Hace ya un buen bonche de añitos recibí
la muy agradable visita de un buen amigo, de un gran amigo que me distinguía
con su fraternal amistad desde que éramos unos verdaderos pubertos. Para
entonces yo vivía en la Ciudad de México, justamente en la otrora agradable Colonia
del Valle.
El trabajaba en una compañía que
importaba, procesaba, vendía y colocaba marmol y granito procedente de Italia y
de Brasil y como en todos los negocios, en su planilla de clientes contaban con
clientes correctos, altaneros, consecuentes, insoportables, pagadores,
tramposos, formales, etc., etc.
Pero en el caso de mi amigo, tenía un clientecillo fuera de serie y que
lo traía por la calle de la amargura.
Se trataba de un especímen prepotente,
déspota, rico, tramposo, y para acabar pronto, detestable. Se trataba de un
viejo regordete que regularmente transitaba por debajo de una carísima tejana y
que se hizo rico a través de su tenebrosa trayectoria, pero llegó al grado de mucho
muy rico a la sombra de otro
funesto bandido que además era un temible asesino, que llevaba por
nombre Maximino Ávila Camacho, hermano mayor del Presidente Caballero. Éste
Maximino fué un renacuajo que no debía haber nacido.
El “ejemplar” personaje al que me estoy
refiriendo (el tío de la tejana), llevó por nombre José García Valseca, nació
en la Ciudad de Puebla el 7 de enero de 1901 y se ostentaba altaneramente como coronel
del Ejército Mexicano, grado que
le dió base, fuero y fuerza
a su instinto de prepotencia, debido a sus méritos militares allá en tiempos de
la revolución.
Por cierto que cuando éste mencionado sujeto creyó haber logrado
ese halo que ilumina a los personajes paridos por las hadas, recibió la
sorpresa de un total rechazo al pretender entrar al edificio de la Universidad
de Puebla acompañando al gobernador en turno y se abstuvo de hacerlo dada la
leyenda que con grandes letras en
una gran manta blanca rezaba: “GARCÍA
VALSECA, NO ERES GRATO EN ÉSTA CASA” y el tío simplemente no entró y como por
arte de mágia se esfumó.
Es cierto que dentro de su oscura forma
de desarrollarse a lo largo de su
vida fue muy hábil y en la búsqueda de beneficiarse personalmente, también
benefició al gran grupo de productores de periódicos y revistas, sobre todo
cuando logró que el presidente Miguel Alemán Valdés allá por 1947 condonara un
importante adeudo que tenían los
editores a nivel nacional con la productora de papel PIPSA mísma que estuvo a
punto de hacer quebrar al gran grupo que conformaban esa industria.
Pues el caso es que mi amigo me pidió
que le acompañara a la casa del petulante sujeto a en donde hacía ya un buen
tiempo había colocado un considerable número de metros cuadrados de marmol de
Santo Tomás de Puebla en el piso de sus diez cocheras y una importante cantidad
de marmol de Carrara que procedente de Italia se había importado para instalar
en los pisos y lambrínes de sus enormes y afrodisiácos cuartos de baño.
Ésta era le enésima vez que el tramposo
tío hacía venir desde Puebla a mi amigo con la promesa de liquidar su cuenta
pendiente ya desde tres meses atrás, con el agravante de que ese tipo de
cuentas de trabajos hechos en su casa, las manejaba el personalmente .
Así es que llegamos a Tlacopác, ya cerca
de San Ángel y no tardamos en estar frente a la entrada a la enorme propiedad que casi cubría una manzana
completa.
Con la
recepción que nos dieron los seis guaruras que nos cerraron el paso y después
de la obligada identificación y la comprobación de que había una cita
previamente concedida por el famoso Coronel, nos introdujeron pasando primero a
un lado de donde se encontraba estacionado su famoso autobus para uso personal,
un formidable Fitz John plateado que en la frente, por encima del parabrisas y
por abajo de la sirena cromada con
potente faro rojo, lucía el letrero en el que normalmente se anuncia el
destino de determinado viaje y que en éste caso simplemente se leía el nombre
de “EL SOL” haciendo referencia al periódico
de su invención. De ahí nos guiaron hacia el interior de la casa en donde suponíamos
que el extravagante señor nos estaba esperando.
Pasamos por el vestibulo, por un lado
de la biblioteca, por una salita pequeña, otra mas grande, ahora un pasillo
desde donde se veía el comedor, llegámos a la amplia escalera que me hizo
recordar las películas de Mauricio Garcés y ya en la planta alta, terminamos el
recorrido frente a la puerta de la recámara del condenado Poncio Pilato.
El guarura hizo un discreto toque y
escuchamos el típico: Adelante!! el gorila nos indicó que podíamos pasar y
pasamos.
