martes, 20 de enero de 2015

LUDWIG VAN BEETHOVEN

TU SABÍAS QUE…

Ludwig Van Beethoven nació el 16 de diciembre de 1770 en Bonn, Alemania y  falleció a los 57 años el 26 de marzo de 1827 a orillas del Danubio en Viena, capital de Austria.

Siendo todavía un niño, sus padres, Johann Van Beethoven (1740-1792) y María Magdalena Keverich (1746-1787) deseaban que su hijo lograra las hazañas del prodigioso Wolfgang Amadeus Mozart que a la edad de 14 años ya ofrecía  estupendos conciertos.

El padre de Ludwig era un tenor borracho y sin talento, la madre, una humilde mujer de oficio criada, hija de un cocinero y viuda en primeras nupcias de un lacayo.  Causa asombro pensar como de tales orígenes hubiera resultado un ser de tanto talento  y de tanto valor moral y artístico.

         Como el vicio de la embriaguez ha hecho de su padre un verdadero degenerado, el joven Ludwig se ve en el penoso caso de acudir a los tribunales en demanda de la inhabilitación del autor de sus días, para evitar que continuara dilapidando los pocos recursos que quedaban disponibles para la manutención de la familia.


Ludwig Van Beethoven niño.

El niño-puberto Ludwig con mucho empeño y grandes sacrificios, logra ir sorteando los obstáculos que se le van presentando y además de ver por su familia logra estudiar piano, armonía, contrapunto y composición. Desde siempre se revela como un artista muy temperamental, verdaderamente excepcional. Su dedicación y amor por la música, le llevan a dar a conocer sus primeras obras que muy merecidamente le generan lo suficiente para vivir con discreción y además cuando podía, ayudar a sus amigos. Él decía: “Ninguno de mis amigos debe carecer de lo indispensable en tanto que yo tenga algo que pueda compartir con él”.

Lo que no pudo evitar fue que se le presentara un nuevo e inevitable martirio, a los veintiséis años comenzó a tener problemas por la deficiencia auditiva y lo más grave fue que se le diagnosticó como progresiva. Él pensaba para sí mismo: “Os imagináis que sería de mi como músico si no pudiera oír mi propia música?”

 En cuanto a los amores, llegó el momento de su primer romance, se enamoró de una joven llamada Julieta Guicciardi, una muchacha frívola, indigna de ser amada por un hombre de gran genio y que jamás hubiera pasado a la posteridad a no ser por la dedicatoria de la sonata Claro de Luna. Además, Julieta era egoísta y coqueta y después de haber despreciado al joven Ludwig tan enamorado de ella se casó con el Conde de Gallemberg.  Esto no fue un óbice para que Julieta, sin el menor escrúpulo, se aprovechara más tarde el aquel antiguo amor para pedirle un servicio en favor de su marido; Beethoven accedió a lo que se le solicitaba, superando con todo profesionalismo aquellas malas y tendenciosas pasiones.


Ludwig en plena juventud.

Otro de sus grandes amores fue una bella joven de nombre Josephine Brunswick, relación que aunque fue a la buena, tampoco progresó.

Beethoven era demócrata por convicción, sus ideas republicanas fueron harto conocidas y le ocasionaron serios sinsabores. Admiraba a Napoleón Bonaparte porque creía que él podía hacer algo de Francia, una república con sufragio universal por lo cual le dedicó su tercera sinfonía, La Heroica a la que intituló “Bonaparte”,  pero una vez que se enteró que Napoleón se había Coronado Emperador, rompió en pedazos esa dedicatoria quedando vigente y en forma de leyenda: “Sinfonía Heroica, para celebrar el recuerdo de un gran hombre”. 


Beethoven, artista y hombre maduro.

