domingo, 28 de marzo de 2010

UNA VUELTA CON CANTINFLAS

El 20 de Abril de 1993 México entero y algunos otros países se colapsaron con una triste noticia: Mario Moreno Reyes, “Cantinflas” ha fallecido. A mi en lo personal me causó una sincera y profunda pena porque fui su admirador y a través de sus películas tuve la oportunidad de disfrutar sus travesuras, sus gestos, su forma tan peculiar de decir tanto sin decir nada. Considero que fui uno de sus múltiples Fans.

Esa noche, por cierto una noche lluviosa, esperé que se hiciera tarde y alrededor de la media noche, tomé mi auto y me dirigí al Teatro Jorge Negrete en la colonia San Rafaél. Al llegar, me llevé la sorpresa de que no obstante la hora y la llovizna, las colas eran enormes y daban vuelta en las dos esquinas. La gente, su pueblo, sus admiradores, deseábamos acercarnos al ataúd y de ser posible hacer una guardia.

Al convencerme de que esa intención iba a llevarme mucho tiempo y una buena empapada, opté por inventar mi muy personal estrategia. Enfundado en mi gabardina, a un lado de la ordenada fila, subí la escalinata y llegué a la puerta. Con voz firme pregunté a los que controlaban el paso de la gente, si ya había llegado Amparito Garrido (amiga mía que trabajaba en la ANDA desde hacía mucho tiempo) y me dijeron que si, que ahí estaba, entonces, aparentando mucha seguridad simplemente me abrí paso y me acerqué al foro en donde se había instalado la capilla fúnebre.

Le pedí a los elementos que dosificaban de ocho en ocho las sucesivas guardias que me incluyeran en la siguiente y así fue que hice mi muy sincero y sentido homenaje de cariño y admiración al genial artista. Cuando tomé mi lugar a un costado del ataúd, noté que los fotógrafos de prensa disparaban sus cámaras apuntando a una dama que quedó ubicada delante de mi y eso me dio la seguridad de que mi imagen estaba saliendo en todas esas fotografías. Después me enteré de que se trataba de la actriz de la película de moda “Como agua para Chocolate”.

Al término de la guardia, abordé a uno de esos fotógrafos y le dije que quería que me vendiera una de esas tomas, al negarse explicándome que el era enviado por el periódico El Norte y no me las podía vender. Entonces saqué dos billetitos de cien pesos y los corté por la mitad, le ofrecí las dos mitades junto con mi tarjeta diciéndole que cuando me las entregara le daba la otra parte de los billetes.

Me retiré del Teatro muy impresionado pero muy complacido y llegué a mi cama sobre la una y media del día siguiente para rumiar mi aventura mientras conciliaba el sueño.  Mas tarde, a la hora de la comida, llamaron a la puerta y atendí al fotógrafo que me llevaba mi foto del recuerdo a cambio de las dos mitades de billetes que le quedé a deber.  


   

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