TU SABÍAS QUE…….
Carlos
Gardel, el famoso, querido y admirado
cantor y autor de tangos, no era argentino pues nació en Toulouse, Francia. El
nacimiento fue el 11 de Diciembre de 1887. Toulouse es una antigua población
ubicada en un punto denominado Languedoc, próximo a los Pirineos y muy cerca de
Provenza, tierra ancestral de auténticos trovadores. (Cabe hacer notar que hay
discrepancia en cuanto al año en que nació; 1883, 1887 y 1890 y en relación al
lugar de su nacimiento, pues los uruguayos sostienen que nació en una población
uruguaya llamada Tacuarembo).
Cuando
apenas contaba con cuatro añitos, fue llevado a la Argentina por su madre doña
Bertha Gardés quien había decidido emigrar en 1891 con la intención de mejorar
su forma de vida radicándose en Buenos Aires en una vieja casona de la calle de
Uruguay (hoy Sarmiento) entre Cangayo y Cuyo.
Su
verdadero apellido era Gardés, pero decidió cambiarlo por considerarlo más
amable al oído. Por otro lado, “El Zorzal Criollo” o “El Morocho”, como solía conocérsele, mostró desde pibe una gran
inclinación a todo lo relacionado con la farándula pero desgraciadamente demasiado
pobre para poder comprar una entrada aunque fuera para “el paraíso”, como
popularmente se refería uno a la
“Gayola” o a la Galería.
Por
fin, el joven Carlitos encontró la forma de colocarse como “invitado de
relleno” que eran personas situadas estratégicamente entre las piernas del foro
y las bambalinas para armar boruca en
determinados momentos o allá en la “gallera” para que aplaudiendo provocaran el
aplauso al actor que lo requería sin merecerlo pero que necesitaba darse a
conocer.
Así
transcurre su adolescencia y descubre que es dueño de una privilegiada garganta
y una gran sensibilidad en el alma. Su agradable voz de barítono por lo regular acompañado por una
guitarra se amolda y se adapta a un estilo muy particular, dando a las
canciones criollas un sello inconfundible.
Allá
por 1910 por un gran amigo llamado Pellicer se entera de que el tenor José
Razzano quien cantaba estupendos tangos en la barra del Café del Pelado, donde había expresado muy petulantemente que
deseaba encontrarse con el tal Morocho,
pues deseaba bajarle los humos en alguna musical contienda.
Pasó
un añito y por fin en 1911 se efectuó el anunciado encuentro. Desde el primer
momento brotó una chispa de mutua simpatía entre los payadores. Cantaron
magistralmente y se despidieron en forma amistosa sellando una tácita y perenne
amistad.
Carlos
Gardel pronto correspondió a aquella invitación e invita a José Razzano a
cantar a dúo, acontecimiento muy exitoso que encendió el deseo para hacer una
gira por todo el país, cosechando aplausos y simpatía pero muy poco dinero.
Un
buen día, ambos conocieron a don Pancho Taurel, hombre rico y generoso que se
declaró como un gran admirador de los dos cantantes y que se convirtió en
cierta forma en su mecenas.
Así
corrió el tiempo hasta que la edad y la mala suerte traicionaron a Razzano
quién en una ocasión no pudo cumplir con el compromiso contraído y para cantar
en una elegante confitería llamada El Perú continuando la fiesta en otro
elegante templo de placer de sabor parisiense llamado Armenoville. Como consecuencia de todo lo anterior, Gardel-Razzano,
como dueto, disfrutan de una inusitada oportunidad, un contrato con una
compensación de setenta pesos. La felicidad fue mayor cuando se les aclaró que
los setenta eran diarios.
De
ahí, el dueto inició una gira presentándose en los teatros de Bogotá,
Montevideo, Sao Paulo, Río de Janeiro, Madrid y París en donde los distintos
públicos disfrutaron sus preciosas canciones pamperas.
En
el invierno de 1925 llega a Buenos Aires un príncipe de sangre azul, se trataba
de Eduardo VIII de Inglaterra, heredero de la corona, quien aplaudió a rabiar
durante esa fiesta de carácter criollo.
A
fines de ese año, Razzano se siente mal, comienza a notar la decadencia de su
voz y resuelve suspender sus participaciones, proponiéndole a Gardel que cumpla
con sus compromisos en Europa mientras el procura reponerse. Aunque Carlos Gardel en principio se opone,
por fin acepta y va solo.