Una verdadera conquista de Beethoven en favor de sus compañeros músicos y compositores fue lograr que ya nunca más se les considerara como parte de su personal de servicio. En ese entonces, un Beethoven, un Mozart, solamente se exhibía personalmente ante la aristocracia a la hora de ofrecer su actuación musical. Además, los amos eran quienes disponían las obras que deseaban oír y si fuera necesario repetir dos o tres veces una obra, había que doblegarse y hacerlo. Fuera de ese tiempo, se debía conservar confundido con el personal de servicio, es más cuando esos artistas consumían sus alimentos era precisamente en las mesas que dentro de la cocina ocupaban cotidianamente los cocineros, lacayos, garroteros, criados y mozos en general.

          A partir del momento en que Beethoven puso sus condiciones y le fueron aceptadas, no volvió a repetirse ese indigno acto.  Sus convicciones eran tan firmes, que en una ocasión en que paseando por la Alameda del Balneario Teplice  caminaba acompañado de su amigo el notable y respetable compositor Johan Wolfgang von Goethe, se encontraron frente a frente con la Emperatriz María Luisa de Austria con su familia y su corte. 

Goethe se hizo a un lado, se descubrió y sombrero en mano y haciendo la acostumbrada reverencia respetuosamente saludó, en cambio, Beethoven, sin reducir el paso e impasible, se abotonó la levita y con los brazos a la espalda continuó su camino provocando que los nobles se apartaran para franquearle el paso.

Más adelante, Ludwig esperó a que Goethe estuviera nuevamente a su lado y rápido le dijo que le avergonzaba y le reprochaba su actitud de lacayo. Para terminar el regaño agregó: “Muchas personas nos parecen grandes porque equivocadamente las contemplamos de rodillas”.   
     
La obra de Beethoven es inmensamente grande en importancia y en cuanto al número de tan diversas obras que integran el invaluable acervo que heredó a la humanidad toda.

La única Ópera que escribió fue Leonore que por ciertas razones se vio comprometido y muy contrariado a cambiar de nombre por: Fidelio y que por cierto se estrenó el 20 de noviembre de 1805.

A partir de ese año, Beethoven reactivó su actividad creadora que se puede  sintetizar en: 32 Sonatas para Piano, 16 Cuartetos, 7 Tríos, 10 Sonatas para Violín y Piano, 5 Conciertos para piano y orquestas y 9 Sinfonías,  incluyendo la Tercera  en mi mayor conocida como La Heroica y la Quinta en do menor, cuyo cuarto movimiento está basado en la Oda a La Alegría. Podemos referirnos muy especialmente a su Obertura Coriolano y a su bagatela para piano Para Elisa.   

Dentro de sus sinfonías, destacan la Quinta y la Sexta, La Pastoral. Uno de sus últimos conciertos que ofreció Beethoven fue el 22 de diciembre de 1808. Para nuestro personaje fue de gran importancia haber conocido en 1823 a otro grande, a otro genio de la composición y espléndido pianista, Franz Liszt. (1811-1886)

Este gran genio, tan merecidamente famoso en la historia de la humanidad, murió el 26 de marzo de 1827 y sus funerales se llevaron a cabo en la iglesia de la Santa Trinidad que por cierto se localizaba a unas dos calles de su casa, donde murió.

Durante la misa se interpretó el Réquiem en re menor genial obra de Wolfgang Amadeus Mozart. En esa memorable ocasión acudieron llenando la gran plaza situada al frente del templo unas veinte mil personas. Entre muchas celebridades y cerca del ataúd, se le vio durante la ceremonia a otro gran genio,  Franz Peter Schubert.

          A las puertas del Cementerio Zentralfriedhof de Viena, posteriormente llamado: Schubert Park, el actor Itenrich Anschütz leyó la oración fúnebre escrita por el poeta Franz Grillparzer Beet.  Minutos después, Ludwig Van Beethoven fue sepultado.  


El monumento erigido sobre su sepulcro.

El monumento erigido sobre la tumba que guarda los restos del gran genio, consta de una columna obelisco de trazo piramidal en cuya base reza el nombre
                                      
                           “BEETHOVEN”

a media altura, la imagen de una dorada lira sugiriendo la presencia de la Música.


Ludwig Van Beethoven, Gracias por haber nacido.





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