viernes, 6 de diciembre de 2013

EL CINTURÓN DE PAPACITO

En tiempos de mi ya lejana juventud, cuando todavía como estudiante preparatoriano inmerso en deseos de fiesta y de forzosas y a veces secretas limitaciones económicas, yo transitaba por la vida tratando de cumplir con mis estudios, con tener lo suficiente para los gastos de ir al cine, a la nevería con la amiga ó con la novia y para poder ponerle unos diez litros de mexolina a la carcacha, conseguí por fin una chamba que me permitiera dar prioridad a mis horarios escolares y el tiempo libre dedicarlo a tratar de efectuar alguna venta y disfrutar de la comision de los cortes que la emptresa hacía quincenalmente.
Efectivamente, atendiendo a un aviso publicado en el periódico acudí a la compañía Asbestos de México para formar parte de sus vendedores de tinacos de asbesto cemento.
Cuando salía de la escuela, ya para medio día, yo me montaba en mi Fotingo del año 36, un poco gastadón (corria el año 1950) pero con muy buena estampa, era un sedán de 4 puertas, color perla con partes rojas y sus llantas cara blanca y que además te ofrecía un buen número de emocionantes momentos porque sus frenos eran mecánicos y a veces parecía que no se iba a detener..
Con mi carrito yo hacía la broma de que me gastaba mucha mexolina  por ser de ocho cilindros pero que me daba un muy buen  rendimiento de una chavita por cada diez kilometros.
A bordo de mi carcacha, yo recorría las obras de construcción en donde dejaba un folleto con lista de precios de los distintos tinacos y mi tarjeta con dirección y teléfono.
No puedo presumir de que lograba las grandes ventas pero la verdad es que podia cubrir mis gastos y todavía me daba el lujo de ahorrar algunos pesitos.
Pues resulta que un buen día, al acelerar mi carrito para poder con una pendiente por allá por Las Águilas, escuché un ruido en la máquina de mi cansado auto. Noté que al desacelerar cedía el ruido y así, despacito proseguí mi recorrido hasta llegar  al taller del muy estimado maistro Lencho, mecánico y vecino del barrio donde yo vivía.
El conocedor y experimentado maistro tomó un palo que fué de alguna escoba y con uno de sus extremos hizo contacto con una de las laterales del motor y la otra punta del palo a su oreja, haciendo una como cornetita con su propia mano.
Después de estar atento a su prueba por unos dos minutitos, volteó a verme y me dijo en calidad de pésame: Joven Grabiel, malas noticias, su máquina está desbielada. Yo sentí bien gacho porque sabía que eso era muy caro y mas tratándose de una máquina de ocho cilindros.
Después de que me volvió la sangre al sistema circulatorio, le pregunté que me diera un aproximado del costo de semejante reparación y con mucho pesar me dijo: La reparación le va a salir en mas ó menos mil quinientos pesos mas el filtro y el aceite.
Rapidito le hice un comentario: mire maistro Lencho no se le hace que es ilógico que ésta compostura cueste mas  de la mitad de lo que cuesta el carro que no llega a tres mil con todo y radio y llantas que todavía traen dibujo?
Pues si joven, pero eso es lo que le va a costar y eso que la mano de obra se la estoy poniendo bien barata porque usté y su jefecito son muy buenos clientes desde hace muchos años.
Pues fijese mi estimado maistro que no tengo forma de cubrir esa cantidad, ó sea que voy a tener que venderlo asi como está, ó se le ocurre alguna otra forma para salir de él?
Entonces Lencho me hizo la seña de que le siguiera y ya dentro de lo que el decía que era su oficina, me dijo casi en secreto: Mire joven, sépase que yo no acostumbro hacer ésto, al revés, siempre he cuidado de mi prestigio de persona derecha y honrada pero si usted quiere vender el coche casi sin gastarle yo le puedo hacer la compostura tramposamente y por muy poco dinero y así usted lo puede vender con mas facilidad. Pero si lo descubren, jamás vaya a decir que yo fui quien le hizo ese trabajo….de acuerdo?..........de acuerdo¡¡

