viernes, 11 de julio de 2014

LA PATINES DE DON RAMÓN BETETA

     Allá por 1953, vivía mi juventud en la otra bellísima Colonia del Valle al sur de la Ciudad de México y como era de esperarse, automáticamente me fuí relacionando con la muchachada de mi edad, particularmente con mis más próximos vecinos, los que vivíamos al lado oriente del Parque de la Lama transformado posteriormente en el monstruoso WTC.
     
     Dentro del gran grupo formabamos parte un grupito más compacto, tan compacto que quienes lo integrábamos cabíamos en mi carcacha Ford del año 36. Se trataba de un modelo convertible que además de los tradicionales asientos, contaba con uno  extra situado en lo que se puede considerer la cola del auto, dando por resultado que cabíamos perfectamente ocho o nueve pasajeros de aquella bendita edad. Ese asientito ubicado en la cola del Fortingo era conocido popularmente como “El Portasuegras”.

El Fortingo 1936 en plena acción

A ese grupito pertenecía entre otras chicas una linda güerita de ojitos azules llamada Nora Patricia Beteta.  Ella era hija del licenciado Ramón Beteta Quintana,  político importante que había fungido como Secretario de Hacienda en el gabinete del Presidente Miguel Alemán Valdés (1 dic 1946 a 30 nov 1952). Para esos días de 1953 había sido designado embajador de México en Italia.

La familia Beteta integrada por don Ramón,  por su esposa  Emoggen y por su hija, nuestra amiga Nora, decidieron, mientras les construían su nueva y enorme  casa en la avenida Virreyes en las Lomas de Chapultepec, vivir temporalmente en una casa muy grande que les rentaban ahí mismo, en la Colonia del Valle y que estaba situada en la esquina de Torres Adalid y Magdalena, exactamente en donde se ubica  desde hace muchos años el restaurant Suntory.

Esa casa era propiedad de la familia Prieto Crespo y justamente uno de los hijos llamado Manolo, quien por cierto había estado casado con Adriana una de las hijas del malhechor y asesino Maximino Ávila Camacho, era quien fungía como su casero.

Haciendo un paréntesis en ésta historia quisiera referir que el tal Manolo Prieto Crespo y su ex concuño Hugo Olvera Villafaña ampliamente conocido  como el rejoneador Juan Cañedo y que había estado casado con Gloria, hija de Maximino y de Margarita Richardi formaron una mancuernita de pronóstico reservado, pues entre otras acciones, a la muerte de su nefasto suegrito y aprovechando las aguas revueltas, decidieron ir tras la fortuna que ya no les pertenecía, acribillando con una nutrida lluvia de plomo el auto en el que viajaban su ex suegra Margarita, su amante el actor Jorge Vélez y Teresita Bonfigli Richardi  a su paso por Cholula en su camino de Puebla a México.

En ese atentado murió Teresita, prima hermana de Margarita pero como de costumbre, no pasó nada, no hubo castigo triunfando la impunidad.  
    
Cuando el licenciado Beteta estaba en México, se mostraba muy pendiente de los amigos de su hija quien en aquellos días habrá contado con unos diecisiete añitos y a quien checaba con más empeño era a mi, por ser el dueño del carcamán y porque yo era el que manejaba. A menudo me preguntaba como iba en mis estudios de mi tercero de arquitectura y en alguna ocasión, tuve la oportunidad de mostrarle unas cartulinas en las que había dibujado el proyecto de una residencia como ejercicio de mis materias.

Al ver mi trabajo noté que le impresionó y de inmediato me planteó  una situación diciéndome:  Mira, en el número 520 de ésta misma calle de Magdalena vive el licenciado Arturo Schick, esa casa yo se la rento y le prometí hacerle unas mejoras y hasta donde sea posible modernizarla.      

Por favor visítalo en un par de días y ya para entonces habré hablado con el. A ver que tanto quiere, me presentas la descripción de los trabajos, el tiempo y costo y ya veremos.      
  
 Así lo hice, la descripción de los trabajos iban complementados con dibujos y apuntes perspectivos, así como el tiempo aproximado y el costo para hacer la obra por administración. Después de su aprobación, la obra se inició inmediatamente, el pago de los materiales y la mano de obra los cubrió uno de sus ayudantes, mientras yo haciendo las cosas lo mejor posible hasta terminar la obra.

Así quedó la casa que me fue encargada

Una tarde llegamos la palomilla en pleno a buscar a Nora para ir a patinar en hielo. Yo no entendía adonde íbamos a ir a buscar el tal hielo, luego supe que en la planta transmisora de la radiodifusora XEW allá en el número 3000 de la Calzada de Tlalpan el señor Azcárraga Vidaurreta había aprovechado ciertos efectos de la planta de transmisión de la importante estación y había mandado hacer para disfrute de su familia y de algunas amistades una pista de hielo como de diez por veinte metros y a cubierto con paredes y techo de lámina, como una simple bodega.

