Junio de 1985….
se casaban dos de mis seis hijos, justamente el primogénito y el segundo de a
bordo. Teníamos que despedirlos, era la última oportunidad para viajar los ocho juntos y por cuarenta días. El
siguiente viaje ya sería acompañados por las dos nueritas y para entonces ya
seríamos diez.
Había que
organizar el viaje. Se necesitaba dinero y se necesitaban checar nuestras
agendas, el calendario escolar de los que todavía estaban estudiando y nuestros
compromisos en el trabajo de quienes ya estábamos en ese caso.
Nosotros dos,
como padre y madre y nuestros seis
vástagos, cuatro varones y dos jóvenes damitas, nos quedábamos después de la cena familiar para hacer
los planes.
Una vez definido
el tiempo-calendario, planeamos nuestra aventura para aprovechar al máximo
nuestras vacaciones con la idea de disfrutarlas intensamente.
Primero,
quedó absolutamente claro que nuestro viaje sería a Europa y que una vez que dejáramos
el avión que nos transportaría, continuaríamos el resto de nuestro recorrido a
bordo de una camioneta que pudiéramos rentar ó comprar.
Así que nos
dividimos las diferentes tareas por atender. Uno de nosotros se haría cargo de
checar que aerolínea nos convenía de acuerdo a nuestro punto de salida y
nuestro aeropuerto de llegada en
el país que mas conviniera eligiendo el mas conveniente en cuanto al costo en
función de la temporada de vacaciones que es cuando las tarifas se van para
arriba.
Para empezar
y poder contar con el dinero para cubrir los gastos inherentes al caso yo
promoví la venta de dos autos que quería mucho. Antes de que mis hijos
crecieran, yo fui muy aficionado a la restauración de autos especiales, tarea que me gustaba, me entretenía y me
generaba algún dinero cuando los vendía.
Ya decidido,
los ofrecí a quién sabía le pudieran interesar y no tardé en venderlos. Se
trataba de un precioso MGA del año 1962 y de una verdadera joya, un MGTD del
año 1953. Realmente cuando se fueron sentí muy profundamente haberme
desprendido de ellos, pero era necesario.
El MGA de 1962 y el MGTD de 1953
También había
que abocarse a checar lo relativo a la camioneta tomando en cuenta que la necesitábamos
en seguida de haber arribado a nuestro punto de llegada.
Otro de
nosotros se encargaría de investigar, valorar y decidir todo lo relacionado con
los hoteles y las correspondientes reservaciones, tomando muy en cuenta su
localización, su grado de excelencia y el costo de las habitaciones.
Todo lo
anterior lo logramos gracias a que nuestro grupo familiar era muy compatible en
las ideas que se fueron aportando así como en las soluciones y decisiones ya
que todos pusimos disposición y
buena voluntad en lograrlo.
Así fue que
llegó el día de la salida. Nos despertamos y nos aseamos para desayunar y tomar
nuestro equipaje consistente en una petaca y un petaquín por cada quién, como
quien dice… dieciséis piezas.
Cuando estábamos
tomando el desayuno para salir con el debido tiempo al aeropuerto, alguien
conectó el televisor a través del cual nos fuimos enterando que la noche
anterior el presidente Miguel de la Madrid había devaluado nuestra moneda de
veintitantos a setenta y tantos pesos por dólar.
Nos cayó como
patada la noticia pero por el momento pensamos que no nos afectaba porque ya
desde hacía unos días teníamos en nuestro poder los boletos totalmente pagados
con la debida anticipación.
Pues sin
dramatizar la desagradable situación, nos trasladamos al aeropuerto para
documentarnos. Nuestro vuelo era el 450 de Pan Am saliendo de la ciudad de México,
con escala en Miami, continuando hasta finalizar en Londres,
Inglaterra.
No tardamos
en tener nuestro primer contratiempo pues ya en el aeropuerto, en la oficina de
Pan Am nos plantearon que para
abordar y ejercer el vuelo, teníamos
que pagar la diferencia con respecto al nuevo valor de la moneda en función del
dólar, nuestros ocho boletitos habían quedado congelados debido a la reciente devaluación.
Nosotros y un buen número de pasajeros
que junto con nosotros ya estaban en espera de documentarse protestamos pero no
veíamos que fuera a haber una solución por parte de la línea porque los
empleados simplemente estaban cumpliendo rígidamente las ordenes que les
dieron.
