jueves, 8 de abril de 2010

EL CASAMIENTO DE GUSTAVITO

Se fijó la Boda para el viernes 12 de Septiembre de 1969, se casaba el ingeniero Gustavo Díaz Ordaz con la hermosa señorita Consuelo Eugenia Castañón Ríos Zertuche. La ceremonia religiosa sería en el fabuloso templo de San Juan Bautista en Coyoacan  y el banquete en la residencia presidencial de Los Pinos.

Los padres del novio, el Presidente de la República Lic. Gustavo Díaz Ordaz y doña Guadalupe Borja de Díaz Ordaz tenían el deseo de recibir a sus invitados precisamente en la puerta de la residencia.

Aquella enorme residencia de estilo Francés, construida durante cinco años (1947-1952) por el Arq. Fernando Parra Hernández y por orden del entonces Presidente Miguel Alemán Valdés, era insuficiente para albergar a sus dos mil ochocientos invitados, por lo que se invitó al Arq. Francisco Artigas para que ideara algún pabellón que se pudiera anexar a la residencia y diera solución a tal aforo.

El Arquitecto acudió al llamado y cuando estuvo de vuelta a su Taller de Arquitectura allá en el Camino al Desierto de los Leones, se mostró muy preocupado pensando como podría resolverse semejante compromiso. Su entonces estrecho grupo de colaboradores dentro del que me encontraba yo, comenzamos a pensar y planear y después de un buen número de horas de estar rumiando una y otra posible solución, se optó por armar un pabellón a base de elementos prefabricados susceptibles de desmontar y desaparecer en los dos ó tres días subsecuentes a gran fiesta.

La estructura sería construida empleando un sistema de andamiaje metálico, el piso de  madera con terminación de alfombra de henequén, los muros a base de módulos prefabricados con y sin ventanas de los que normalmente se usaban en las escuelas y con ese criterio todo lo demás hasta culminar la obra, pudiendo ofrecer un salón mucho muy grande y muy elegante integrado por un área para mesas circulares para diez personas, el área para la mesa principal, para la Orquesta de Cámara, una discreta pista de baile y la necesaria para instalar una enorme cocina a cargo del prestigiado señor de los banquetes Dalmau Costa; además de unos amplios y bien equipados sanitarios para damas y caballeros.

Al fin y al cabo, éste pabellón quedó instalado en la parte posterior de la residencia. Para poder ingresar al mismo, había que ascender por la conocida escalinata del frente, traspasar la puerta principal de entrada, cruzar el amplio vestíbulo y pasar a un lado u otro de la escalera principal para llegar al límite de la parte trasera y tomar uno u otro puente que indistintamente daban acceso a la parte central del nuevo recinto.

Días atrás, cuando recién se había iniciado el armado de la estructura, se le dio un desagradable informe al señor Presidente por conducto de su esposa. Como expresé al principio, ellos tenían la intención de recibir a sus invitados al pie de la puerta principal de la residencia,  pero nadie se había dado cuenta del terrible resultado de la suma de las distancias y los minutos y ese, su muy respetable deseo, no se les podía conceder .
Suponiendo que asistieran las dos mil ochocientas personas y haciendo un cálculo conservador de que llegarían un promedio de tres personas en cada auto, resultarían novecientos treinta y tres autos.

Si transcurriera un minuto entre uno y otro auto que fueran para desembarcar a los invitados, hubieran tardado 933 minutos, equivalentes a quince horas y media entre el primero y el último.

La fila de autos que harían el recorrido entre el templo de San Juan Bautista en Coyoacán  y la residencia presidencial de Los Pinos en Chapultepec, calculando siete metros entre auto y auto, mediría seis kilómetros y medio sin tomar en cuenta los espacios no ocupados por el tráfico. La distancia entre un punto y otro es de aproximadamente nueve kilómetros, ó sea que mientras el primer auto se aproximara a Los Pinos, el último apenas estaría saliendo del área del centro de Coyoacán.

La solución se dio dando acceso a la gente por su propio pie por las puertas uno y cinco localizadas en Paseo del Molino del Rey y habilitando seis puntos de desembarco, con capacidad de seis autos cada uno ó sea que teóricamente se debían desocupar treinta y seis automóviles por minuto, empleando para el desembarco un total aproximado de treinta minutos.

La fiesta resultó formidable y al día siguiente se inició el desmonte y desarmado del famoso pabellón para reintegrar los materiales prefabricados a las bodegas del Comité Constructor de Escuelas, (CAPFCE). 


Por mi parte, acudí a la farmacia más cercana para conseguir algún medicamento para la úlcera, la acidez y las agruras. 

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