En los bajos de la Planta Transmisora XEW inexplicablemente, existía 
una pista de hielo para patinar.

Pues como de costumbre, el licenciado Beteta salió para presenciar como iba a zarpar la colorada nave del año 36 y de ocho cilindros que iba a abordar su hijita. Como de costumbre me hizo las recomendaciones de rigor y luego me preguntó: Y tu que tal patinas?...a lo que contesté, no licenciado, ni a patines llego…

Acto seguido, llamó a uno de sus ayudantes y le dio ciertas instrucciones y en tres o cuatro minutos el edecán estaba de vuelta con unos flamantes patines para hielo, se los entregó a su jefe y el a mi, diciéndome: Tómalos, te los regalo, yo nunca los he usado ni los usaré. Honradamente nunca patiné con los de ruedas, imagínate con éstos….quédatelos. Los tomé y lo agradecí.

Por fin llegamos a la famosa planta W siempre seguidos por el auto de los ayudantes quienes todavía no sabían que pasado un tiempo se iban a llamar “Guaruras”. Entramos al bodegón aquel y mis amigos comenzaron a dar vuelta tras vuelta y los más adelantados a hacer sus figuras y malabares, yo me puse mis nuevos patines, afortunadamente calzaba igual que nuestro Embajador en Roma y por fin, con mucho temor e inseguridad comencé a dar mis primeros pasos.

Después de unos minutos me sentí más seguro y comencé a dar unas sabrosas patinadas. Pasado un rato, comenzó a suceder un efecto extrañísimo, aún los que patinaban perfectamente se caían, especialmente los que patinaban atrás de mi y no tardamos en descubrir la misteriosa causa: los patines que me obsequió don Ramón eran especiales para alcanzar considerables velocidades pues eran para usar en la superficie de un lago congelado. Lo descubrimos porque vimos que mis  cuchillas eran rectas en lugar de curvas y el acero mas delgado casi haciendo el efecto de un cuchillo dejando unos verdaderos y delgaditos zurcos haciendo que el de atrás se “enrielara” y se fuera al suelo.

La solución: me quité mis patines y después de un rato en que se restableció el hielo, pudieron  seguir patinando. A Nora le pedí que no le contara a su papá lo que había pasado porque me había regalado sus patines con mucho gusto.  

Pasadas unas semanas en que el Embajador se encontraba en México, nos invitó a ir con el a bordo de su precioso Packard convertible, a visitar su residencia en construcción y que ya estaba en la recta final de los detalles y próxima a poderla ocupar.  Nos montamos en el super auto y manejando don Ramón nos dirigimos a “la casa de Virreyes”. Nos quedamos lelos por la elegancia y sus detalles en sus mármoles y metales, en sus bronces, acero y latón, sus finas maderas laqueadas, en fin, una señora residencia. Muy bien impresionado le felicite.

Después de haber ocupado su nueva casa, Nora dejó de ser parte de la palomilla. También había dejado de estar presente la carcachita del 36, ahora se trataba de un Chevrolet 53, convertible, negro con la lona blanca y vestidura roja. Los tiempos habían cambiado.

 A Nora dejamos de verla, dejamos de tener contacto con ella hasta que un “buen” día, supimos que aquel malhechor que había sido su casero, el tal Manolo Prieto Crespo, aprovechando que el embajador se encontraba en su nueva residencia diplomática, ahora en Grecia, asociado con otro nefasto delincuente llamado Hugo Olvera Villafaña que como rejoneador se hacía llamar Juan Cañedo, decidieron dar un buen golpe a la inerme familia Beteta en su propia residencia allá en las Lomas.

Estos malvados criminales mandaron por delante a sus esbirros simulando que llevaban una cajas presentadas como regalos y la verdad es que adentro llevaban tabiques. Así, al  llegar frente a las puertas de las cocheras, accionaron el timbre. En respuesta, el mozo o chofer que se encontraba lavando los autos, abrió la mirilla y al ver que se trataba de unos regalos, abrió confiado la puerta recibiendo de lleno el peso de los tabiques en el pecho cayendo al suelo.

Estaba dado el primer paso, entonces ya no había problema para que ingresaran el resto de los maleantes. Después de amordazar y encerrar al chofer, al mozo y a dos jardineros, entraron a la casa, encerraron a la servidumbre, amordazaron y ataron a doña Emoggen y a Nora y se dedicaron a saquear muy a gusto llevándose el producto de su cuantioso robo a bordo de los propios vehículos de la familia.

La verdad es que la prensa, los noticieros de radio y televisión cayaron, la noticias no cundió, nunca supimos si agarraron a éstos malnacidos, solo podemos asegurar que en nuestro país predomina la impunidad y la maldita corrupción.

La conclusión es que México es un gran, un enorme país, capaz de aguantar y aguantar y no se revienta………………………..Viva México!!!     

    

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