Estando
en París se le presenta la oportunidad de participar en la filmación de una
película que resultó ser un gran éxito comercial, porque sin duda ya se había
impuesto en España, en la Ciudad Luz y posteriormente en la Meca del Cine en
los Estados Unidos en donde cosecha éxitos y dólares. En los estudios de la
Paramount, uno de los directores expresó: Carlos Gardel canta con una lágrima
en la garganta.
Carlos
Gardel en los años treintas.
Después
de una larga ausencia, regresa a Nueva York el 12 de enero de 1935 y es llevado
a la cárcel por el “delito” de presentar en sus espectáculos música criolla contraviniendo
al absurdo reglamente neoyorquino.
Posteriormente
prosiguió con su gira por San Juan de
Puerto Rico, Curazao, Caracas y finalmente Barranquilla, Cartagena y Medellín.
La gira la termina con una presentación apoteótica en Bogotá, al grado de que
en su recibimiento el incontenible público invade las pistas del aeropuerto
obstaculizando que el avión pudiera llegar al sitio de costumbre para
desembarcar al pasaje.
El
popular y querido cantante de inolvidables tangos y milongas quien siempre fue
clasificado como Tenor ligero, inexplicablemente en su última etapa, (1934)
cambió su tesitura a la de Barítono.
Gardel
había dejado pendientes dos contratos por cumplir en Nueva York pero por otro
lado ya tenía un enorme deseo de volver a Buenos Aires. Ese sentimiento de
volver a casa lo reflejaba en sus últimas presentaciones en donde imprimía una
rara emoción por su regreso que se sentían en determinadas canciones. Los biógrafos
del artista aseguran que presintió su muerte.
Por
aquellos días, de las canciones con las que sin duda más se le identificaba,
podemos referir en forma escueta los siguientes versos:
Viejo
barrio
perdona si al evocarte
se me escapa un lagrimón…
+
Mi Buenos Aires querido
cuando yo te vuelva a ver
+
Volver
con la frente marchita
las nieves del tiempo
platearon mi sien.
El
avión que abordó Gardel para no volver jamás.
Adiós
a Bogotá, el 2 de Julio de ese 1935 saldría en un avión expreso sin saber que
se trataba de su último viaje, del irremediable viaje sin regreso.
A
la salida de su hotel, las cámaras de la prensa captaron la amplia
y cordial sonrisa propia de su carácter caballeresco y simpático, eran
las últimas de su vida. Un abrazo cálido
a Nicolás Díaz, su amigo y colaborador que tuvo que desistir de abordar la nave
por algo que surgió de improviso a última hora.
Al
hacer escala en Medellín, el aterrizaje fue un poco estresante porque no se
efectuó con suavidad sino un poco fuera de lo que es normal.
A
los pocos minutos el avión volvió a calentar los motores y después del taxeo
para llegar a la pista, se detuvo, esperó la señal de “adelante” y comenzó a
correr para alcanzar la velocidad para hacerse al aire. De pronto, cuando el
avión se encarreraba, sorpresivamente se inclinó sobre uno de sus costados
perdiendo el rumbo y sin control alguno detuvo su incontrolable carrera al
estrellarse en contra de otra nave que ostentaba el nombre de “Manizales”
y que se encontraba en posición de alto
esperando que el avión de Gardel despegara.
El
choque fue simplemente espantoso, certero, dantesco. En el mismo instante de la
colisión sucedió una gigantesca explosión y el fuego que envolvió a las dos naves.
Así,
con la misma y sorpresiva rapidez, se extinguió para siempre la presencia del Cenzontle Criollo que llevó a distintas
latitudes en el mundo el sentimiento y el alma de la tierra del Plata.
Fue
una muerte violenta, imprevista, espectacular ante miles de admiradores que
apenas podían creer que Carlos Gardel había dejado de existir. El artista murió sin transiciones y sin
agonía, no podía haber sido en otra forma porque así mueren los héroes de
leyenda, así ingresan los dioses mitológicos a la inmortalidad.
Unos tangos y una foto, recuerdos imperecederos
de Gardel
Carlos Gardel, gracias por seguir cantando y
cada día mejor!
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