martes, 15 de julio de 2014

LOS OCHO POR CUARENTA A EUROPA


Junio de 1985…. se casaban dos de mis seis hijos, justamente el primogénito y el segundo de a bordo. Teníamos que despedirlos, era la última oportunidad para viajar los ocho juntos y por cuarenta días. El siguiente viaje ya sería acompañados por las dos nueritas y para entonces ya seríamos diez.

Había que organizar el viaje. Se necesitaba dinero y se necesitaban checar nuestras agendas, el calendario escolar de los que todavía estaban estudiando y nuestros compromisos en el trabajo de quienes ya estábamos en ese caso.

Nosotros dos, como padre y madre y nuestros  seis vástagos, cuatro varones y dos jóvenes damitas, nos quedábamos  después de la cena familiar para hacer los planes.

Una vez definido el tiempo-calendario, planeamos nuestra aventura para aprovechar al máximo nuestras vacaciones con la idea de disfrutarlas intensamente.  

Primero, quedó absolutamente claro que nuestro viaje sería a Europa y que una vez que dejáramos el avión que nos transportaría, continuaríamos el resto de nuestro recorrido a bordo de una camioneta que pudiéramos rentar ó comprar.

Así que nos dividimos las diferentes tareas por atender. Uno de nosotros se haría cargo de checar que aerolínea nos convenía de acuerdo a nuestro punto de salida y nuestro aeropuerto de llegada  en el país que mas conviniera eligiendo el mas conveniente en cuanto al costo en función de la temporada de vacaciones que es cuando las tarifas se van para arriba.

Para empezar y poder contar con el dinero para cubrir los gastos inherentes al caso yo promoví la venta de dos autos que quería mucho. Antes de que mis hijos crecieran, yo fui muy aficionado a la restauración  de autos especiales, tarea que me gustaba, me entretenía y me generaba algún dinero cuando los vendía.

Ya decidido, los ofrecí a quién sabía le pudieran interesar y no tardé en venderlos. Se trataba de un precioso MGA del año 1962 y de una verdadera joya, un MGTD del año 1953. Realmente cuando se fueron sentí muy profundamente haberme desprendido de ellos, pero era necesario. 

  


El MGA de 1962 y el MGTD de 1953

También había que abocarse a checar lo relativo a la camioneta tomando en cuenta que la necesitábamos en seguida de haber arribado a nuestro punto de llegada. 

Otro de nosotros se encargaría de investigar, valorar y decidir todo lo relacionado con los hoteles y las correspondientes reservaciones, tomando muy en cuenta su localización, su grado de excelencia y el costo de las habitaciones.

Todo lo anterior lo logramos gracias a que nuestro grupo familiar era muy compatible en las ideas que se fueron aportando así como en las soluciones y decisiones ya que todos pusimos disposición  y buena voluntad en lograrlo.

Así fue que llegó el día de la salida. Nos despertamos y nos aseamos para desayunar y tomar nuestro equipaje consistente en una petaca y un petaquín por cada quién, como quien dice… dieciséis piezas.

Cuando estábamos tomando el desayuno para salir con el debido tiempo al aeropuerto, alguien conectó el televisor a través del cual nos fuimos enterando que la noche anterior el presidente Miguel de la Madrid había devaluado nuestra moneda de veintitantos a setenta y tantos pesos por dólar.

Nos cayó como patada la noticia pero por el momento pensamos que no nos afectaba porque ya desde hacía unos días teníamos en nuestro poder los boletos totalmente pagados con la debida anticipación.

Pues sin dramatizar la desagradable situación, nos trasladamos al aeropuerto para documentarnos. Nuestro vuelo era el 450 de Pan Am saliendo de la ciudad de México, con  escala en Miami,  continuando hasta finalizar en Londres, Inglaterra.

No tardamos en tener nuestro primer contratiempo pues ya en el aeropuerto, en la oficina de Pan Am nos plantearon que  para abordar  y ejercer el vuelo, teníamos que pagar la diferencia con respecto al nuevo valor de la moneda en función del dólar, nuestros ocho boletitos habían  quedado congelados debido a la reciente devaluación.

