Como fiel fan de la obra musical del
maestro Agustín Lara, me interesó relacionarme con todo aquel mundillo que le
rodeaba. En una ocasión me decidí a
hacer un viaje a la ciudad de Puebla para conocer y conversar con su hermana
María Teresa quien se encontraba al lado de su esposo Nicanor Guzmán Guerrero que había sido intervenido
quirúrgicamente y se recuperaba en un hospital de la angelópolis. Ese fue un
buen lugar y momento para presentarme y conversar con ella largo y
tendido.
Lo primero que pude aclarar fue que aquella
bella canción llamada “Adios Nicanor” no
fue pensando ni relacionada con Nicanor su cuñado.
Logré conocer a algunos de sus músicos,
como a sus violinistas Apodaca, Manuelito Núñez y Carlitos Águila, por cierto hermano de Paz y
Esperanza integrantes del inolvidable dueto de Las Hermanas Águila; al incomparable
trompetista Nicolás “Chino” Ibarra;
igualmente, a su inseparable David Rodríguez su confidente y lazarillo, a quien le llamaba muy coloquialmente “Verduguillo”.
Localicé y perseguí a su primera intérprete
Ana María Fernández, quien acompañada por su inseparable esposo, el capitán piloto
aviador Luís Boyer Castañeda vivió por
un tiempo en San Antonio, Texas y yo, mientras vacacionaba, la busqué y localicé y la visité
para tener el gusto de conocerla y disfrutar de sus historias; a Amparo Montes, a Carmela Rey, a Ana Luisa
Peluffo y ea algunas de sus musas, muy especialmente a Angelina Bruschetta,
Yolanda Gasca y Rocío Durán. Lamento no haber podido conocer a doña Carmen Zozaya.
A María Félix……ni verla!!! A Vianey Lárraga ni buscarla porque todavía se
debe estar arrepintiendo de haber contratado al abogado Manuel Millán para
demandar a su “esposo” Agustín Lara a quien le exigía cubrir los gastos de
manutención de un niño que aunque no era de él, don Agustín de buena fe aceptó adoptarlo para darle nombre, casa y sustento,
pero ella estaba viendo la oportunidad de sacarle los gastos por cierto muy
generosos y con carácter retroactivo.
Afortunadamente
la resolución del juicio fue a favor de Agustín Lara y lo único que madre e
hijo han conseguido es seguir explotando
el nombre del compositor con sus consiguientes beneficios.
También tuve el gran gusto de conocer y
tratar a esa verdadera institución que fue don Juan Arvizu para quien Lara trabajó
por allá en 1928 acompañándolo al piano en sus primeras giras. Entre su elenco de cancioneros varones tuve
la oportunidad de hacer contacto con Salvador García, Alejandro Algara, Jorge
Fernández, Hugo Avendaño y Jorge Macías.
Y con respecto a sus amigos puedo comentar
que El Flaco de Oro fue muy amiguero. Tenía muy buenos amigos y también amigos
de esos que no buscas ni procuras pero que de vez en cuando se hacen presentes.
El maestro Lara, tuvo un buen amigo que
además era su proveedor de joyería, pues era muy afecto sobre todo en tiempo de
sus vacas gordas, en obsequiar alguna joya muy bien escogida para la pretendida
dama. Ese amigo se llamaba Antonio Ibañez conocido especialmente en la sociedad
capitalina como “El Chacho”, para redondear era simplemente El Chacho Ibañez.
Don Antonio Ibañez fue un hombre muy
jovial, muy simpático y muy amiguero. Tenía su negocio de selecta Joyería no
abierta a la calle, en un primer piso de las calles de Madero casi con Isabel
la Católica. Además, poseía una propiedad muy peculiar en un paraje semi
boscoso sobre el camino que lleva al Desierto de los Leones. Ahí, entre los
árboles tenía y disfrutaba de una hermosa casita de un solo piso y de techos
inclinados en donde acostumbraba ofrecer eventualmente alguna comida a sus
amistades. Esa casita fue bautizada con un extraño nombre: La Malcontenta.
Un inolvidable
dato sobre la historia de La Malcontenta:
Cuando
al músico poeta se le comenzaron a presentar problemas en su salud, en 1968
cayó en un intenso “Surmenage” o síndrome de fatiga crónica que se manifiesta
como un bloqueo del sistema y sentimiento de profunda y tristeza por largos
periodos de tiempo, pérdida de memoria y momentos de shock que pueden dejar a
quien lo sufre como incapaces de reaccionar.
En ese entonces, la que fungía como la
señora Lara era Rocío Durán quien lejos de apegarse a los necesarios cuidados del
enfermo, optó por ausentarse recluyéndose en su casa de descanso que tenía.
El Chacho Ibañez, preocupado por el critico
estado en que se encontraba su querido amigo, pudo por fin convencerlo de que
cambiara de ambiente recluyéndose tranquilamente en la referida casita situada
prácticamente en el campo. Increíblemente Agustín aceptó y sin pensarlo mucho
se recluyó en La Malcontenta con la condición de que no deseaba visitas de
ninguna especie y no se le molestara en nada. Solo aceptaba que se acercara con
la discreción del caso su fiel “Verduguillo”.
