entre lo que ya es rutina o costumbre, nadie lo puede parar.
Yo recuerdo que
se comenzó a calentar la afición por el futbol en una forma impresionante. En
aquellos tiempos los años cuarenta, los campeonatos ó torneos que regían en el
ambiente futbolero estaban integrados por inolvidables equipos como el Puebla
FC., el España, el Marte, el Atlante, el Necaxa, el Atlas, el Guadalajara, el
León, el Oro y el Veracruz. Honradamente, en aquellos días ya se jugaba muy
buen fútbol.
Yo como aficionado que fui, recuerdo los nombres de muchos de los jugadores de aquellos tiempos, como es el caso del español Isidro Lángara y el veracruzano Pirata Fuente, los dos magníficos delanteros del Veracruz.
También recuerdo a futbolistas que dejaron huella como el español José Iborra del Club España y a un grupo de valiosos jugadores argentinos que fueron contratados para jugar en el Puebla FC., y que hicieron muy notoria su aparición en el ambiente futbolero y en la conservadora sociedad angelopolitana. Dentro de ese grupo de jugadores argentinos, se destacaban el llamado coloquialmente Pito Pérez, Bruno Rodolfi y Eladio Vaschetto.
Este Vaschetto,
además de haber hecho notar su arribo a suelo mexicano como un destacado
futbolista del River Plate,
provocó una inquietud entre las damas poblanas pues era un apuesto galán
que podía haber triunfado fácilmente en Hollywood.
Así fue que no
tardó en hacer click con una señora de la crema y nata de la inmaculada
sociedad poblana. Pero lo más curioso fue que él, la referida dama y su
conocido y apreciado marido se entendieron tan perfectamente bien, que no tardaron en convertirse en
una suigéneris pareja de tres.
El señor, dueño
de la casa y de tan hermosa cornamenta, se paseaba feliz por las calles del
centro de la angelópolis manejando
su hermoso Packard convertible llevando a su lado a su esposita y de copiloto a
su amigo y socio que recién había salido del closet, (en esos tiempos los
asientos delanteros de los autos eran corridos y para tres personas). Así, con
buena voluntad e inteligencia, todos contentos.
Pues volviendo
al futbol y por lo que corresponde al nivel amateur, yo me animé a ingresar a
un equipo denominado ALES que en
Puebla gozaba de un gran prestigio. Este equipo estaba formado por los acólitos
de diferentes Iglesias predominando la consagrada a la Inmaculada Concepción
conocida popularmente como: “La
Concha” y aunque yo ya estaba un poco pasado de edad para andar de monaguillo,
no me importaba con tal de formar parte del famoso equipo.
Ahí en la
Concha, nos encontrábamos todos los miércoles y los sábados para entrenar y
para hacer planes y ordenar nuestras estrategias en cuanto a la forma de juego y cuando había torneos, los
juegos eran los domingos después de ayudar en un par de misas.
El religioso perteneciente a esa orden
de sacerdotes del Espíritu Santo notre père Luis, era un francés grandote y gordo
muy buena onda y de muy buen carácter, y precisamente él era quien estaba a
cargo de nosotros.
Ese condenado
padrecito la agarró conmigo y cada vez que podía me decía que me decidiera a
ingresar a su orden como novicio. Me alegaba que yo tenía el perfil perfecto
para seguir por ese camino. Yo ya de plano le sacaba la vuelta porque cada vez
que nos encontrábamos me llamaba aparte y comenzaba a tratar de convencerme.
Yo nunca le prometí considerar esa
probabilidad, por el contrario, le aseguraba que yo seguiría el ejemplo de mi
padre y formar una familia con mi esposa y mis hijos.
Pero resulta
que una noche llegué a mi casa y al aproximarme a la sala deduje que había
visitas porque la luz estaba encendida y además se oían voces. Me asomé para
cerciorarme que así fuera y me fui llevando la gran sorpresa de que la visita
era nada menos que notre père Luis que con una copita de vermouth en la mano
conversaba con mis padres.
Después de
saludarlo y en medio de la sorpresa, besé la diestra de mi padre y la mejilla
de mi madre que estaba inmersa en un tierno llanto. Yo no entendía que estaba pasando,
y el porqué de esas inexplicables lágrimas.
Entonces, mi
mamacita con voz entrecortada, me preguntó….Por qué no nos habías
dicho???.....a lo que agregué……Que es lo que les debí haber dicho??? ….Pues el
Padre Luís nos está enterando de que vas a ingresar al seminario para seguir la
carrera del sacerdocio…..y yo me quedé perplejo y volviéndome al Padre le dije:
Oiga notre père Luis, de donde sacó eso de que me voy al seminario…..yo
nunca he aceptado, ni le he prometido nada. Y dirigiéndome a mis padres dije:
El Padre Luís me ha insistido mucho, al grado de que últimamente ya le saco la
vuelta pero nunca de los nuncas le he hecho sentir que tal vez yo pudiera
decidirme por ser sacerdote.
Entonces, notre père Luis se encrestó y
me dijo con voz autoritaria y firme: a ver, querido joven, quiero que me des
una razón de peso para que yo deje de insistir en ello…..te escucho….
Pues mire
Padre, con todo respeto y para acabar con esta situación que ya se tornó en
molesta, le doy la razón que usted me pide: “Sépase usted que a mi me gustan
mucho las viejas y que espero con ansias alcanzar la edad para casarme y
disfrutar de la vida y de la cama con mi mujer”.
Acto seguido el
tal padrecito francés se puso de pie y dijo: Bueno señor y señora, les
agradezco mucho que me hayan recibido y espero que el Señor Todopoderoso se
apiade y guie a este muchacho por el camino del bien. Tomó su sombrero y su
bastón y diciendo Buenas Noches salió de la sala y desapareció.
Aclarado
el punto con mis padres, tomé la determinación de no volver a La Concha, me
olvidé de mis amigos monaguillos y del equipo de futbol y del equivocado,
obstinado, imprudente y necio notre père Luis.
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