 Nosotros y un buen número de pasajeros que junto con nosotros ya estaban en espera de documentarse protestamos pero no veíamos que fuera a haber una solución por parte de la línea porque los empleados simplemente estaban cumpliendo rígidamente las ordenes que les dieron.

Entonces, el mayor de mis hijos que ya tenía unos meses de haber terminado su carrera de Licenciado en Derecho me sugirió que como no veía otra salida,  pagáramos la diferencia y que simultáneamente iba a presentar un manuscrito de inconformidad que iba a elaborar en ese momento y que ellos estaban obligados a recibir y firmar de recibido.

Así es que, sumamente contrariados, abordamos el Pan Am y ocupamos nuestros asientos por cierto los ocho en la misma fila, en espera de despegar. Hicimos el plan de olvidar por el momento lo sucedido y disfrutar nuestro viaje desde el principio.

       El vuelo arrancó ya para medio día y unas horas después aterrizamos en la bella ciudad de Miami. Ahí, en el aeropuerto, hicimos el transbordo y en un rato más ya estábamos instalados los ocho en un flamante Boing 747 conocido popularmente como “Jumbo” de la misma línea Pan Am.


La Avionetita blanca nos estaba esperando.



Iniciamos el vuelo ya al anochecer con la idea de estar llegando a Londres en la madrugada del día siguiente. El vuelo 450 iba normal, cenamos a bordo, algunos de nosotros dormitando y los otros viendo la película “Mickey y Maude” del gran actor inglés Dudley Moore.

De pronto, cuando llevábamos aproximadamente la mitad de la travesía sobre el Atlántico, sucedió algo inusitado. Por el sonido del avión se anunció algo en tono muy dramático y terminante, el sonido no era muy claro y desde luego en inglés; algunos de los cuatrocientos dieciséis pasajeros que íbamos a bordo, reaccionaron al aviso con la voz muy alta pidiendo, exigiendo explicación.

Unas señoras ya de edad avanzada decían algo entre lamentos y chillidos. Gracias a nuestros hijos que hablan muy bien inglés, nosotros  pudimos entender lo que pasaba.

El aviso, dado por instrucciones del Capitán de la nave, consistía en comunicar a los pasajeros que por razones técnicas tenía que aterrizar a la brevedad en algún punto del Canadá.

A partir de ese momento experimentamos una emoción muy profunda y muy desagradable pues las aeromozas repartidas entre ese verdadero mar de gente, nos comenzaron a instruir a los pasajeros pidiéndonos que nos quitáramos  los zapatos   y probáramos  a encorvarnos pegando el pecho a las rodillas, casi en posición fetal y esperáramos el momento en que fuera obligado acatar sus instrucciones: Olvídense de sus bultos y petaquines de mano, de sus cámaras fotográficas, portafolios, etc., solamente obedezcan las instrucciones, tengan a mano sus chalecos salvavidas que se encuentran debajo de su asiento para que en caso necesario hagan uso del mismo y de los toboganes. Como era de esperarse, uno de mis hijos decidió conservar su cámara y la escondió.

Probablemente tengamos que desalojar el avión en forma rápida pero sin perder el orden. No sabemos si será en el mar ó en tierra.  Tengan localizada la salida que cada uno tendrá que usar, no pretendan usar alguna otra, etc., etc.   

A partir  de ese momento, entre los ocho nada más nos veíamos con la boca totalmente seca y la bilis en pleno derrame. Las hijas y la mamá de plano lloraban y nosotros, en pocas palabras, temblábamos y nos limitábamos a tragar camote.

Hubo un momento en que el enorme Jumbo cambió el sonido de sus turbinas, se entendía como si estuvieran siendo forzadas a una mayor aceleración. De pronto el avión completo comenzó a vibrar y al mismo tiempo e increíblemente descubrimos que sobre el piso corría una delgada capa de agua.

La aeromoza que cubría el área en donde estábamos comprendidos nosotros, nos explicó que la vibración se debía a que estaban tirando combustible para hacer menos pesado el avión, pero lo del agua en el piso no lo supo explicar.

