Allá por 1953, vivía mi juventud en la otra bellísima Colonia
del Valle al sur de la Ciudad de México y como era de esperarse, automáticamente
me fuí relacionando con la muchachada de mi edad, particularmente con mis más
próximos vecinos, los que vivíamos al lado oriente del Parque de la Lama
transformado posteriormente en el monstruoso WTC.
Dentro
del gran grupo formabamos parte un grupito más compacto, tan compacto que
quienes lo integrábamos cabíamos en mi carcacha Ford del año 36. Se trataba de
un modelo convertible que además de los tradicionales asientos, contaba con uno
extra situado en lo que se puede
considerer la cola del auto, dando por resultado que cabíamos perfectamente
ocho o nueve pasajeros de aquella bendita edad. Ese asientito ubicado en la
cola del Fortingo era conocido popularmente como “El Portasuegras”.
El Fortingo 1936 en plena acción
A ese grupito pertenecía entre otras
chicas una linda güerita de ojitos azules llamada Nora Patricia Beteta. Ella era hija del licenciado Ramón
Beteta Quintana, político
importante que había fungido como Secretario de Hacienda en el gabinete del Presidente
Miguel Alemán Valdés (1 dic 1946 a 30 nov 1952). Para esos días de 1953 había
sido designado embajador de México en Italia.
La familia Beteta integrada por don
Ramón, por su esposa Emoggen y por su hija, nuestra amiga Nora,
decidieron, mientras les construían su nueva y enorme casa en la avenida Virreyes en las Lomas de Chapultepec, vivir
temporalmente en una casa muy grande que les rentaban ahí mismo, en la Colonia del
Valle y que estaba situada en la esquina de Torres Adalid y Magdalena,
exactamente en donde se ubica
desde hace muchos años el restaurant Suntory.
Esa casa era propiedad de la familia
Prieto Crespo y justamente uno de los hijos llamado Manolo, quien por cierto había
estado casado con Adriana una de las hijas del malhechor y asesino Maximino
Ávila Camacho, era quien fungía como su casero.
Haciendo un paréntesis en ésta historia
quisiera referir que el tal Manolo Prieto Crespo y su ex concuño Hugo Olvera
Villafaña ampliamente conocido como el rejoneador Juan Cañedo y que había estado casado con Gloria,
hija de Maximino y de Margarita Richardi formaron una mancuernita de pronóstico
reservado, pues entre otras acciones, a la muerte de su nefasto suegrito y
aprovechando las aguas revueltas, decidieron ir tras la fortuna que ya no les
pertenecía, acribillando con una nutrida lluvia de plomo el auto en el que
viajaban su ex suegra Margarita, su amante el actor Jorge Vélez y Teresita
Bonfigli Richardi a su paso por
Cholula en su camino de Puebla a México.
En ese atentado murió Teresita, prima
hermana de Margarita pero como de costumbre, no pasó nada, no hubo castigo
triunfando la impunidad.
Cuando el licenciado Beteta estaba en
México, se mostraba muy pendiente de los amigos de su hija quien en aquellos
días habrá contado con unos diecisiete añitos y a quien checaba con más empeño era
a mi, por ser el dueño del carcamán y porque yo era el que manejaba. A menudo
me preguntaba como iba en mis estudios de mi tercero de arquitectura y en
alguna ocasión, tuve la oportunidad de mostrarle unas cartulinas en las que
había dibujado el proyecto de una residencia como ejercicio de mis materias.
Al ver mi trabajo noté que le
impresionó y de inmediato me planteó
una situación diciéndome:
Mira, en el número 520 de ésta misma calle de Magdalena vive el licenciado
Arturo Schick, esa casa yo se la rento y le prometí hacerle unas mejoras y
hasta donde sea posible modernizarla.
Por favor visítalo en un par de días y
ya para entonces habré hablado con el. A ver que tanto quiere, me presentas la
descripción de los trabajos, el tiempo y costo y ya veremos.
Así lo hice, la descripción de los trabajos iban
complementados con dibujos y apuntes perspectivos, así como el tiempo
aproximado y el costo para hacer la obra por administración. Después de su
aprobación, la obra se inició inmediatamente, el pago de los materiales y la
mano de obra los cubrió uno de sus ayudantes, mientras yo haciendo las cosas lo
mejor posible hasta terminar la obra.
Así quedó la casa que me fue encargada
Una tarde llegamos la palomilla en
pleno a buscar a Nora para ir a patinar en hielo. Yo no entendía adonde íbamos
a ir a buscar el tal hielo, luego supe que en la planta transmisora de la
radiodifusora XEW allá en el número 3000 de la Calzada de Tlalpan el señor Azcárraga
Vidaurreta había aprovechado ciertos efectos de la planta de transmisión de la
importante estación y había mandado hacer para disfrute de su familia y de algunas
amistades una pista de hielo como de diez por veinte metros y a cubierto con
paredes y techo de lámina, como una simple bodega.