Entonces, el
mayor de mis hijos que ya tenía unos meses de haber terminado su carrera de Licenciado
en Derecho me sugirió que como no veía otra salida, pagáramos la diferencia y que simultáneamente iba a presentar
un manuscrito de inconformidad que iba a elaborar en ese momento y que ellos
estaban obligados a recibir y firmar de recibido.
Así es que,
sumamente contrariados, abordamos el Pan Am y ocupamos nuestros asientos por
cierto los ocho en la misma fila, en espera de despegar. Hicimos el plan de
olvidar por el momento lo sucedido y disfrutar nuestro viaje desde el
principio.
El vuelo arrancó ya para medio día y unas horas después aterrizamos en la bella ciudad de Miami. Ahí, en el aeropuerto, hicimos el transbordo y en un rato más ya estábamos instalados los ocho en un flamante Boing 747 conocido popularmente como “Jumbo” de la misma línea Pan Am.
El vuelo arrancó ya para medio día y unas horas después aterrizamos en la bella ciudad de Miami. Ahí, en el aeropuerto, hicimos el transbordo y en un rato más ya estábamos instalados los ocho en un flamante Boing 747 conocido popularmente como “Jumbo” de la misma línea Pan Am.
La Avionetita blanca nos estaba esperando.
Iniciamos el
vuelo ya al anochecer con la idea de estar llegando a Londres en la madrugada
del día siguiente. El vuelo 450 iba normal, cenamos a bordo, algunos de
nosotros dormitando y los otros viendo la película “Mickey y Maude” del gran
actor inglés Dudley Moore.
De pronto,
cuando llevábamos aproximadamente la mitad de la travesía sobre el Atlántico,
sucedió algo inusitado. Por el sonido del avión se anunció algo en tono muy
dramático y terminante, el sonido no era muy claro y desde luego en inglés; algunos
de los cuatrocientos dieciséis pasajeros que íbamos a bordo, reaccionaron al
aviso con la voz muy alta pidiendo, exigiendo explicación.
Unas señoras
ya de edad avanzada decían algo entre lamentos y chillidos. Gracias a nuestros
hijos que hablan muy bien inglés, nosotros pudimos entender lo que pasaba.
El aviso,
dado por instrucciones del Capitán de la nave, consistía en comunicar a los
pasajeros que por razones técnicas tenía que aterrizar a la brevedad en algún
punto del Canadá.
A partir de
ese momento experimentamos una emoción muy profunda y muy desagradable pues las
aeromozas repartidas entre ese verdadero mar de gente, nos comenzaron a
instruir a los pasajeros pidiéndonos que nos quitáramos los zapatos y probáramos a encorvarnos pegando el pecho a las
rodillas, casi en posición fetal y esperáramos el momento en que fuera obligado
acatar sus instrucciones: Olvídense de sus bultos y petaquines de mano, de sus
cámaras fotográficas, portafolios, etc., solamente obedezcan las instrucciones,
tengan a mano sus chalecos salvavidas que se encuentran debajo de su asiento
para que en caso necesario hagan uso del mismo y de los toboganes. Como era de
esperarse, uno de mis hijos decidió conservar su cámara y la escondió.
Probablemente
tengamos que desalojar el avión en forma rápida pero sin perder el orden. No
sabemos si será en el mar ó en tierra. Tengan localizada la salida que cada uno tendrá que usar, no
pretendan usar alguna otra, etc., etc.
A partir de ese momento, entre los ocho nada más
nos veíamos con la boca totalmente seca y la bilis en pleno derrame. Las hijas
y la mamá de plano lloraban y nosotros, en pocas palabras, temblábamos y nos
limitábamos a tragar camote.
Hubo un
momento en que el enorme Jumbo cambió el sonido de sus turbinas, se entendía
como si estuvieran siendo forzadas a una mayor aceleración. De pronto el avión
completo comenzó a vibrar y al mismo tiempo e increíblemente descubrimos que
sobre el piso corría una delgada capa de agua.
La aeromoza
que cubría el área en donde estábamos comprendidos nosotros, nos explicó que la
vibración se debía a que estaban tirando combustible para hacer menos pesado el
avión, pero lo del agua en el piso no lo supo explicar.