El médico a cargo de su cuidado y casi
desde afuera, estaba pendiente de como iba reaccionando el enfermo a los
cuidados y a los medicamentos que se le asignaron. Así se sostuvo por más de dos meses.
Una vez repuesto después de tan largo tratamiento,
aceptó someterse a su aseo, afeite, ropa
limpia y traslado y el 1 de marzo de 1969 arribó con cierto ánimo a su casa de
Edgar Alan Poe 308 en Polanco.
Queda pendiente de comentar todo lo que
sucedió una vez reinstalado en su tan adorada casa, referente al accidente en el que sufrió la
fractura de su cadera, su hospitalización, y las diversas complicaciones que le
llevaron a sus últimos días.
Volviendo a La Malcontenta:
Una vez sucedido el fallecimiento de don
Agustín Lara, en Chacho Ibañez tuvo el respetuoso deseo en memoria de su amigo
ya ausente, de cuidar que su bella casita se conservara tal y como la encontró
y dejó don Agustín Lara.
Yendo un poco más, quiso que a modo de
museo, la recámara que ocupó el maestro
se conservara tal y como se amuebló y decoró durante su estancia en ella.
Yo, que me consideraba amigo de “El Chacho” no
me extrañé de que me invitara junto con mi esposa Cristy a una velada en la
Malcontenta , en memoria de don Agustín sin saber con precisión de que se
trataba.
Con la debida anticipación recibimos en mi
domicilio la formal invitación impresa acompañada de un pequeño planito para
poder llegar sin problema alguno. Acudimos con la puntualidad que con tanto
gusto practicamos en nuestroa compromisos y nos hicimos presentes.
Nos recibió un mozo que se hizo cargo de
nuestro auto y uno más nos interiorizó a la bella casita. No obstante que
fuimos puntuales, sentimos que ya nos habían precedido un buen número de
personas.
Nos sorprendimos por el número de invitados
que ahí ya se encontraban. Nos
recibieron personalmente y con mucho gusto el Chacho y Dinora su gentil esposa.
Nos introdujeron y presentaron con la selecta concurrencia. Estaban presentes
nuestra queridísima Amparo Montes y su hermana Nelly, el ingeniero Eugenio
Méndez Docurro, el famoso y respetable Vate Ricardo López Méndez, el apreciado
locutor de XEW Luís Ignacio Santibañez, el cantante Jorge Fernández, el romántico cantante y destacado abogado José Luís Caballero y su
linda esposa Alma; el compositor y pianista Juan Bruno
Tarraza, don Rafael Ruíz Villalpando criador de toros bravos, el excelente pianista
y simpático Chuchito Jiménez, propietario de la famosa Fonda El Pato y algunas
personalidades más que por el momento no recuerdo.
Gabriel Abaroa, Nachito Santibañez, eL Vate López Méndez, Rafael Ruíz Villalpando, Chuchito Jiménez, y Eugenio Méndez Docurro. |
Desde
luego que en el área de la gran sala, en el lugar más apropiado, estaba situado
un dorado piano de cola adornado con un
arreglo floral. El resto del área, ocupado por unos pequeños grupos de sofás,
mesas y sillería. En una de las
cabeceras de esa área, una barra-bar atendida por un amable barman.
Cristy, muy guapa escuchando a Amparo
Montes.
|
No tardaron en hacerse presente las
melodiosas canciones Larescas que brotaban indistintamente de las manos de Juan Bruno o
de Chuchito Jiménez y de las voces de Amparo, de José Luís Caballero o de Jorge
Fernández.
El Chacho Ibañez escuchando a José Luís
Caballero, al piano Juan Bruno.
|
No
tardó en dejarse escuchar un popurrí que el músico-poeta popularizó y bautizó
como “Danzones de Lara”, entonces como consecuencia a esa oportunidad, el Vate
López Méndez y don Eugenio Méndez Docurro contando con sus amables parejas, se
decidieron a bailar esos estupendos danzones guardando toda la dignidad y
respeto con el que los veracruzanos de corazón disfrutan de ese sabrosísimo
ritmo.
Eugenio Méndez, Nelly Meza, el Vate López
Méndez y señora danzoneando.
|
Los canapés, los jaiboles y las cubas
libres circulaban sin limitación alguna pero dentro de un correcto estilo. A la
vez, quienes estábamos ahí por primera vez, fuimos invitados a visitar la
recámara principal que fue la que ocupó el maestro Lara durante sus dos meses
de reclusión. El Chacho le puso mucho empeño en conservar esa habitación tal y
como fue durante el retiro que le ayudó a recuperar la salud a su entrañable
amigo.
Pasada la media noche y ya cerca de las tres de
la mañana, nos logramos despedir de nuestros amables anfitriones y del selecto
grupo de invitados que todavía ahí se encontraban.
La Palomilla de la Bohemia Laresca en
pleno.
|
Difícilmente podremos olvidar aquella noche
en La Malcontenta.
Gracias
Chacho Ibañez,…….
a tu memoria Agustín
Lara!!!
Comotodas tus vivencias extraordinarias
ResponderBorrar