Allá por 1950 era el Foot Ball Americano el deporte preferido de la juventud. Los equipos que destacaban en las grandes temporadas eran: “Los Burros Blancos del Poli”, “Los Pumas” de la Universidad, el México City College, “La Normal” de la Escuela Nacional de Maestros y el Colegio Militar.
Los juegos se celebraban en el Estadio de la Ciudad de los Deportes, ahora propiedad del equipo de Soccer Cruz Azul. Las temporadas eran apoteóticas; el clásico de clásicos: El Poli-Universidad. En ese entonces, la estación de radio que diariamente a las seis de la tarde daba santo y seña de los famosos juegos, era la Radio 6.20 que se encontraba en el tercer piso de un edificio situado en la esquina de avenida Juárez y Balderas.
Auténticamente, yo soñaba con la oportunidad de poder hablar ante esos micrófonos. Un día me decidí y me colé por ahí entre las cabinas desde donde transmitían y empecé a relacionarme con los distintos personajes en torno a esos programas.
Un buen día, el cuate que pasaba la sección de “Efemérides” simplemente no llegó y el operador se propuso a poner música para cubrir ese tiempo, entonces le dije que yo podía hacerme cargo de pasar las notas porque estaba yo enterado de los acontecimientos de actualidad y el tal operador sintió confianza y abrió el micrófono.
Después de quince minutos de improvisar no se cuantas cosas, me felicitó y me dijo que a quién suplí lo reportaron telefónicamente, había caído enfermo y lo habían internado en el hospital y me invitaba a que continuara haciéndome cargo de esa sección por algún tiempo. Desde luego que acepté encantado de la vida, así que al día siguiente a las seis menos quince estaba estacionando mi auto sobre avenida Juárez.
Después de poner el freno de mano y apagar el motor, abrí la portezuela para bajar cuando inesperadamente en medio de un ruido como de un cañonazo mi portezuela había servido de efectivo freno a un repartidor de la ¡Extra! del Excelsior que justamente se distribuía a esa hora. El periódico estaba a una calle de distancia y los repartidores salían volados para distribuir el periódico en determinadas esquinas de la ciudad.
La bici quedó hecha charamusca sobre mi difunta portezuela y el repartidor salió por encima como un proyectil hasta unos seis metros de distancia. La gente se juntó, llegaron dos gendarmes, la ambulancia de la Cruz Roja, uno de los jenízaros se subió a mi auto y me llevó en calidad de preso a la cárcel de Revillagigedo y como en ese entonces los escasos teléfonos útiles normalmente no estaban útiles y no se habían inventado los celulares, no pude avisar a la 6.20 y al día siguiente simplemente ni siquiera me permitieron entrar al edificio,……….. ¡estaba Despedido!!!!!.
La bici quedó hecha charamusca sobre mi difunta portezuela y el repartidor salió por encima como un proyectil hasta unos seis metros de distancia. La gente se juntó, llegaron dos gendarmes, la ambulancia de la Cruz Roja, uno de los jenízaros se subió a mi auto y me llevó en calidad de preso a la cárcel de Revillagigedo y como en ese entonces los escasos teléfonos útiles normalmente no estaban útiles y no se habían inventado los celulares, no pude avisar a la 6.20 y al día siguiente simplemente ni siquiera me permitieron entrar al edificio,……….. ¡estaba Despedido!!!!!.
Como siempre escribiendo con ese toque que nos hace reir como en aquel inolvidable libro de Gumaro Alpuche Mendiola que me dio gratos momentos al leerlo y que aún conservo.
ResponderBorrarSaludos.
Atte.
José Hernández.
(hijo de Germán)
Hola José,
BorrarMuchas gracias por tu comentario. Lamento no haber contestado antes.
Saludos,
Arq. Gabriel Abaroa Martínez
Me encantó. Ni modo así pasa cuando pasa!!
ResponderBorrarHola Martha,
BorrarMuchas gracias por su comentario.
Saludos,
Arq. Gabriel Abaroa Martínez