En un momento dado, se escuchó la voz del Capitán avisando que se disponía a aterrizar en un pequeño aeropuerto llamado Gander, localizado en la península de Labrador, muy al norte del Canadá y el Capitán logró hacerlo gracias a Dios. Gander es un punto geográfico al Noreste de la península de Labrador, isla de Terranova que se encuentra en la costa atlántica del Canadá y al sur de Groenlandia.

      Posteriormente nos enteramos que ese pequeño aeropuerto fue usado por los Estados Unidos como una base militar en tiempos de la Segunda Guerra Mundial y que desde luego la infraestructura del mismo no fue diseñada para poder aterrizar ó despegar aviones de las características de un Jumbo y para alojar a un considerable número de pasajeros como los que veníamos a bordo, afortunadamente nosotros tuvimos la suerte de lograrlo.        

Gander es un punto geográfico localizado al Sur de Groenlandia, 
la inmensa isla que en la Foto luce en Blanco.



Gander está ubicado en la Isla Newfoundland en la Península de Labrador.


Dentro de un sepulcral silencio y aguda atención de todos los que veníamos a bordo, llegó el momento en que el Boing tocó tierra e inmediatamente funcionaron sus sistemas de frenaje, turbinas, alerones y demás equipos de frenado logrando por fin detener el enorme avión. Ya para entonces, todos los pasajeros reventamos en expresiones de gran júbilo demostrando la gran alegría de sentirnos a salvo.
     

De cualquier modo, dadas las circunstancias, la forma en que se desalojó el avión fue la que nos advirtieron haciendo uso de los toboganes pues como es lógico ese aeropuerto no tenía ese tipo de escaleras para bajar a los pasajeros desde la altura de un Jumbo. Además había que salir y alejarnos lo más rápidamente posible como medida precautoria.


Obedeciendo las instrucciones, pasamos por debajo del avión.




Una vez que estuvimos fuera de la enorme nave y muy emocionados, nos abrazamos y caminamos a lo largo de la pista hasta llegar al pequeño edificio que constaba con un pequeño comedor que realmente era una pequeña cafetería  y con  unos pequeños sanitarios. Una vez ahí dentro  ya protegidos de la intemperie y comentando sobre nuestra enorme emoción por semejante experiencia, elegimos un rincón en donde alcanzamos dos sillones y un espacio en pleno suelo.


Esta área en unos minutos fué insuficiente.



La Cafetería.   



Mis hijos se concretaron a conseguir alguna forma para llamar por teléfono a los hoteles más inmediatos a nuestra llegada pues teníamos las reservaciones muy comprometidas con el riesgo de sufrir los cargos por no hacernos presentes.

Nos avisaron que la cafetería estaría abierta para consumir lo que quisiéramos sin causar ningún cargo y solo dentro  de lo que tenían disponible. Lógicamente en el término de una hora se agotaron las existencias.

Cuando menos tuvimos la oportunidad de asearnos en los compactos sanitarios y de dormitar en el duro suelo.

Cuando el personal de la tripulación del Jumbo en comunicación con Pan Am de algún punto de los Estados Unidos decidieron comunicar al nutrido grupo de pasajeros que  no podríamos salir de ahí antes de veinticuatro horas, se formaron grupos de  más ó menos veinte personas que eran los que cabían en cada uno de dos compactos autobuses que pusieron al servicio de nosotros los viajeros para ir al centro del cercano pueblo y disponer por una hora de una habitación para tomar un baño en cualquiera de los hoteles de esa población.

      Dentro del tiempo de espera, hubo otra operación que nos impresionó mucho. Nos indicaron que formáramos una fila para que muy ordenadamente camináramos al lado de otras cuatro filas, pero éstas eran de petacas que ya se encontraban sobre el pavimento de la pista,  relativamente cerca del solitario Boing  que se encontraba ahí estacionado. Mucho del equipaje se veía intacto, pero buena parte de las petacas se notaban violadas y otras semi destruidas. 


El enorme avión tristeando en espera. 


El maleterío listo para ser rescatado.


