viernes, 2 de abril de 2010

EL QUE RÍE AL ÚLTIMO, RÍE MEJOR

Se aproximaba el domingo de la Corrida de la Cruz Roja. La inolvidable y cómoda plaza de toros El Toreo de Puebla estaba pletórica como si hubieran regalado los boletos. En esa corrida los matadores y sus cuadrillas, los picadores, los ganaderos, el personal de ayuda en la plaza y hasta el Juez de Plaza, se abstendrían de pasar recibo, ó sea que el producto íntegro de la venta de boletos era en beneficio de la benemérita Cruz Roja de la ciudad de Puebla. La gente ya se instalaba en sus lugares en las distintas categorías de barrera, primero y segundo tendido, general, azotea y el mismísimo reloj.

El cartel, de lujo: “El Ave de las Tempestades” Lorenzo Garza, “El Faraón de Texcoco”  Silverio Pérez y el incomparable Mario Moreno “Cantinflas”.

Dos días antes de la corrida, me enteré de que estaban invitando a determinadas personas para que asistieran con sus automóviles convertibles llevando a bordo a tres ó cuatro damas  ataviadas al estilo Sevillano luciendo sus vestidos confeccionados en tan típica tela en rojo y blanco, sin faltar los claveles, los abanicos, las peinetas y las finas mantillas en negro ó en blanco. 

Recurrí a entrevistarme con mi entrañable primo Jorge Jiménez Bianchi para que me prestara su precioso Oldsmobile, vistoso convertible azul, apenas dos años viejo; lo llevé a lavar y a encerar e invité a mi juvenil prima Beatríz García Abaroa para que junto con sus amigas ataviadas adecuadamente, adornaran la parte trasera del auto.

Llegamos a la plaza, precisamente a la puerta por donde entran los toreros faltando unos veinte minutos para las tradicionales cuatro de la tarde. Nos llevamos la sorpresa de que ya estaban ahí formados dos Packards, un Cadillac y un Buick, todos último modelo y todos propiedad de distinguidos magnates angelopolitanos y llevando a bordo a cuatro grupos de encopetadas damas de la sociedad poblana. Los susodichos nos miraron con lástima y desprecio.

En seguida llegó un quinto auto, se trataba de otro Cadillac, otro ricachón y otras encopetadas señoras. Sin mas ni mas, los organizadores nos obligaron a replegarnos para dar paso al referido auto. En eso, cuando faltaban cuatro minutos para las cuatro, apareció una escuadra de escandalosas Harleys flanqueando al auto del genial Cantinflas quien al apearse y al grito de “Yo voy en éste”, se montó en nuestro Anticuado Oldsmobile y se sentó entre mis jóvenes y bellas invitadas. Los autos comenzaron a moverse y al entrar el nuestro al ruedo, Cantinflas se dejó ver  y saltó del auto para unirse a los matadores y formar parte del famoso Paseíllo.

Una vez más quedó comprobado que EL QUE RÍE AL ÚLTIMO,…RÍE MEJOR. 

2 comentarios:

  1. Excelente historia, demuestra la calidad humana y el gran carisma que profesaba de Don Mario Moreno. ¡Gracias por compartirla!

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    1. Estimado Sr. Robledo,
      Muchas gracias por su comentario.
      Saludos,
      Arq. Gabriel Abaroa Martínez

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