En los bajos de la Planta Transmisora
XEW inexplicablemente, existía
una pista de hielo para patinar.
Pues como de costumbre, el licenciado
Beteta salió para presenciar como iba a zarpar la colorada nave del año 36 y de
ocho cilindros que iba a abordar su hijita. Como de costumbre me hizo las
recomendaciones de rigor y luego me preguntó: Y tu que tal patinas?...a lo que
contesté, no licenciado, ni a patines llego…
Acto seguido, llamó a uno de sus
ayudantes y le dio ciertas instrucciones y en tres o cuatro minutos el edecán
estaba de vuelta con unos flamantes patines para hielo, se los entregó a su
jefe y el a mi, diciéndome: Tómalos, te los regalo, yo nunca los he usado ni
los usaré. Honradamente nunca patiné con los de ruedas, imagínate con
éstos….quédatelos. Los tomé y lo agradecí.
Por fin llegamos a la famosa planta W
siempre seguidos por el auto de los ayudantes quienes todavía no sabían que
pasado un tiempo se iban a llamar “Guaruras”. Entramos al bodegón aquel y mis
amigos comenzaron a dar vuelta tras vuelta y los más adelantados a hacer sus
figuras y malabares, yo me puse mis nuevos patines, afortunadamente calzaba
igual que nuestro Embajador en Roma y por fin, con mucho temor e inseguridad
comencé a dar mis primeros pasos.
Después de unos minutos me sentí más
seguro y comencé a dar unas sabrosas patinadas. Pasado un rato, comenzó a
suceder un efecto extrañísimo, aún los que patinaban perfectamente se caían,
especialmente los que patinaban atrás de mi y no tardamos en descubrir la
misteriosa causa: los patines que me obsequió don Ramón eran especiales para
alcanzar considerables velocidades pues eran para usar en la superficie de un
lago congelado. Lo descubrimos porque vimos que mis cuchillas eran rectas en lugar de curvas y el acero mas
delgado casi haciendo el efecto de un cuchillo dejando unos verdaderos y
delgaditos zurcos haciendo que el de atrás se “enrielara” y se fuera al suelo.
La solución: me quité mis patines y
después de un rato en que se restableció el hielo, pudieron seguir patinando. A Nora le pedí que no
le contara a su papá lo que había pasado porque me había regalado sus patines
con mucho gusto.
Pasadas unas semanas en que el
Embajador se encontraba en México, nos invitó a ir con el a bordo de su
precioso Packard convertible, a visitar su residencia en construcción y que ya
estaba en la recta final de los detalles y próxima a poderla ocupar. Nos montamos en el super auto y
manejando don Ramón nos dirigimos a “la casa de Virreyes”. Nos quedamos lelos
por la elegancia y sus detalles en sus mármoles y metales, en sus bronces,
acero y latón, sus finas maderas laqueadas, en fin, una señora residencia. Muy
bien impresionado le felicite.
Después de haber ocupado su nueva casa,
Nora dejó de ser parte de la palomilla. También había dejado de estar presente
la carcachita del 36, ahora se trataba de un Chevrolet 53, convertible, negro
con la lona blanca y vestidura roja. Los tiempos habían cambiado.
A Nora dejamos de verla, dejamos de tener contacto con ella
hasta que un “buen” día, supimos que aquel malhechor que había sido su casero,
el tal Manolo Prieto Crespo, aprovechando que el embajador se encontraba en su
nueva residencia diplomática, ahora en Grecia, asociado con otro nefasto
delincuente llamado Hugo Olvera Villafaña que como rejoneador se hacía llamar
Juan Cañedo, decidieron dar un buen golpe a la inerme familia Beteta en su
propia residencia allá en las Lomas.
Estos malvados criminales mandaron por
delante a sus esbirros simulando que llevaban una cajas presentadas como regalos
y la verdad es que adentro llevaban tabiques. Así, al llegar frente a las puertas de las
cocheras, accionaron el timbre. En respuesta, el mozo o chofer que se
encontraba lavando los autos, abrió la mirilla y al ver que se trataba de unos
regalos, abrió confiado la puerta recibiendo de lleno el peso de los tabiques
en el pecho cayendo al suelo.
Estaba dado el primer paso, entonces ya
no había problema para que ingresaran el resto de los maleantes. Después de
amordazar y encerrar al chofer, al mozo y a dos jardineros, entraron a la casa,
encerraron a la servidumbre, amordazaron y ataron a doña Emoggen y a Nora y se
dedicaron a saquear muy a gusto llevándose el producto de su cuantioso robo a
bordo de los propios vehículos de la familia.
La verdad es que la prensa, los
noticieros de radio y televisión cayaron, la noticias no cundió, nunca supimos
si agarraron a éstos malnacidos, solo podemos asegurar que en nuestro país
predomina la impunidad y la maldita corrupción.
La
conclusión es que México es un gran, un enorme país, capaz de aguantar y
aguantar y no se revienta………………………..Viva México!!!
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