Esa situación nos hizo pensar, ya que nadie de la tripulación  nos comunicó absolutamente nada, que el motivo del inesperado aterrizaje y tanto misterio se debió al aviso de que llevábamos una bomba a bordo y la bomba fue buscada en todos los compartimientos del Boing y en nuestro propio equipaje. Nunca supimos ni sabremos si encontraron alguna bomba ó no. Seguramente en una línea de México ya te estuvieran vendiendo fotos del explosivo ó te estuvieran cantando el corrido:  “La Bomba que me pusites”.  

Nosotros debíamos ir señalando cuales eran nuestras petacas y petaquines y así el personal del aeropuerto de Gander con nuestra colaboración y ayuda las iba  apartando y etiquetando formando grupos para llevar un control y así poder desentenderse de ellas.

Así se nos fue el día  yendo y viniendo por la localización y el control de las maletas y por la visita a los hoteles.


Cuando cumplimos veinticinco horas de haber aterrizado, se nos dio aviso de que nos preparáramos para el nuevo vuelo. Por ahí corrió el rumor de que estaban esperando la llegada de dos aviones en los que nos iban a sacar de Gander para concluir nuestro vuelo a Londres pero la realidad es que con sorpresa vimos como ingresaban nuevamente el equipaje a nuestro avión original en el que volveríamos a ocupar nuestros mismos asientos y emprender el nuevo vuelo a sabiendas de que era una pista muy corta para el aterrizaje y despegue de un avión de ese tipo.


Realmente abordamos el Jumbo con mucho temor.


Así las cosas, se efectuó el abordaje, mismos asientos, mismas azafatas, misma inseguridad y emoción. El enorme Jumbo taxeó hasta el extremo de la pista, se sostuvo inmóvil dos ó tres minutos, desbocó sus potentes turbinas y emprendió la carrera logrando levantar el vuelo cuando la pista se acababa.

Los pasajeros, todos, aplaudimos en señal de gran gusto y así fue que terminamos de cruzar el enorme charco aterrizando en el aeropuerto Heathrow de Londres.

Ya en tierra, iniciamos nuestros movimientos por nuestra propia cuenta. De acuerdo con nuestro plan original, el hecho de haber llegado a Londres no significaba que lo visitáramos, eso nos la reservábamos para cuando terminara nuestro viaje para salir de Londres a la Ciudad de México.

Así es que bajamos al piso inferior y abordamos el tren que nos llevó a la Victoria Station del ferrocarril, de ahí nos trasladamos al Puerto de Dover en donde abordamos la embarcación que nos llevara atravesando el Canal de la Mancha hasta el Puerto de Ostende en la costa del territorio Belga.

Al desembarcar en  Ostende, tuvimos la grata sorpresa de que ya nos estaba esperando una persona para entregarnos la camioneta que habíamos decidido comprar  bajo un sistema que consiste en que después de usarla y dependiendo de los kilómetros y días consumidos, la misma empresa la compra significando para nosotros una operación más favorable que lo que hubiera costado rentarla.

Se trataba de una van Volkswagen nueva, de cuatro cilindros a diesel, con capacidad para nueve pasajeros y un amplio espacio para el equipaje. Su imagen muy agradable en azul y marfil.   

Después de recibirla hicimos nuestro primer recorrido derechito a un restaurant que nos recomendaron para comer unos excelentes mejillones que son como el símbolo alimenticio de los Belgas, además,  degustamos unos sabrosos y variados platos y en seguida continuamos nuestro camino para llegar a buena hora a Paris. Este fue un caso similar al de Londres, pues la visita a Bruselas, la capital Belga sería para al final de nuestro recorrido y ahí, ya de regreso,  entregar la camioneta.  


Así que después de satisfacer nuestros castigados estómagos, tomamos la carretera con rumbo a la Ciudad Luz; la verdad es que tanto los que ya conocíamos Paris como los que iban a tener su primera vez, estábamos encantados de poder visitar esa incomparable ciudad.


Al fondo: Los Inválidos, París, Francia.


