Una vez, el licenciado Miguel Alemán Valdés siendo Presidente de la República (01 dic 1946 – 30 nov 1952) tuvo la idea de crear una Ciudad que fuera Satélite de la Ciudad de México, algo así como la luna de la tierra. Pero no fue sino hasta después de terminar su sexenio que pudo hacer realidad ese proyecto que era signo de una altísima inversión. La respuesta después de una adecuada promoción y con una efectiva publicidad, tenía que ser de lo más atractiva. Además, era sabido que esa importante inversión no sería ningún problema para don Miguel y su pandilla.
Dos distintas etapas durante su construcción. |
En 1957 ya como expresidente, se comenzó a
realizar la urbanización de la Ciudad Satélite de la Ciudad de México. Para
empezar, se inició la construcción de las gigantescas y simbólicas Torres, obra
del arq. Luís Barragán y del escultor Mathías Goeritz. Originalmente se pensó
en una gigantesca fuente pero por la existente inclinación del terreno no daba
lugar a un buen proyecto.
Una vez concluida la pintura, la
iluminación y los detalles propios de una obra de tal importancia, fueron
inauguradas por el Presidente Adolfo Ruíz Cortines en 1958 último año de su
gobierno.
Las flamantes e impactantes Torres |
La presencia de las torres, su forma, su
inmejorable ubicación, sus diferentes alturas y colores fueron y hasta la fecha
son una magnífica idea hecha realidad.
A partir de Miguel Alemán Valdés, cada
presidente fue autor o inventor de su muy personal juguetito: Alemán: Acapulco
y Ciudad Satélite. Ruíz Cortines: su juguete fue pagar los platos rotos por la
inflación que provocaron los exagerados dispendios del gabinete de quien le
precedió provocando una trágica devaluación exactamente el sábado de Gloria de aquel 17 de abril de 1954; luego llegó López Mateos, que descubrió una linda isla llamada Cozumel y que el
promovió pero no lo suficientemente por
haber iniciado tarde; en seguida llegó Gustavito Díaz Ordaz con su apoyo a
Acapulco y más tarde Echeverría que inventó su juguetito llamado Cancún.
López Portillo estuvo muy ocupado con sus
conquistas amorosas y se limitó a aprovechar lo que hicieron sus antecesores.
Miguel de la Madrid inventó, apoyó y promovió el proyecto llamado Huatulco. Luego siguió el nefasto y maquiavélico Pelón Salinas le encantaba pasársela en
Huatulco, en la Casa Azul para uso exclusivo de la Presidencia de la República, apodada “La Casa de los Pitufos” fincada
a la orilla del mar en ese hermoso lugar y que prosiguió con Huatulco a la vez que le dio cuerda amplia y
bastante a otros proyectos como el caso del Super Hotel Tailand’es Bayan
Tree en Puerto Marqués en Acapulco que
es simplemente fuera de serie.
Por cierto que el siniestro ratero, el Pelón
Salinas, un día en que se hartó y se sintió acorralado y después de una payasa huelga de hambre el muy
cobarde huyó y se refugió en la lejana Dublín, Irlanda. Ernesto Zedillo y Ponce de León no tuvo tiempo de
planear nada básicamente por el asesinato de Luis Donaldo Colosio que
automáticamente lo convirtió en candidato y presidente y de ahí en adelante, ni
Fox, ni Felipe Calderón se preocuparon por acariciar algún juguetito turístico.
La verdad es que Fox solo se preocupó por
destruir la cursi residencia de los Presidencial de los Pinos transformándola
en burocráticas oficinas y en contraste, hizo construir su nueva casa de madera
y cristales con todo el inimaginable confort y sus "toallas de cuatro mil pesos".
Por otro lado y retornando, Miguel Alemán
Valdés heredó su dorado proyecto de la
Ciudad Satélite a su primogénito Miguel Alemán Velasco. Por cierto que a
nosotros y creo que a muchas de las parejas que nos metimos a comprar ahí en
Satélite, nos sentimos hasta cierto punto con la confianza de que no habíamos
dado un paso equivocado por el hecho de que ahí vivía el mero mero dueño, en compañía de su esposa Cristian y de sus pequeños
hijos.