En un momento
dado, se escuchó la voz del Capitán avisando que se disponía a aterrizar en un
pequeño aeropuerto llamado Gander, localizado en la península de Labrador, muy
al norte del Canadá y el Capitán logró hacerlo gracias a Dios. Gander es un
punto geográfico al Noreste de la península de Labrador, isla de Terranova que
se encuentra en la costa atlántica del Canadá y al sur de Groenlandia.
Posteriormente nos enteramos que ese pequeño aeropuerto fue usado por los Estados Unidos como una base militar en tiempos de la Segunda Guerra Mundial y que desde luego la infraestructura del mismo no fue diseñada para poder aterrizar ó despegar aviones de las características de un Jumbo y para alojar a un considerable número de pasajeros como los que veníamos a bordo, afortunadamente nosotros tuvimos la suerte de lograrlo.
Posteriormente nos enteramos que ese pequeño aeropuerto fue usado por los Estados Unidos como una base militar en tiempos de la Segunda Guerra Mundial y que desde luego la infraestructura del mismo no fue diseñada para poder aterrizar ó despegar aviones de las características de un Jumbo y para alojar a un considerable número de pasajeros como los que veníamos a bordo, afortunadamente nosotros tuvimos la suerte de lograrlo.
Gander
es un punto geográfico localizado al Sur de Groenlandia,
la inmensa isla que en la Foto luce
en Blanco.
Gander
está ubicado en la Isla Newfoundland en la Península de Labrador.
Dentro de un
sepulcral silencio y aguda atención de todos los que veníamos a bordo, llegó el
momento en que el Boing tocó tierra e inmediatamente funcionaron sus sistemas
de frenaje, turbinas, alerones y demás equipos de frenado logrando por fin
detener el enorme avión. Ya para entonces, todos los pasajeros reventamos en
expresiones de gran júbilo demostrando la gran alegría de sentirnos a
salvo.
De cualquier
modo, dadas las circunstancias, la forma en que se desalojó el avión fue la que
nos advirtieron haciendo uso de los toboganes pues como es lógico ese
aeropuerto no tenía ese tipo de escaleras para bajar a los pasajeros desde la
altura de un Jumbo. Además había que salir y alejarnos lo más rápidamente
posible como medida precautoria.
Obedeciendo las
instrucciones, pasamos por debajo del avión.
Una vez que estuvimos fuera de la enorme nave y muy
emocionados, nos abrazamos y caminamos a lo largo de la pista hasta llegar al
pequeño edificio que constaba con un pequeño comedor que realmente era una
pequeña cafetería y con unos pequeños sanitarios. Una vez ahí
dentro ya protegidos de la intemperie
y comentando sobre nuestra enorme emoción por semejante experiencia, elegimos
un rincón en donde alcanzamos dos sillones y un espacio en pleno suelo.
Esta área en unos minutos fué insuficiente.
La Cafetería.
Mis hijos se
concretaron a conseguir alguna forma para llamar por teléfono a los hoteles más
inmediatos a nuestra llegada pues teníamos las reservaciones muy comprometidas
con el riesgo de sufrir los cargos por no hacernos presentes.
Nos avisaron
que la cafetería estaría abierta para consumir lo que quisiéramos sin causar
ningún cargo y solo dentro de lo
que tenían disponible. Lógicamente en el término de una hora se agotaron las
existencias.
Cuando menos
tuvimos la oportunidad de asearnos en los compactos sanitarios y de dormitar en
el duro suelo.
Cuando el
personal de la tripulación del Jumbo en comunicación con Pan Am de algún punto
de los Estados Unidos decidieron comunicar al nutrido grupo de pasajeros
que no podríamos salir de ahí
antes de veinticuatro horas, se formaron grupos de más ó menos veinte personas que eran los que cabían en cada
uno de dos compactos autobuses que pusieron al servicio de nosotros los
viajeros para ir al centro del cercano pueblo y disponer por una hora de una
habitación para tomar un baño en cualquiera de los hoteles de esa población.
Dentro del tiempo de espera, hubo otra operación que nos impresionó mucho. Nos indicaron que formáramos una fila para que muy ordenadamente camináramos al lado de otras cuatro filas, pero éstas eran de petacas que ya se encontraban sobre el pavimento de la pista, relativamente cerca del solitario Boing que se encontraba ahí estacionado. Mucho del equipaje se veía intacto, pero buena parte de las petacas se notaban violadas y otras semi destruidas.