En París, la Torre Eiffel, Notre Dame, Arco del Triunfo, Los Inválidos, El Teatro de la Ópera, El Sagrado Corazón en Montmartre, Versalles, etc. etc. Después de cuatro días disfrutando lo más significativo de la capital francesa, estuvimos en Loire, pasamos por Bordeaux, Biarritz, St. Jean de Luz. Después de disfrutar la fabulosa ciudad de Paris, experimentamos la gran alegría de ingresar a suelo español, la gran ciudad de San Sebastián, de ahí a Azpeitia la tierra de los antepasados de la matriarca, Ascoitia y Loyola.

Más adelante, pasando Mondragón, estuvimos en Burgos para arribar con gran emoción a Madrid, la preciosa capital española. Estuvimos en todo Madrid, sin faltar La Gran Vía, El Retiro, el Palacio de la Zarzuela, la Plaza del Sol, y La Corrala, sin faltar la Plaza de Toros de Las Ventas y más adelante El Escorial.


Después disfrutamos la histórica Segovia, así como Toledo, su  artesanía en acero y su clásica pintura del Conde de Orgaz, gran obra de El Greco. Más adelante, ya en tierra andaluza, Córdoba, Sevilla y Granada. Se dice rápido pero la Mezquita, la Virgen de la Macarena y los tablados que no puedes dejar de disfrutar el Flamenco y las palmas a rabiar y para dejar esa bendita tierra, nada menos que la Alhambra y los jardines del Generalife para llegar después a Murcia.


Cristobal Colón,  Plaza de la Paz,   Barcelona, España.



Ahora arribamos a tierra catalana. El Puerto y la ciudad toda, la hermosa ciudad de Barcelona, sus Ramblas, el área Gótica, las diversas obras de Antonio Gaudi y su Sagrada Familia.  De ahí nos desprendimos para visitar Niza haciendo una obligada escala en el Principado de Mónaco con la emocionante visita al gran Casino de Montecarlo.


Casino de Montecarlo, Principado de Mónaco. 


Posteriormente arribamos a Genova y el mismo día llegamos a Pisa. Es emocionante palpar algo que das por conocido por los años que tienes de ver por medio de las fotografías ó el cine determinados lugares o monumentos. Ese caso fue el que experimentamos cuando estuvimos enfrente y arriba de la famosa torre inclinada.

También en Italia, en donde navega uno en un verdadero mar de arte, disfrutamos enormemente cuando llegamos a Florencia. En ésta incomparable ciudad, tuvimos la grata experiencia de visitar la Academia en donde se encuentra la famosa e insuperable escultura del David de Miguel Ángel Buonarroti.             
                 
Visitamos Perugia de paso a Roma y el llegar a Roma es una intensa y muy profunda emoción que disfrutamos en conjunto. Estuvimos en el Coliseo, el Forum Romano, la Fuente de Trevi y muchísimos y muy valiosos puntos de enorme interés. Estando en Roma es por demás obligada la visita a la Basílica de San Pedro en la Ciudad del Vaticano que se funde y confunde con la bella ciudad de Roma.


En el Vaticano, además de su enorme Basílica, la gran Plaza de San Pedro y el Museo que alberga grandes tesoros.


La Plaza de San Pedro, Ciudad del Vaticano, Italia.
Esta Foto la tomamos desde la gran Cúpula. 


Llegamos a un interesante lugar llamado Asisi en donde se conserva el sitio en donde vivió y profesó San Francisco de Asis. Mas adelante arribamos a otro punto del que presumen orgullosamente los italianos, se trata de una peculiar población llamada Bolognia en donde se encuentran las extensas y únicas canteras del codiciado y famoso mármol.

Más adelante, nos alojamos en un lugar llamado Pádova en donde se venera al Santo San Antonio de Padua, aquel que aboga por las solteronas. A media hora de ahí nos embarcamos en uno de sus miles de Vaporetos para disfrutar intensamente de Venecia, de sus canales, de su Murano y del Lido, de su enorme y peculiar Plaza de San Marcos, Su gran Basílica, la torre del campanario, sus puentes peatonales resueltos en forma de arco. Sus esculturas dentro de las que destaca el famoso bronce ecuestre de Veroccio que inmortalizó a Condottiero Colleoni.