Comenzamos a construir nuestra casa originalmente de una sola planta. |
Nos correspondió el número 29 de la calle Fernando de Alva en Circuito Historiadores. |
Ellos vivían en Circuito Médicos y nosotros
en Historiadores y los dos circuitos colindaban. Yo si podía ver su enorme
propiedad. El no veía la nuestra porque era muy chiquita, no se veía, pero
estaba plena de ilusiones y de felicidad. El tenia fincada su casa en lo que se
puede considerar una manzana completa y nosotros teníamos 180 m2 de terreno y 120
m2 de construcción. Pero la verdad es que como familia fuimos
muy felices!!!
Al igual que una buena cantidad de
matrimonios más o menos de nuestra edad, nos habíamos echado la soga al cuello
firmando no se cuantos kilos de pagarés y letras de cambio y la correspondiente
aceptación de ser fusilado por el atraso de más de diez días en el pago de una
de sus 240 mensualidades a las que había que agregar los correspondientes pagos
por la elaboración de la documentación, la cuota obligada al departamento
jurídico, el fondo para educación, la cuota obligada por el seguro de vida, uno
más por la cobertura por tormentas eléctricas, rayos e inundaciones; otra cuota
más por los gastos de cobranza; un seguro por renovar cada año para cubrir los
deterioros involuntarios de la casa que nos estaban entregando nueva y ya iba a
convertirse en usada.
La cooperación para la habilitación de una
camioneta que además requería de un remolque para recoger la basura. La cuota
mensual para los carteros y empleados de la oficina postal que existía a un
lado del super y debajo de una sombrilla, la cooperación para uniformes,
linternas y pitos para el batallón de dos veladores a los que se les
castigaba si no velaban porque se
quedaban dormidos porque no tenían para que velar en torno a las dieciocho casitas
que ya estaban ocupadas.
Total que el día que firmamos para que nos
pudieran considerar sujetos a perseguir y ser merecedores al castigo por mal
comportamiento y por impuntuales en la cobertura de las cuotas, nos habían
asegurado y prometido que las autoridades municipales de San Bartolo Naucalpan y Tlalnepantla y las estatales en Toluca,
capital del Estado de México, se habían comprometido a tapar los 11,247 baches
que había en el carril de ida, del trayecto del Toreo de Cuatro Caminos a las
Torres de Satélite y los 9,566 que había en el carril de regreso al Toreo.
Para
orgullo de los Nacaulpénses, en ese tramo existía un bache tan amplio y tan
profundo que un día se fue de pique un motociclista que ya cumplió dos meses y
y tres días y no lo pudieron sacar por la cantidad de lodo y de gases tóxicos y
por la falta de maquinaria, de personal y de equipo para poderlo hacer.
El señor Presidente de Naucalpan hizo sus
cuentas y le salía más barato esperar a que se comprobara que el de la moto ya
había entregado la visa para pagar los gastos de costumbre por un fallecimiento.
En este caso, además, había el atractivo de que no iba a haber gastos por el
funeral del de cujas por la sencilla razón de que no había difunto por causa de
que los referidos lodos estaban conectados con los mantos friáticos que
seguramente ya habían capturado transportado y desaparecido los citados restos.
Los familiares celebraron ahí a un ladito del referido super bache su misa y su
réquiem sin olvidar las estampitas para recordar al llorado desaparecido.
El caos era tremendo especialmente cuando por
la falta de drenaje se inundaba la referida ruta y simplemente era imposible
evitar caer en baches profundos con la inevitable
consecuencia de romper una llanta o el rin o ambas cosas, sin olvidar el tapón
charro, el amortiguador, las terminales de las varillas de la dirección y las
gomas de la suspensión, obligando a que después de la reparación había que
recurrir a la alineación y balanceo de los pobres coches.
Cuando por andar jugándole al Bingo, le
acertaba uno a caer en un bache de profundidad
XXX, había que ponerse en manos de San Cristóbal que dicen que es el patrono de
los choferes y camioneros porque sucedía
que muy a menudo la panza del auto caía hasta tocar el suelo y la rueda motriz quedaba
suspendida y loca y sin efecto alguno. Como quien dice: ni para atrás, ni para
adelante.
En ese caso tenía uno que solicitar el
servicio de la AMA o de la ANA o de la grúa más cercana y todo ello aguantando
las miles de mentadas de madre de la bola de automovilistas que habían quedado
bloqueados por el incidente.