El enorme avión tristeando en espera.
El maleterío listo para ser rescatado.
Esa situación
nos hizo pensar, ya que nadie de la tripulación nos comunicó absolutamente nada, que el motivo del
inesperado aterrizaje y tanto misterio se debió al aviso de que llevábamos una
bomba a bordo y la bomba fue buscada en todos los compartimientos del Boing y
en nuestro propio equipaje. Nunca supimos ni sabremos si encontraron alguna
bomba ó no. Seguramente en una línea de México ya te estuvieran vendiendo fotos
del explosivo ó te estuvieran cantando el corrido: “La Bomba que me pusites”.
Nosotros
debíamos ir señalando cuales eran nuestras petacas y petaquines y así el
personal del aeropuerto de Gander con nuestra colaboración y ayuda las iba apartando y etiquetando formando grupos
para llevar un control y así poder desentenderse de ellas.
Así se nos fue
el día yendo y viniendo por la
localización y el control de las maletas y por la visita a los hoteles.
Cuando
cumplimos veinticinco horas de haber aterrizado, se nos dio aviso de que nos preparáramos
para el nuevo vuelo. Por ahí corrió el rumor de que estaban esperando la
llegada de dos aviones en los que nos iban a sacar de Gander para concluir
nuestro vuelo a Londres pero la realidad es que con sorpresa vimos como
ingresaban nuevamente el equipaje a nuestro avión original en el que
volveríamos a ocupar nuestros mismos asientos y emprender el nuevo vuelo a
sabiendas de que era una pista muy corta para el aterrizaje y despegue de un
avión de ese tipo.
Realmente abordamos el
Jumbo con mucho temor.
Así las
cosas, se efectuó el abordaje, mismos asientos, mismas azafatas, misma
inseguridad y emoción. El enorme Jumbo taxeó hasta el extremo de la pista, se
sostuvo inmóvil dos ó tres minutos, desbocó sus potentes turbinas y emprendió
la carrera logrando levantar el vuelo cuando la pista se acababa.
Los
pasajeros, todos, aplaudimos en señal de gran gusto y así fue que terminamos de
cruzar el enorme charco aterrizando en el aeropuerto Heathrow de Londres.
Ya en tierra,
iniciamos nuestros movimientos por nuestra propia cuenta. De acuerdo con
nuestro plan original, el hecho de haber llegado a Londres no significaba que
lo visitáramos, eso nos la reservábamos para cuando terminara nuestro viaje
para salir de Londres a la Ciudad de México.
Así es que
bajamos al piso inferior y abordamos el tren que nos llevó a la Victoria
Station del ferrocarril, de ahí nos trasladamos al Puerto de Dover en donde
abordamos la embarcación que nos llevara atravesando el Canal de la Mancha
hasta el Puerto de Ostende en la costa del territorio Belga.
Al
desembarcar en Ostende, tuvimos la
grata sorpresa de que ya nos estaba esperando una persona para entregarnos la
camioneta que habíamos decidido comprar
bajo un sistema que consiste en que después de usarla y dependiendo de
los kilómetros y días consumidos, la misma empresa la compra significando para
nosotros una operación más favorable que lo que hubiera costado rentarla.
Se trataba de
una van Volkswagen nueva, de cuatro cilindros a diesel, con capacidad para
nueve pasajeros y un amplio espacio para el equipaje. Su imagen muy agradable
en azul y marfil.
Después de recibirla
hicimos nuestro primer recorrido derechito a un restaurant que nos recomendaron
para comer unos excelentes mejillones que son como el símbolo alimenticio de
los Belgas, además, degustamos
unos sabrosos y variados platos y en seguida continuamos nuestro camino para
llegar a buena hora a Paris. Este fue un caso similar al de Londres, pues la
visita a Bruselas, la capital Belga sería para al final de nuestro recorrido y ahí,
ya de regreso, entregar la
camioneta.
Así que
después de satisfacer nuestros castigados estómagos, tomamos la carretera con
rumbo a la Ciudad Luz; la verdad es que tanto los que ya conocíamos Paris como
los que iban a tener su primera vez, estábamos encantados de poder visitar esa
incomparable ciudad.
Al fondo: Los Inválidos, París, Francia.