Lo que vimos a continuación fué
realmente increíble. En un cuarto de baño muy especial y diferente a lo que es
común y corriente pues estaba abierto a la recámara y justamente precisamente
al frente de nosotros, ahí estaba el coronel sentado en el excusado haciendo lo
que que se hace en el excusado, cagando.
Éste viejo chiflado y cochino tenía
instalada la cubierta abatible de su muy personal escritorio en el que
acostumbraba adelantar sus pendientes de trabajo mientras se deleitaba aspirando sus muy peculiares aromas
mientras cagaba.
Nosotros atónitos contemplábamos la
escenita mientras él terminaba con una llamada telefónica haciéndonos la seña
de que esperáramos un momento.
Antes de que vomitáramos ó decidieramos
salir de su mugroso aposento sin más explicación, cortó su llamada y como si no
supiera a que íbamos nos preguntó que se nos ofrecía.
Mi amigo le dijo con mucha seriedad: Mire usted, seguramente
estará enterado de que he venido no menos de siete veces desde la ciudad de
Puebla para cobrar la cuenta que tiene pendiente de liquidar con nuestra
empresa. Me estoy refiriendo al marmol que se colocó en el piso de sus cocheras
y etc., etc.
Entonces el repugnante personaje nos
indicó que esperaramos en la salita chica donde íbamos a firmar la póliza del
cheque que nos iban a entregar.
Por fin, salimos de ese asqueroso lugar
y treinta minutos mas tarde mi
amigo recibió el cheque, firmó la póliza y salimos horrorizados de la casa del
tal García Valseca.
Yo en lo particular pensé y deseé: ojalá se pudra……y al poco tiempo,……… se
pudrió!!!.
Éste suigeneris ser humano falleció en
1982 a la edad de 81 años.
A ver como nos va en la reencarnación.
SEGUNDA PARTE
Y SIGUE LA MATA DANDO
Un día de tantos, recomendado por no se
quien, llegué a la casa de un ricachón de nombre Rafaél a quién apodaban “El Pato” debido a que
era dueño de una embotelladora de refrescos muy aceptados e identificados como
Refrescos Pascual, de ahí el apodo.
Anteriormente, el había trabajado muy
duro introduciendo en México la novedosa forma de obtener y consumir el agua
potable embotellándola para su consumo en casa.
Los refrescos Pascual se distinguían
porque en su contenido, se podia palpar la pulpa de las distintas frutas con la
que estaban hechos.
El caso es que éste señor me recibió y
me recibió con la seriedad que le caracterizaba. Me dijo que requería de mis servicios como arquitecto porque
deseaba construir en un área aledaña a su casa dentro del mismo jardín, sus
oficinas porque para el ya era muy incómodo trasladarse todos los días al punto
en donde se encontraban sus oficinas.
El, con su familia, vivía en ese
pedacito de los Estados Unidos llamado Country Club Churubusco, en una casa que
no negaba ser del estilo de las casas de solución arquitectónica y estructural
a la gringa.
Desde hacía ya algún tiempo él ya
trabajaba desde su casa y no queria que asi siguiera siendo. Así pues, después
de escucharlo y de tomar nota de todas sus indicaciones, procedí a despedirme
para volver al día siguiente para inciar mi trabajo haciendo un levantamiento
del lugar, dibujar los planos correspondientes y presentarle la primera
propuesta del proyecto arquitectónico que estaría sujeto a su consideración
hasta alcanzar su aprobación.
Una vez aprobado, se dió inicio a la
construcción, situación que me obigaba a entrar en determinadas ocasiones a su
casa. Las dos primeras veces me recibió por ahí en el comedor y en la sala pero
la tercera vez en que me tenía que hacer un cheque, su chofer me pidió que lo
siguiera hasta el interior de su recámara y ahí me encontré a mi distinguido cliente
haciendo el mencionado cheque en su escritorio abatible y sentado en su
excusado que afortunadamente estaba cerrado, usado en ese momento como una
simple silla.
Ahí, exactamente en ese instante me
vino a mi confuso cerebro la imagen del inolvidable renacuajo García Valseca, aunque
ese si recibía cagando y sin complejos de ninguna especie.
Cuando me cayó el veinte, comprendí con
claridad que mi cliente era un super fan de García Valseca y que seguramente
desde que era niño expresaba sus deseos de: “Cuando sea grande quiero ser como el
Coronel”….y así fué.
Después de recibir el cheque, el chofer
edecán me guió hacia el exterior de la casa pero ahora por otra puerta y con
gran sorpresa me encontré con su flamante autobus Fitz John plateado con su
sirena y faro rojo al centro de su frente y sobre la ranura envidrierada en
donde se se leía simplemente: “EL PATO”
Yo continué trabajando en lo mío y
avanzando en la construcción de las nuevas oficinas hasta que un día me recibió
mi maestro de obras Ángel Ambríz con la novedad de que estuvo ahí en la obra el
dueño acompañado de un señor y que le estuvieron pidiendo los planos
estructurales y mientras los veían le hacían preguntas relativas a los armados
de acero y la resistencia del concreto.