Total, que nosotros ya sabíamos que ya no
había más baches porque ya no cabían y muchos de ellos de profundidad
considerable. Sabíamos que no había alumbrado eléctrico, que no había policía
que que ayudara a base de señales para
no caer en una de esas trampas.
Estábamos confiados en la firme promesa de las compañías que construían y
vendían las casas de que el gobierno municipal, estatal, federal y celestial se
había comprometido en parchar esa gran cantidad de agujeros y nunca lo hicieron
ni se veía que lo fueran a hacer.
Entonces fue que yo en lo particular animé
a mis vecinos y acudimos en grupo a la Asociación de Colonos de Ciudad Satélite. El presidente era un señor muy educado que tenía
un muy buen puesto como abogado de la transnacional donde trabajaba.
Simultáneamente ya lo habían comprometido los ocho colonos que estaban inscritos antes que nosotros y muy
dispuestos a ayudar. Yo fui el noveno y con mis amigos ya llegábamos a once.
La junta se puso caliente y
honestamente confieso que a mí me
gustaba el lío, el argüende y el relajo. Se hablaba de poner escritos en los
periódicos pero ahí se presentaban los problemas; en primer lugar, el
presidente de la asociación debía de firmar los referidos escritos y cartas
abiertas presionando y exhibiendo a las mugrosas autoridades y eso le afectaba como
funcionario de la empresa donde trabajaba. El segundo problema era definir quien iba a cubrir esos
gastos por los cuartos y medias páginas en los periódicos pues ese recurso era
efectivo pero muy costoso y la Asociación de Colonos prácticamente no tenía
fondos existentes. Solo éramos once
miembros los fundadores de la asociación y una mínima parte de las familias que
ya vivían en Ciudad Satélites sin tomar
en cuenta a Miguelito y Cristian… Entonces fue que se me prendió el foco:
En esa junta con carácter de asamblea, les propuse
a los colonos asistentes la conveniencia de armar una protesta organizando una
marcha, pero lejos de parecer una marcha como tantas y tantas que hay todos los
días a lo largo y ancho del país. Ahora se trataba de que participaran las
familias incluyendo a los niños. Podríamos hacer un desfile dominical con los
autos adornados con guías verdes, algunas flores y adornos de papel de china y banderitas de papel picado
hechas por nosotros mismos y luego en
son de poca seriedad, burlarnos de las corruptas e inservibles autoridades que
prometían y prometían y no hacían nada más que robar.
Los autos formados ordenadamente tocando el claxon y con los radios prendidos a
todo volumen y en la misma frecuencia y con las señoras y sus amigas y todos
los familiares que se quisieran agregar haciendo bulto y sonando sus cacerolas
golpeando con cucharones metálicos.
Además, podríamos mandar a hacer unas
mantas con leyendas haciendo burla de los baches y demás problemas.
Afortunadamente el proyecto fue aprobado entre mucho entusiasmo, risas y hasta carcajadas.
Nos distribuimos el trabajo. Había que
pensar y diseñar las leyendas de las mantas y había que mandarlas a hacer y ya
montadas con sus dos palos a modo de astas para dejarlas clavadas en los
camellones sin plantas y llenos de basura que ya eran de pura tierra.
Había que avisar a los distintos periódicos
un día antes para que aprovecharan y sacaran la nota y las fotos.
Necesitábamos definir urgentemente la fecha
y la hora. Sabíamos que debía ser en domingo y la conveniencia de que fuera
sobre las doce del día precisamente a la hora en que las familias salen a
pasear en su auto.
La fecha se fijó para el domingo 13 de
octubre de ese 1963 a las doce del día. Debíamos ser discretos para que no se
nos fueran a atravesar las fuerzas vivas de los dos municipios, San Bartolo y
Tlanepantla.
A mi me correspondió diseñar las leyendas y
mandar a hacer las mantas. A cada uno de los pocos colonos nos tocó determinada
tarea.
El licenciado Padilla, presidente de la
asociación facilitó los fondos para que nosotros no tuviéramos que desembolsar.
Llegó el día. La cita era en el
estacionamiento del Super. En ese octubre de 1963 las únicas construcciones que
había en esa área era el super y la gasolinera.