En París, la
Torre Eiffel, Notre Dame, Arco del Triunfo, Los Inválidos, El Teatro de la
Ópera, El Sagrado Corazón en Montmartre, Versalles, etc. etc. Después de cuatro
días disfrutando lo más significativo de la capital francesa, estuvimos en
Loire, pasamos por Bordeaux, Biarritz, St. Jean de Luz. Después de disfrutar la fabulosa ciudad de Paris, experimentamos la gran alegría de ingresar a suelo español,
la gran ciudad de San Sebastián, de ahí a Azpeitia la tierra de los antepasados
de la matriarca, Ascoitia y Loyola.
Más adelante,
pasando Mondragón, estuvimos en Burgos para arribar con gran emoción a Madrid,
la preciosa capital española. Estuvimos en todo Madrid, sin faltar
La Gran Vía, El Retiro, el Palacio de la Zarzuela, la Plaza del Sol, y La
Corrala, sin faltar la Plaza de Toros de Las Ventas y más adelante El Escorial.
Después
disfrutamos la histórica Segovia, así como Toledo, su artesanía en acero y su clásica pintura del Conde de Orgaz,
gran obra de El Greco. Más adelante, ya en tierra andaluza, Córdoba, Sevilla y
Granada. Se dice rápido pero la Mezquita, la Virgen de la Macarena y los
tablados que no puedes dejar de disfrutar el Flamenco y las palmas a rabiar y
para dejar esa bendita tierra, nada menos que la Alhambra y los jardines del
Generalife para llegar después a Murcia.
Cristobal Colón, Plaza de
la Paz, Barcelona, España.
Ahora
arribamos a tierra catalana. El Puerto y la ciudad toda, la hermosa ciudad de
Barcelona, sus Ramblas, el área Gótica, las diversas obras de
Antonio Gaudi y su Sagrada Familia. De ahí nos desprendimos para visitar Niza haciendo una
obligada escala en el Principado de Mónaco con la emocionante visita al gran
Casino de Montecarlo.
Casino de Montecarlo, Principado de Mónaco.
Posteriormente
arribamos a Genova y el mismo día llegamos a Pisa. Es emocionante palpar algo
que das por conocido por los años que tienes de ver por medio de las
fotografías ó el cine determinados lugares o monumentos. Ese caso fue el que
experimentamos cuando estuvimos enfrente y arriba de la famosa torre
inclinada.
También en
Italia, en donde navega uno en un verdadero mar de arte, disfrutamos
enormemente cuando llegamos a Florencia. En ésta incomparable ciudad, tuvimos
la grata experiencia de visitar la
Academia en donde se encuentra la famosa e insuperable escultura del David de
Miguel Ángel Buonarroti.
Visitamos
Perugia de paso a Roma y el llegar a Roma es una intensa y muy profunda emoción
que disfrutamos en conjunto. Estuvimos en el Coliseo, el Forum Romano, la
Fuente de Trevi y muchísimos y muy valiosos puntos de enorme interés. Estando
en Roma es por demás obligada la visita a la Basílica de San Pedro en la Ciudad
del Vaticano que se funde y confunde con la bella ciudad de Roma.
En el
Vaticano, además de su enorme Basílica, la gran Plaza de San Pedro y el Museo
que alberga grandes tesoros.
La Plaza de San Pedro, Ciudad del
Vaticano, Italia.
Esta Foto la tomamos desde la gran Cúpula.
Llegamos a un
interesante lugar llamado Asisi en donde se conserva el sitio en donde vivió y
profesó San Francisco de Asis. Mas adelante arribamos a otro punto del que
presumen orgullosamente los italianos, se trata de una peculiar población
llamada Bolognia en donde se encuentran las extensas y únicas canteras del
codiciado y famoso mármol.
Más adelante,
nos alojamos en un lugar llamado Pádova en donde se venera al Santo San Antonio
de Padua, aquel que aboga por las solteronas. A media hora de ahí nos
embarcamos en uno de sus miles de Vaporetos para disfrutar intensamente de
Venecia, de sus canales, de su Murano y del Lido, de su enorme y peculiar Plaza
de San Marcos, Su gran Basílica, la torre del campanario, sus puentes
peatonales resueltos en forma de arco. Sus esculturas dentro de las que destaca
el famoso bronce ecuestre de Veroccio que inmortalizó a Condottiero Colleoni.
Seguimos
hacia el norte de la bella Italia llegando a su enorme y precioso Lago di
Garda. Continuando nuestro recorrido, ingresamos a Austria en donde gozamos en
particular de una población surgida de un cuento llamada Insbruck.
