martes, 15 de julio de 2014

CUANDO AGUSTÍN LARA ME CAYÓ ENCIMA



     Yo era un estudiante de quince años de edad que cursaba el tercero de secundaria en el Instituto Oriente de la ciudad de Puebla, colegio para varones operado por la orden de sacerdotes Jesuitas que gozaban de un gran prestigio como educadores de jóvenes de esa edad.



     Además, yo orgullosamente, formaba parte de la Banda de Guerra de esa institución a cargo de un tambor en el segundo batallón.






     Un buen día nos inquietó la presencia de tres especímenes de rara personalidad. Se trataba de tres hombres de largo pelambre, descomunales bigotes, rala piocha y ropa muy extraña complementada por botas de charro, jorongo, paliacate al cuello y una tejana del tipo que usan los malosos de las películas de Cow Boys. Los tres fumaban sin cesar y sus cigarrillos eran negros, nunca antes vistos.


     Después nos enteramos de que se trataba de gente del cine y que habían llegado con un saludo del famoso Director de grandes películas Emilio “El Indio” Fernández, solicitando al Rector permitiera participar a la Banda de Guerra de la institución para filmar algunas escenas propias de la época de la revolución que se estaba realizando en  la cercana y pequeña ciudad de Cholula.


     El nombre de la película: “Enamorada”, los estelares: Pedro Armendariz y María Félix, la Dirección de “El Indio” Fernández y la Fotografía a cargo de Gabriel Figueroa. No cabía duda de que iba a ser una magnífica película.







     El Rector nos reunió en el patio principal, nos enteró de que se trataba, hizo sus recomendaciones y con todo y tambores y cornetas abordamos el autobús de la Cía. del personal de la Cine para arrancar con rumbo al sitio. 

     Llegando a la locación, serían casi las diez de la mañana, nos recibió “El Indio” quién desde su silla de Director nos saludó medio sonriendo y mostrándonos sus enormes dientes y mostrándonos sus enormes dientes. 

     Entonces, tuvimos la oportunidad de contemplar como se filmaba una preciosa escena con Pedro Armendáriz a caballo y la petulante de María a pincel, producto del genio del Indio como director y del gran talento de don Gabriel Figueroa como el fotógrafo de cine número uno en cuanto a sus increíbles efectos, imágenes y contrastes.


Pedro, María, Emilio y Gabriel.    
     De ahí nos llevaron a una gran carpa  como de circo, en donde guardaban y controlaban el vestuario y una gran cantidad de reflectores, cables y demás chivas.

     Siguiendo las instrucciones, dejamos a un lado nuestros tambores y cornetas e hicimos cola para que nos entregaran nuestro vestuario que consistía en un calzón largo y una camisa, ambos de manta que algún día fueron blancos, un paliacate rojo,  huaraches,  jorongo y sombrero de petate de copa alta y ala ancha. También nos dieron un mauser de puro palo y unas cananas con cartuchos ya usados.

     Cuando recién salimos ya vestidos de huehuenches, nos situamos dispersos por ahí y de pronto se acercó un señor ya grande con chica camarota y nos dijo: quien de ustedes quiere anotarse como extra para hacer unas pruebas y yo sin pensarlo, levanté mi mano y antes de decir “yo” ya me estaba jalando y me llevó a un punto en donde ya tenía uno como set equipado con reflectores, unos cartones plateados como espejos y una cámara instalada en un tripié muy complicado. 

     Me paró junto a una mujer de rasgos indígenas como de Columba Domínguez en la peor de sus épocas,  que luego supe que se trataba de Rosaura Revueltas Hermana del músico Silvestre y que estaba muy interesada en hacerle al cine.

     Luego le pidió a su ayudante  que se parara atrás con un cajón para difunto  y tomó una serie de fotos, después luego me pidió mis datos y que regresara al lugar de donde me trajo.






     Después de unos días recibí el aviso de que me presentara ya sin mis compañeros y participé en unas tomas ganándome unos pesitos. 

     Volviendo a la historia original, ya disfrazados y con nuestros instrumentos en mano, salimos de la tienda para que nos pusieran prietas la cara y las manos y quedar a las órdenes del director.

     En un momento dado, alguien valiéndose de un magnavoz gritó a buen volumen: Por favor todos los de la banda de guerra acérquense y fórmense como acostumbran aquí al frente porque ya se van a hacer las tomas de las marchas y la caballada.


     El resto de la mañana fue marchar y marchar y regresar y volver a marchar hasta que tanto el Director como Gabriel Figueroa se sintieron satisfechos.




     Mientras nos llamaban para volver a aparecer en una nueva toma, yo me decidí a vagar entre los cables y los reflectores ahí sembrados en pleno campo. 
     
     De pronto me encontré frente a una tiendita de tela en color azul en donde se encontraba esa presumida mujer llamada María Félix quien maltrataba a su peinadora y a su maquillista mientras le daban sus retoques.