A mi me molestó que no lo hubieran
hecho contando con mi presencia y expresándose
como lo hicieron a mis espaldas. Me aguanté y esperé a que se presentara el
momento adecuado y el momento llegó.
Después de un par de días, estando yo
revisando la obra, se me acercó mi cliente y me dijo que me tenía malas
noticias. Había estado con el el ingeniero quien sabe que y había juzgado que
yo, seguramente con el afán de hacer negocio había hecho la cimentación mas
chica de lo que marcaban los cálculos.
Mi primera reacción fué decirle que
sentía mucho que no tuviera confianza en mí, dada mi trayectoria profesional de
la que tuvo conocimiento antes de iniciar nuestra relación de trabajo. También
le dije que no tenía caso hablar con el de esos delicados temas del uso
adecuado ó inadecuado del acero y del concreto puesto que el no sabía de eso,
pero que yo le sugería que citara al tal ingeniero que me juzgó y ahí delante
de el, aclarar situaciones.
El señor aceptó y en un par de días mas,
estuvimos frente a frente con su amigo el ingeniero. Para empezar, me
identifiqué con mi credencial de miembro del Colegio de Arquitectos de México,
que por cierto, por mi apellido, me correspondía el número uno y le solicité
que hiciera lo propio. Hubo silencio y comenzó a atacar.
Yo insistí y le dije que necesitaba estar seguro de con quién estaba
tratando. Le pedí que cuando menos me dijera su grado de estudios, su escuela,
su experiencia, el nombre de alguién que pudiera avalar su grado de
preparación. Fué entonces que intervino el propietario alegando que dada la amistad
que llevaba con el presidente Echeverría, estaba arreglando lo necesario para que se le
concediera el título de ingeniero civil, dado que contaba con la experiencia
necesaria.
Yo me mostré muy incómodo ante tal
situación y les pedí que para
terminar de una vez, que me explicaran por qué consideraban que yo había obrado
equivocadamente.
Entonces el tío éste me señaló tomando
como ejemplo una de las zapatas de cimentación y que en la memoria de cálculo
decía que el área de sustentación era de cuatro
metros cuadrados y yo, pasando por alto esa delicada condición las había
construído de dos metros por dos metros, ó sea, según él, de dos metros
cuadrados.
Mi reacción fué de mucha risa porque el
especímen éste que presumía ser ingeniero y que esperaba que su importante
amigo le consiguiera su título, pensaba que las zapatas debían haberse hecho de
cuatro por cuatro sin tomar en cuenta que en esa forma hubieran arrojado
dieciseis metros cuadrados en lugar de los cuatro metros cuadrados que yo
construí con mis correctas zapatas de dos metros por dos metros y desde luego
con el correspondiente acero de refuerzo dada la carga por soportar y la
capacidad de carga del terreno.
Después de éste elemental y vergonzoso
desenlace, no tuve mas remedio que decirle a mi ex cliente: le ruego que a
partir de éste momento le encargue a su amigo que continúe con la obra y ojalá
lo sepa hacer. Yo en éste momento me retiro con toda mi gente y tome nota de
que mañana mísmo cancelaré mi firma que da base a la licencia de construcción
que saqué a mi nombre como Perito Responsible de Obra.
Con alguien de mi oficina le enviaré mi
liquidación de acuerdo al avance de la obra al día de hoy para que me haga
favor de extender el cheque correspondiente.
Buenas tardes y hasta luego…..!Vámonos
maestro Ambríz!!,…. por favor retire a toda la gente y que se repartan en las
demás obras a partir de mañana.
Al dueño de semejante circo le envié la
liquidación, sobre la que me pagó lo que quiso y cuando quiso y no volví a
saber de él hasta un día de tantos en que en la prensa aparecieron sus
esquelas.
Y como dicen por ahí: Continuarémos por el camino.!!!!
La casa si ocupaba una manzana entera, Tenía tantas salas y antesalas y largos pasillos y mas salas inesperadas, laberínticas todas diseñadas exprofeso para confundir a aquellos que pudieran ser intrusos y permitir espacios ocultos por donde el Coronel y su familia salieran íntegros de cualquier atentado o intromisión, una seguridad interna única e impresionante dentro del recinto. Y era una gran manzana, pero eso no era la medida ni de su fortuna ni de su poder. Efectivamente para muchos fue una figura déspota, autoritaria y prepotente... con un trato a veces esquizofrénico en la conducción de sus negocios. Para la familia fue un pilar y una generosidad constante, un guardia seguro de nuestra educación y bienestar. Su tiempo para la familia era corto pero de extrema calidad. Su amor por su esposa, legendario.
ResponderBorrarMuchas gracias por su comentario.
BorrarSaludos,
Arq. Gabriel Abaroa Martínez