sábado, 15 de abril de 2017

A PROPÓSITO DE LA SEMANA SANTA

     Llegó la Semana Santa y no obstante las provincianas costumbres, dos de mis primos, dos amigos y yo, conseguimos el permiso para ir de excursión a un lugar del que muy poco se sabía y que se llamaba Casitas que se localizaba muy cerca de Nautla y que era un sitio además de bonito muy barato y que se comía muy bien.

     Para allá salimos y llegamos a Teziutlán todavía en el estado de Puebla. Ahí, visitamos el Café Alcalá que presidía la querida y respetable Tía Chabela quien nos invitó a comer y nos despidió para continuar nuestro viaje. Por fin llegamos a Nautla en el estado de Veracruz y para no llegar de noche, rapidito seguimos nuestro camino a Casitas.


En la playa de Casitas,Veracruz, nada de nada


     Alguien nos había dicho que Casitas era un hermoso y pintoresco lugar, donde se comía muy bien y además era muy barato. Pues la impresión que nos llevamos fue muy distinta. Llegamos a un pueblo donde no había pueblo, las rústicas y escasas construcciones eran de madera y muy frágiles. La playa sin ningún atractivo, delimitando un grisáceo mar totalmente ausente de belleza y de turismo.

     Por fin después de relacionarnos con algunas personas, nos llevaron a un verdadero tejaban que funcionaba como hotel. El WC afuerita y la regadera con manguera y aguita fría. Al día siguiente la impresión fue más generosa con nosotros, la playa limpia, el día soleado, el viento tranquilo y la milagrosa atención de alguien que nos  acercaba muy buenos platos para engullir junto con unas cervecitas bien frías y por muy poco dinero. Los lugareños nos advirtieron que era un mar muy traicionero porque la resaca era muy fuerte y que si nos queríamos meter que lo hiciéramos atados a un cabo, (reata).

     Para esa noche estaba anunciada la fiesta anual, venía gente de otros lugares y si llegaba el conjunto de Simón “El Jarocho”, habría baile, todo debajo de un tejabán.


     Pues no obstante los estragos que nos hizo el sol, acudimos a la fiesta en donde después de los músicos éramos como las estrellas de la noche. Empezó el bailazo y las muchachas del lugar nos sacaron a bailar a nosotros los visitantes. 


     Yo no se como le hice para desprenderme de la que me eligió a mi porque además de bizca era cacariza y olía al puritito sudor combinado con huitlacoche, así es que me le escapé, me trepé al estrado de los músicos y atrás de ellos me divertí tocando el güiro.

El baile anual de Semana Santa en Casitas, Ver.    
y el bendito Güiro.    
     Por lo mismo, y entre tantísima gente no me di cuenta de que mis cuatro compañeros me comenzaron a buscar y buscar y se salieron del lugar y armaron un señor jaleo que ya traían a una buena cantidad de espontáneos ayudando a mi búsqueda. Llegaron a pensar que a la luz de la luna me había metido al mar y el mar me había llevado.

Esa noche el mar estaba muy bravo    
     Hubo un momento en que bajé del templete y me acerqué a aquella bola de chismosos indagando que había pasado y me dijeron que se había perdido uno de nosotros y que a lo mejor se había metido al mar y se había “ogado”. En eso, saqué la antena y pregunté no seré yo el que se “ogó”????............ Esa noche mis cuates y todos los habitantes de Casitas, se acordaron de mi mamacita quien seguramente estaba viendo su tele muy ajena a los acontecimientos.   



AHORA… YA DE REGRESO   

La Catedral en el centro de Teziutlán    

     Después de nuestra experiencia vacacional en Casitas Veracruz, ya de regreso, aunque ya era un poco tarde, volvimos a visitar a la querida Tía Chabela en su prestigiado Café Alcalá en la calle principal de Teziutlán Puebla. Después de comer y de la larga sobremesa, nos despedimos y nos dirigimos a la terminal de los camiones guajoloteros que hacían la corrida a la ciudad de Puebla.

     Por ser el final de la Semana Santa, nos encontramos con una enorme cola para abordar el siguiente y último autobús que daría servicio ese día. Ese día era domingo y todos teníamos obligaciones para el día siguiente unos en el trabajo y otros en la escuela. No sabíamos que hacer, pero teníamos que llegar a Puebla a como diera lugar.

     Optamos por caminar por la orilla de la carretera y pedir aventón aunque nos fuéramos de uno en uno. La verdad es que nadie se detenía, así fue que llegamos a una gasolinera en donde estaba cargando combustible un camión que no era de línea, nos acercamos y hablamos con el chofer quien nos dijo que era el autobús privado de un equipo de Foot Ball de Tlaxcala que había jugado esa tarde en Tlatlauquitepec, conocido coloquialmente como “Tlatlauqui” y debía recoger a los jugadores en cosa de media hora. Le pedimos aventón y nos dijo que nos llevaría hasta la bifurcación donde el daría vuelta para llegar a ese pueblo.

     Nosotros estuvimos de acuerdo porque pensamos que a partir de ahí, podríamos llegar a Puebla aunque fuera en abonos y así fue que ahí nos dejó. Él nos prometió hablar con el encargado del equipo y si él aceptaba nos volvería a recoger para dejarnos en la entrada  de la ciudad de Puebla.

     Ahí, en la orilla de la carretera, asoleados, cansados, en plena oscuridad, sin dinero y en medio de una super orquesta de grillos, chicharras y moscos,  esperamos pacientemente que viniera el camión de regreso pidiéndole a Dios que aceptaran levantarnos. En un momento dado, a lo lejos, aparecieron unos faros, pensamos que era el camión de los jugadores. De pronto comenzamos a ver que de entre los faros salían unos fogonazos o flamazos que combinaban con unos golpes muy fuertes en el suelo alrededor de nosotros y que además de levantar estallidos de tierra nos provocaron un inesperado terror; no tardamos en convencernos que se trataba de fallidos balazos.

Así era el Cadillac’50  de esa pandilla de asesinos.

     Una vez que ese vehículo se aproximó a nosotros, en medio de más y más desatinados balazos, logramos ver que se trataba de un precioso Cadillac Coupé de Ville y nos percatamos de que se trataba de una pandilla de matones borrachos que asomados por las ventanillas, entre gritos y maldiciones practicaron el tiro al blanco teniendo como objetivo nuestra pobre humanidad. Estos desalmados animales, tomaron camino hacia Teziutlán.

     Después supimos por los jugadores Tlaxcaltecas, que afortunadamente aceptaron levantarnos, que se trataba del infeliz multiasesino Gabriel Ávila Camacho y su elenco que alcoholizados y como era su costumbre, ya habían cometido un sinnúmero de fechorías en la fiesta popular de Tlatlauquitepec.

     Ese multiasesino, tuvo por cárcel Teziutlán, su ciudad natal, mientras fue presidente de la República su hermano Manuel, el “Presidente Caballero”.

     A partir de nuestras balaceadas vacaciones, por las noches, al rezar al Angelito de la Guarda, le envío un buen bonche de maldiciones y mentadas de madre al tal Gabrielito y sus podridos secuaces.

     Se cuenta que el tal Gabriel le daba diez y las malas a su hermanito mayor el tristemente recordado super asesino Maximino Ávila Camacho.



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