Mi abuela Lupita y mi abuelo Enrique como buenos poblanos de recio
abolengo eran muy religiosos y si podían iban a misa todos los días y
precisamente a la de las ocho de la madrugada en la bella Catedral de Puebla de
los Angeles. Esa costumbre y devoción propició que conocieran a don José
Ignacio Márquez y Toríz, Arzobispo de esa localidad, a quien ayudaban con sus
limosnitas, en sus obras de caridad, catecismo y asistiendo a los enfermos y a
los menesterosos.
Su Excelencia José Ignacio Márquez y Toríz
Arzobispo de la Angelópolis
Esa amistad fue creciendo y se fue estrechando al grado de que don
Arzobispo, desde hacia ya tres años oficiaba la misa que la familia celebraba
en esa fecha en la capilla particular con la que contaban los abuelos en su
propia casona, que por cierto, estaba ubicada en las orillas de la ciudad muy
cerca de las instalaciones de la Escuela de Aviación 5 de Mayo ubicada en los
terrenos del aeropuerto que por la cercanía con la Ciudad de México, casi no
operaba.
Ese inolvidable día estábamos todos, desde luego que ahí estaban los
anfitriones, mis abuelos, también estaban los hermanos de los abuelos, sus
hijos que eran mis tíos, algunas amistades y un montón de chamacos que
integrábamos el equipo de los nietos.
Entre ese grupo de treinta y dos nietos, destacaban los inquietos
güeros ampliamente conocidos en toda la Ciudad de Puebla y pueblos aledaños
como "los güeros Rosillo", por su apellido materno.
Después de los acostumbrados saludos y efusivos abrazos de toda la
parentela y una vez que su ilustrísima se había terminado de preparar con sus
obligados ornamentos, todos tomamos nuestro lugar en las bancas de la capilla y
la misa comenzó.
Al termino de la ceremonia que fue muy larga porque parece ser que por
razones de la edad, de su sobrepeso y del calorcito que le generaban tantos
trapos encima, el super padrecito se quedaba dormido cada vez que cerraba sus
ojitos a la vez que decía ¨Oremus¨ y de que oraba, oraba y luego como que se
despertaba y su mirada asustada no disimulaba su angustia del clásico:
ondestoy.
Después de salir de la Capilla, por cierto muy
nublada por el exceso de incienso, pasamos los aproximadamente setenta
asistentes a las mesas dispuestas bajo una verdadera carpa como de circo de
mediano tamaño para degustar el atole, el chocolate los buñuelos y los
exquisitos tamalitos.
El famoso bote con 144
tamales entre rojos, verdes y de dulce
Estábamos recién instalados, cuando don Eleuterio, el mozo de la casa,
ya disfrazado de mesero, se plantó frente a los meros meros y en voz alta dijo:
¡¡Señor, con mucha pena pero afigurese usté que el bote de los tamales ya nostá,
ya desparecieron los pinches tamales!!!........nomás dejaron el anafre con el
carbón bien ardido.
Mi desconcertado abuelo con el rostro colorado y entre incrédulo y
furioso, después de persignarse por el vulgar pero obligado calificativo que se
aventó el mozo, expresó: ¡Eso no puede ser, búsquenlo y tráiganlo!!!..............se
quedó pensativo unos segundos y agregó: En dónde están mis nietos, los güeros,
los Rosillo?
En ese momento, todos los asistentes volteamos para un lado y otro y
nadie dijo haber descubierto a los ya considerados fugitivos.
Cuando ya no hubo duda de que ni los tamales ni los güeros estaban
presentes, mi pobre abuelita dijo: perdón su Excelencia por lo que ha sucedido,
no habrá tamales, ni rojos, ni verdes ni de dulce. Por favor dispongan de su fruta,
sus gelatinas y buñuelos y de su café, chocolate o atole y además, para usted
su Eminencia, ahorita mismo le preparan unas quesadillas de quesillo de Oaxaca
con epasote y su salsita borracha que sabemos que tanto le gustan.
En eso estaban cuando van apareciendo los tres delincuentes arrastrando
el maltrecho bote vacío haciendo una muequita
como de: que paso??....quien se
murió??....inmediatamente su papá, mi tío, de un salto estaba al lado de ellos
con la intención de darles una cueriza, pero el abuelo se impuso y ahí,
teniéndolos de frente al arzobispo les preguntó: en donde están los
tamales?.....no vayan a mentir delante del señor porque mínimo se condenan, en
donde están?...…..
Nosotros nos comimos tres cada
uno......y donde está el resto?.......se los comieron allá en la Cinco de Mayo el General y los cadetes que eran un
resto.......¡ ¡Con un demonio!!!......perdón su excelencia, ....por que
hicieron eso?.....Porque después de que se los comieron nos llevaron en uno de
sus aviones a dar una vuelta sobre la ciudad y sobre la Malinche y estuvo a todo
dar y se veía la ciudad rebién padrote.
Entonces intervino mi tío y les dijo: son unos cínicos, no tienen
perdón de Dios...disculpe usted señor......pónganse de rodillas en ese rincón y
no se muevan hasta dentro de tres horas y si se mueven, volveremos a empezar la
cuenta.
Después de un rato, cuando se fue el padrecito, el abuelo no se aguantó
y acercándose al trío de delincuentes les preguntó: A ver muchachitos
malhechores, díganme como le hicieron para llevarse ese pesado bote que además
estaba muy caliente y muy pesado a lo
largo de casi dos calles???
Ay abuelito, pues nomás lo volteamos y ya
acostado nos lo llevamos rodando dándole con los puros pies y así, pues no nos
quemamos, lo que sí, como hay muchas piedritas ...........se abolló bastante, pero los
abollones se ven como si así lo hubieran hecho,.....ahora que a los cadetes y
al General les gustaron mucho, muchísimo.......Ya nos podemos levantar?.......vale
que ya se fue San Barrigón.
Los cadetes y oficiales de la Escuela de Aviación “ Cinco de Mayo” en
la ciudad de Puebla
(a calle y media de la casa de los Abuelitos)
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