El secreto del peculiar maestro Lencho consistía en colocar un pedazo de cuero del cinturón paterno en el cigueñal en lugar del metal de fino acero que por alguna razón había fallado y ya se había deformado por los golpes de la biela dado el desajuste que se presento  por la edad y el uso de la máquina ó por alguna falla en la lubricación.
Así, ya hecho el compromiso me dijo: me trae usted el juego de juntas del carter de máquina Ford de 60 caballos, cinco litros de aceite del 30, el filtro de ese mismo modelo que va en el carburador y un cinturón de su jefe que ya esté usado y que sea de mas o menos dos pulgadas de ancho y que después de que lo use ya no se lo podré devolver. No se le vaya ocurrir decirle a su jefecito para que lo necesita, esto es un secreto entre usted y yo. El coche se queda acá, ya no lo debe usar  porque en cualquier momento se acaba de desbielar y si se rompe el motor yo ya no puedo hacer nada.
Al día siguiente estuve puntual con lo que me pidió Lencho y en seguida me retire. Me dió muy buena impresión porque ya tenía el motor totalmente abierto por la parte de abajo. Quedé de volver en dos días con los trescientos pesos que le debía pagar.
En mi conciencia había algo ó alguien que me decía:  hiciste mal,….muy mal,….muy mal,….etc., etc., y yo, como que no quería enterarme y como que no lo quería oir, pero el paso ya estaba dado y ni modo.
A los dos días me presenté y me encontré que mi querido carcamán estaba cerca de la puerta con el cofre abierto y la máquina trabajando. Cuando me vió Lencho, vino a saludarme y entregarme el Fotingo, yo por mi parte le liquidé nuestra secreta cuenta y me dijo: ora si que no le voy a poder dar recibo porque eso sería aceptar que yo le hice éste trabajo.
En ese momento yo me sentí como se deben sentir esas deshonestas mujeres que a escondidas acuden para que a escondidas les ejecuten un aborto. 
Total que el maistro Lencho me entregó el auto y me dijo: Mientras lo vende usted  lo puede usar pero no lo desboque ni lo sobrecargue ni deje que en un momento dado se le caliente; chéquele cada vez que pueda su nivel de aceite y que tenga buena suerte.   Adiós joven Grabiel.
Yo salí a bordo de mi 36 muy esperanzado en que se portara bien y quedara en manos de alguien que no supiera de mecánica.
Comencé a darle un uso normal entre mis viajes a la escuela y mi recorrido por las zonas en donde había muchas obras de construcción. Ahora mas que nunca estaba yo necesitando hacer un fondo para cualquier emergencia ó cualquier reclamo si el caso se presentara. También estaba pensando que una vez hecha la venta, yo tendría que buscar otra carcacha para poder seguir adelante.
A los tres ó cuatro días lo anuncié en el periódico mas ó menos con las siguientes palabras: Vendo Ford 1936 sedán de 4 puertas,  muy cuidadito, caladito, enterito, enllantadito, con radio de AM y FM. Tal dirección y tal teléfono.




Las llamadas no se hicieron esperar, una tras otra yo les daba toda la información posible y el precio de $ 3,500.00 pesitos cubriéndome por si había regateo.
Una de esas llamadas se distinguió porque quien hablaba era un respetable anciano que muy tranquilamente tomó nota de todo e inclusive la dirección y la hora para poder pasar a ver el auto. Al día siguiente el señor llegó, me dijo que años atrás él había tenido uno igual y que el sabía como ponerle los frenos hidráulicos.
El auto le gusto, lo manejó, a su esposa también le agradó, ella dijo que le iba a hacer sus cubreasientos y que le iba a colgar un Rosario en el espejo. Total que el auto fué de su agrado y pasamos a ver los papeles y a discutir el precio.
Yo me bajé a $ 3,300.00 y por fin quedamos en cerrarlo en $ 3,250.00. Acto seguido el santo varón le pidió a la señora que sacara de su bolsa los billetes y me pagaron completito. Les entregué la factura original endosada, la tarjeta de circulación y rápido escribí una carta en que recibía el auto en el estado en que se encontraba y que a partir de esa fecha el se hacía responsible de todo lo concerniente a ese vehículo.
Les entregué las llaves y un duplicado, checamos que estuviera en su lugar la refacción y el gato y ………Buena suerte y mucho gusto en conocerlos!!!!!
En ese momento, antes de pensar que ya estaba yo listo para ir a buscar una nueva carcacha un poco menos carcacha,  me vino un cargo de conciencia hondo y profundo y dejé lo anterior para el posterior.
Así dejé pasar unos días hasta que me sentí un poco mejor de ánimo y periódico en mano salí a ver un auto que me brincó entre la extensa lista de autos en venta.
Me llamó  la atención un convertible que increíblemente era de la mísma marca, mísmo año que el recién vendido. Pues después de verlo, revisarlo y oir con muchísima atención el sonido de su máquina, (no me fueran a fregar) se lo compré a un torero que creo recordar su nombre Gabriel Soto exactamente en la cantidad de $ 3,000.00.
Aunque el color no me gustaba pues era verde chícharo con salpicaderas negras, yo ya tenía $ 250.00 para pagar parte del costo de una nueva pintura que ahora fué en rojo igual que los bomberos.
Ese auto era de un diseño tan bonito que me motivó para arreglarlo poco a poco hasta dejarlo de concurso. Pues resulta que un buen día estando en una gasolinera poniendo combustible, vi entrar a mi ex auto manejado por aquel anciano y a su lado se señora esposa y como coincidencia se acercaron a precisamente a la mísma isla donde yo estaba cargando.
Sentí el deseo de voltearme para no dar lugar a que me identificaran pero la señora como buena señora, de inmediato me reconoció y no dejaba de decirle en voz alta a su esposo que ahí estaba yo.  Fué tal el escándalo que no hubo mas remedio que saludar al señor que ya se encontraba fuera del auto y a la señora en el interior.
Entonces el santo varón con una voz engolada me dijo: Oiga usted, que coche me vendió,…en ese momento yo solo pensaba: trágame tierra….pero el continuó diciéndome: Le cuento que hemos hecho dos viajes a Acapulco, primero mi señora y yo y luego con mi hija, su esposo y mis dos nietos y no sabe como corrió el carrito, como sedita, para nada se nos calentó, realmente nos vendió un carrazo, muchas gracias!!!   
En ese instante me vino a la mente la imagen de mi padre cuando me preguntaba insistentemente para que podia yo querer su viejo cinturón?????  y al mísmo tiempo el aliento del maestro Lencho que en secreto y casi cepillándome la oreja con sus enormes bigotes, me decía: Esto es un trato entre usted y yo….entendido?                

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