De ahí, entre
las nevadas montañas, logramos llegar a otra encantadora e importante ciudad llamada
nada menos que Zurich. Ahí pudimos disfrutar de sus peculiares costumbres
propias de la gente que vive a esas Alturas y en medio de esas temperaturas.
Ahora, de
acuerdo a nuestro tránsito, pasamos por otra impresionante población de nombra
Lausanne que nos permitió llegar con buena luz a las famosas Ardenas en donde
allá durante la segunda Guerra Mundial,
los ejércitos de tal y tal perdieron mucha de su integridad por el
intense frío y porque sus tanques de Guerra no cabían entre los árboles de ese
tan especial bosque y tan casi intransitable terreno.
Por fin
llegamos a Luxemburgo, pequeño y precioso país enclavado en esas latitudes. Ahí
sufrimos una muy especial experiencia porque se trata de un pequeño país con
pequeñas callecitas y pequeños restaurancitos en donde se volvieron locos para
poder atender a una familia de ocho en la misma mesa.
Ahora ya en Bélgica,
nos conectamos al camino que nos llevaba a Lieja que es una linda ciudad en
donde vive la familia Pirotte Gayosso queridos amigos que quisimos visitar y
que dada la confianza que reinaba entre nosotros, nos permitía llegar sin
previo aviso. Después de horas realmente felices, continuamos con rumbo a
Bruselas.
En Bruselas,
la impresionante capital Belga, nos alojamos en el tradicional Hotel Metropol,
en cuyo lobby están instaladas grandes y enmarcadas fotografías en las cuales
se podían ver esas mismas áreas ocupadas por los muebles, banderas y soldados
nazis al lado del Fuhrer Adolfo Hitler quién dispuso de ese bello edificio para
asentar ahí su cuartel general en aquellos tiempos de guerra.
En Bruselas
paseamos y conocimos todos sus rincones incluyendo a su impresionante plaza
principal, a la fuente donde se venera al “Manneken Pis”, (Niño orinando) y al famoso Atomium que nos
permitió conocer sus interiores que recorre uno a través de bandas y escaleras
eléctricas. Estando en Bruselas, nos fue fácil extender nuestro paseo navegando
por los silenciosos canales de esa preciosa población llamada Brujas.
El Atomium, símbolo de la Feria Mundial de 1958.
Despidiéndonos
de los Pirotte, tomamos camino para Ostende en donde con gran dolor entregamos
nuestra camioneta que tanto nos sirvió a lo largo de un poco más de doce mil
kilómetros si falla alguna.
Ahí, abordamos
la embarcación que nos llevara al Puerto de Dover ya en la Gran Bretaña y
después de tomar el rápido y puntual tren, por fin llegamos a Londres.
En la bella
capital Británica, ya muy relajados y viviendo la parte final de nuestro
inolvidable viaje, caminamos y caminamos por sus calles, avenidas y parques,
disfrutamos de su mercado, de sus museos, de sus distintos y múltiples puntos
de interés, de su palacio de Buckingham, de Oxford, se su Abadía de
Westminster, de la Torre de Londres, de su popularísimo Big Ben y de un par de
obras teatrales como la recién estrenada en Londres “La Cage aux Folles”: (La Jaula de las Locas).
A los seis
días de planchar Londres y sus alrededores, abordamos nuestro Boing de Pan Am (sin
Bomba) que en vuelo directo nos plantó felizmente en suelo mexicano. En el
aeropuerto de la ciudad de México se encontraba la familia de mi hermano menor
que nos hizo favor de recibirnos a los ocho,
que por cuarenta días estuvimos ausentes
trasladándonos a su casa en donde nos esperaban unos suculentos Chiles en
Nogada al estilo Puebla, mi querida tierra natal.
Para terminar
ésta historia y con relación al principio de ésta crónica, referiré que mi hijo
con fe, conocimiento, razón y empeño, le ganó el caso a la súper línea PAN
AM, logrando el reembolso del
sobre precio a los ocho boletos que habían sido pagados con anterioridad a la
devaluación, siendo lo más significativo, que le hayan ofrecido trabajo en su
departamento legal y que él, por
estar previamente comprometido no aceptó.
FIN.
Nuevamente, saludos,
ResponderBorrarE.A. Sierra WA, USA