En el término de media hora ya se había
formado una buena cola de doce autos. Las señoras sentadas sobre las
salpicaderas o el cofre de los autos. Los niños haciendo su parte con agudos
gritos y asomados por las ventanillas. Los radios prendidos a fuerte volumen en
la misma estación y las cacerolas sonando bien y bonito.
Yo había conseguido que mi maestro herrero
me prestara su pequeño camioncito de tres toneladas para llevar las mantas ya
aseguradas en sus correspondientes palos. Además, llevábamos algunos martillos,
clavos, serrote, un rollo de mecate, unas estacas, clavos y un poco de alambre.
Por fin arrancamos, tomamos camino bajando de
las torres y con rumbo al Toreo. Como era domingo y entre semana solo contaban
con unos ocho policías para todo Naucalpan y por costumbre se encerraban para
ver el fut y sobre todo cuando jugaban Las Chivas, sentimos que estábamos libres de cualquier
reacción y riesgo.
El Universal Gráfico - 14 de Octubre de 1963 |
No tardaron en dejarse ver los fotógrafos
de los periódicos y podíamos sentir que nuestro plan estaba dando el resultado
esperado.
A un colono que traía unos pants
anaranjados y que se distinguía perfectamente dentro del grupo, lo nombramos nuestro
coordinador. El elegía el lugar en determinado camellón en donde debíamos
hacer alto total para clavar las tiras
de madera previamente despuntadas para clavar en la tierra de los camellones
dejándolas ahí para que la gente y los periódicos las vieran.
Todas las
leyendas iban en plan de burla:
BIENVENIDOS A BACHELANDIA; APROVECHE,
ESCOJA SU BACHE; ULTIMOS BACHES BIEN
ORIENTADOS; PRECIOSOS BACHES A PAGAR EN
VEINTE AÑOS; SIEMBRE UN ÁRBOL EN CADA
BACHE Y LOGRARÁ BOSQUES; etc., etc.
Hasta ahí no había habido más que
carcajadas, aplausos y claxons como una respuesta a nuestros venenosos
comentarios.
Cuando llegamos al puente-paso-peatonal que
tenía años y años de obra y no se veía que estuviera cercano a la etapa de
terminación, se detuvo el desfile, rápidamente bajamos una mesita y tres sillas
plegables tres de nosotros rápidamente
nos pusimos muy antigüos con barbas, bigotes, dos bombines, un sombrero de copa
y levitas de trapo negro y rapidito se inició la ceremonia-pantomima del
centenario de la iniciación de esa obra.
La gente que transitaba en sus autos o
caminando se unió a nosotros y se armo un buen relajo que era lo que se
pretendía.
Excelsior - 14 de Octubre de 1963 |
Diario de la Tarde - 14 de Octubre de 1963 |
Los colonos tomando muy en serio su papel de
actores, pronunciaron a gritos un breve discurso haciendo alusión a los cien
años que ya llevaba esa obra.
El “gentío de gente” que ya se nos había agregado
ya era impresionante. Los fotógrafos de prensa y los aficionados se dieron gusto
tomando sus placas.
En eso sucedieron dos cosas al mismo
tiempo: El suelo tepetatoso de uno de los camellones estaba tan duro que las
tiras de madera no se dejaban penetrar para dejar justamente ahí la manta que se
había elegido no obstante que las tiras de madera tenían punta como de lápiz,
como es común en las estacas. Simplemente no penetraban en la tierra que era
mucho muy dura.
Entonces a mi se me hizo fácil bajar del
camioncito un martillo de albañil para golpear arriba como si fuera un gran
clavo. Era imposible alcanzar la altura de la parte de arriba de la tira. Como
clavo era excesivamente largo.
Así fue que uno de los colonos,
precisamente Ricardo mi primo, que era
pentatleta, un verdadero atleta, se prestó para que yo me sentara sobre sus
hombros (como los toreros) para golpear arriba como si se tratara de un gran
clavo. Entonces fue que en la confusión
el martillo se perdió y para
abreviar, alguien me dió un tabique para
que a modo de martillo golpeara la tira en su punta más alta.