Seguimos hacia el norte de la bella Italia llegando a su enorme y precioso Lago di Garda. Continuando nuestro recorrido, ingresamos a Austria en donde gozamos en particular de una población surgida de un cuento llamada Insbruck.
De ahí, entre las nevadas montañas, logramos llegar a otra encantadora e importante ciudad llamada nada menos que Zurich. Ahí pudimos disfrutar de sus peculiares costumbres propias de la gente que vive a esas Alturas y en medio de esas temperaturas.

Ahora, de acuerdo a nuestro tránsito, pasamos por otra impresionante población de nombra Lausanne que nos permitió llegar con buena luz a las famosas Ardenas en donde allá durante la segunda Guerra Mundial,  los ejércitos de tal y tal perdieron mucha de su integridad por el intense frío y porque sus tanques de Guerra no cabían entre los árboles de ese tan especial bosque y tan casi intransitable terreno.

Por fin llegamos a Luxemburgo, pequeño y precioso país enclavado en esas latitudes. Ahí sufrimos una muy especial experiencia porque se trata de un pequeño país con pequeñas callecitas y pequeños restaurancitos en donde se volvieron locos para poder atender a una familia de ocho en la misma mesa.

Ahora ya en Bélgica, nos conectamos al camino que nos llevaba a Lieja que es una linda ciudad en donde vive la familia Pirotte Gayosso queridos amigos que quisimos visitar y que dada la confianza que reinaba entre nosotros, nos permitía llegar sin previo aviso. Después de horas realmente felices, continuamos con rumbo a Bruselas.

En Bruselas, la impresionante capital Belga, nos alojamos en el tradicional Hotel Metropol, en cuyo lobby están instaladas grandes y enmarcadas fotografías en las cuales se podían ver esas mismas áreas ocupadas por los muebles, banderas y soldados nazis al lado del Fuhrer Adolfo Hitler quién dispuso de ese bello edificio para asentar ahí su cuartel general en aquellos tiempos de guerra.


En Bruselas paseamos y conocimos todos sus rincones incluyendo a su impresionante plaza principal, a la fuente donde se venera al  “Manneken Pis”, (Niño orinando) y al famoso Atomium que nos permitió conocer sus interiores que recorre uno a través de bandas y escaleras eléctricas. Estando en Bruselas, nos fue fácil extender nuestro paseo navegando por los silenciosos canales de esa preciosa población llamada Brujas.



El Atomium, símbolo de la Feria Mundial de 1958.


Despidiéndonos de los Pirotte, tomamos camino para Ostende en donde con gran dolor entregamos nuestra camioneta que tanto nos sirvió a lo largo de un poco más de doce mil kilómetros si falla alguna.

Ahí, abordamos la embarcación que nos llevara al Puerto de Dover ya en la Gran Bretaña y después de tomar el rápido y puntual tren, por fin llegamos a Londres.

En la bella capital Británica, ya muy relajados y viviendo la parte final de nuestro inolvidable viaje, caminamos y caminamos por sus calles, avenidas y parques, disfrutamos de su mercado, de sus museos, de sus distintos y múltiples puntos de interés, de su palacio de Buckingham, de Oxford, se su Abadía de Westminster, de la Torre de Londres, de su popularísimo Big Ben y de un par de obras teatrales como la recién estrenada en Londres  “La Cage aux Folles”: (La Jaula de las Locas).


A los seis días de planchar Londres y sus alrededores, abordamos nuestro Boing de Pan Am (sin Bomba) que en vuelo directo nos plantó felizmente en suelo mexicano. En el aeropuerto de la ciudad de México se encontraba la familia de mi hermano menor que nos hizo favor de recibirnos a los ocho, que por cuarenta días estuvimos ausentes trasladándonos a su casa en donde nos esperaban unos suculentos Chiles en Nogada al estilo Puebla, mi querida tierra natal.  




Para terminar ésta historia y con relación al principio de ésta crónica, referiré que mi hijo con fe, conocimiento, razón y empeño, le ganó el caso a la súper línea PAN AM,  logrando el reembolso del sobre precio a los ocho boletos que habían sido pagados con anterioridad a la devaluación, siendo lo más significativo, que le hayan ofrecido trabajo en su departamento legal y que él,  por estar previamente comprometido no aceptó.


                                           FIN.




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