     No quise permanecer ahí porque no me quise exponer a que le molestara mi presencia y me corriera esa mujer porque es una verdadera fiera por no decirle hiena. Seguí divagando sin alejarme mucho por si nos llamaban cuando escuché que en la carretera que pasaba a un lado y a unos seis metros de altura, se había detenido un vehículo que por la misma inclinación del terreno yo no alcanzaba a ver.

     De pronto, apareció la imagen de un delgaducho caballero muy bien vestido que no tardé en identificar, se trataba ni más ni menos que de Agustín Lara que sin duda llegaba procedente de la ciudad de México a visitar a su “esposa” la insoportable diva parida por los Ángeles.

     Cuando don Agustín que se encontraba arriba se dio cuenta de que el talud por donde debía bajar estaba muy empinado, simplemente se ofuscó y no pudo ocultar su gran temor de iniciar el descenso. Entonces yo que me encontraba abajo vestido de huehuenche al estilo revolucionario,  me animé a ofrecerle mis brazos diciéndole, casi gritándole: Maestro Lara, baje usted  sin temor yo aquí lo recibo, tenga confianza.





     Y don Agustín se animó a bajar pero en lugar de bajar como de ladito tratando de frenar su inercia, se aventó como cuando un niño que está aprendiendo a caminar se le avienta a su papá.

     Así fue que el señor Lara me envistió de frente y me mandó de espaldas al zacate cayéndome encima en medio de un tierrero de la patada.

     Su primera reacción fue reincorporarse y sacudirse mientras me decía: Perdóname mi hermano, perdóname y muchas gracias. Después de medio peinarse se le acercó a su reina que no pudo ocultar el asco con el que lo saludó.

     Yo me desatarugué porque estuve a punto de que me noqueara pues no obstante sus escasos cincuenta kilos me puso un buen trancazo con su coco lleno de inspiración en mi pómulo izquierdo.

     A los veinte minutos, se desprendió de la tienda azul de María y se dirigió al famoso talud por donde había bajado y ahora había que subir. Me reconoció, se volvió a disculpar y me preguntó si lo iba a ayudar, yo le dije: afirmativo mi don Agus y le recomendé que se agarrara de mi brazo y que procurara subir en diagonal en lugar de en línea recta.

     Sin problema llegamos al nivel de la carretera, se volvió a sacudir, me volvió a agradecer, abordó su precioso Lincoln plateado y en unos cuantos segundos desapareció.

     Cuando terminó todo el circo de las filmaciones, ya era la noche del día siguiente. Nos agradecieron la colaboración, los desgraciados nos dieron como lonche para cenar una bolsita con una pera y un huevo cocido, un refresco Pep y nos mandaron en el autobús de regreso a la escuela que desde luego, por la hora, ya estaba cerrada.

     Cuando llegué a casa me recibió mi madrecita quien al verme tan maltrecho y con mi pómulo enrojecido y mi ojo casi cerrado se apuró aventándome la clásica pregunta: Pues que te pasó mijito, te atropellaron, te peleaste, te asaltaron, o que te paso? Contestándole: no mamacita lo que pasa es que me cayó encima Agustín Lara y me lastimó la cara..

     Acto seguido llegué a escuchar como le cuchicheaba a mi padre: Ay viejito, no se que le pasó ó que le dieron a Gabriel, porque llegó hecho una desgracia y está diciendo cosas muy raras.

3 comentarios:

  1. Estimado arquitecto Abaroa, sin querer encontré esta su pagina y me da un sentimiento de alegría junto con una especie de tristeza o no se que, por la satisfacción de haberlo conocido y de no escuchar estas anécdotas de su propia voz lo cual habría sido muy enriquecedor, pero pues la relación fue muy breve, yo solo los veía a usted y su querida esposa la sra. Cristy en las reuniones a las que asistían con mis jefes, lo cual no fue impedimento para llegar a apreciarlos por ser tan agradables y sencillas personas.
    les mando un cordial saludo a ambos, espero que se encuentren bien, cuídense mucho
    RICARDO

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    1. Estimado Sr. Jiménez,
      Muchas gracias por su amable comentario.
      Saludos,
      Arq. Gabriel Abaroa Martínez

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  2. Estimado arquitecto Abaroa, sin querer encontré esta su pagina y me da un sentimiento de alegría junto con una especie de tristeza o no se que, por la satisfacción de haberlo conocido y de no escuchar estas anécdotas de su propia voz lo cual habría sido muy enriquecedor, pero pues la relación fue muy breve, yo solo los veía a usted y su querida esposa la sra. Cristy en las reuniones a las que asistían con mis jefes,, situación que no impidió que los llegara a apreciar por ser personas tan sencillas como agradables.
    les mando un cordial saludo a ambos, espero que se encuentren bien, cuídense mucho
    RICARDO

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