Así lo hice y la tira comenzó a penetrar en
la tierra pero en el cuarto o quinto golpe el tabique se quebró y una de sus
mitades cayó sobre la parte alta de la frente del comedido primo que me cargaba
y que valientemente me dijo gritando, termina, dale más. Con la mitad que me
había quedado le di otros golpes y la tira logró sostenerse ahí clavada.
Cuando me baje de los hombros del primo-colono
herido me percaté que estaba sangrando, le escurria sangre que le brotaba de
dentro del cabello y le escurría por la frente.
En eso, sorpresivamente apareció una camioneta de las llamadas “Julias” de la
que bajaron tres mugrosos policías a tratar de arrancar las pancartas y
nosotros y el pueblo que ya se nos había sumado trataron de evitarlo y comenzó
el forcejeo con carácter de muy comprometido.
Afortunadamente estos renacuajos
no llevaban más que sus macanas ya muy remendadas con cinta de aislar.
Excelsior - 14 de Octubre de 1963 |
En la foto del lado derecho se distinguen
los policías que llegaron a bordo de su Julia para recoger las pancartas, capturarnos
a nosotros y llevarnos a su cloaca a la que llamaban cárcel.
Los fotógrafos de la prensa hicieron muy
buenas tomas y sobre todo, la más oportuna fue cuando le sugerí a uno de ellos que le tomaran a mi compañero
el rostro sangrando por los golpes de los malvados azules que ya más bien eran
morados por lo desteñido de sus remendados uniformes.
Después de ese exitoso desfile y dada la
intervención de los policías, pero con la riesgosa presencia de las señoras y
los niños, optamos por retirarnos para concentrarnos en el local de la asociación y así poder
disfrutar de los comentarios de todos y cada uno de nosotros y del refrigerio y bocadillos que previamente había
ordenado para nosotros el licenciado Padilla en ese entonces presidente de
nuestra asociación, que por obvias razones prefirió no aparecer.
Gabriel,
de siete años practicaba la equitación en cualquiera de los lotes baldíos. Atrás,
se llega a ver nuestra querida casa de Satélite ya de dos plantas |
Ya para entonces nuestra casa era de dos pisos y los niños crecían sin compasión, la verdad es que todos íbamos creciendo.
Al día siguiente alguien llamó a la puerta
de la casa y me encontré con dos individuos que apestaban a cebolla, perejil y
chorizo y que desde luego no invité a pasar. Ellos eran portadores de un
mensaje del distinguido señor “Licenciado” Manuel Rodríguez Estrada, Presidente
Municipal de San Bartolo Naucalpan, consistente en que estaban enterados de que
yo había sido uno de los organizadores del vergonzoso acto de ataque a nuestras
autoridades y que me recomendaba que ya le parara o que me atuviera a las
consecuencias. El señor Gobernador del Estado Libre y Soberano de México, Juan
Fernández Albarrán también se encontraba muy alterado, inquieto y nervioso por
nuestra actitud.
Yo les contesté que saludaran a tan importantes
especímenes y que les comunicaran a quién me envió semejante mensaje que para
la próxima vez me lo dijeran por escrito para que así valga y conste, porque
así nomás de palabra no vale, porque recuerden
que las palabras se las lleva el viento.
El Naucalpense, Manuel Rodríguez Estrada |
El Gobelino, Juan Fernández Albarrán |
La
verdad es que no se que pasó, nunca pudimos comprobar si se trató de una
coincidencia o si San Cristóbal se puso a chambear, pero lo cierto es que en el término de unas
semanas se comenzó a trabajar en las instalaciones eléctricas correspondientes
al alumbrado, así como en las telefónicas a lo largo de tan largo tramo y
detrás de ello, las obras de alcantarillado, banquetas, guarniciones y de las
vías para tránsito de vehículos a base de concreto asfáltico.
Durante el tiempo en que se hicieron las
obras, aprovechando que nosotros vivíamos en el lado este de Ciudad Satélite,
optamos por entrar y salir de nuestra área aprovechando las vías de
comunicación de Puente de Vigas que rodeando el Vaso del Cristo nos conectaba con
cierta fluidez con la Calzada de las Armas que ya era ciudad de México.
Una
vez terminadas las obras Toreo-Ciudad Satélite disfrutamos el ir y venir
haciendo uso de una vía de comunicación digna y a la altura de los tiempos
modernos.
Y
nuestros autos…. MUY AGRADECIDOS.
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